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Las paredes de cristal

Alfonso Alba

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Los periodistas siempre fuimos incómodos. Uno lo nota cuando llega a un sitio y empieza a ver lo que no debería. O mejor dicho, lo que no quieren que veamos. Las miradas se cruzan incómodas, los corrillos se deshacen y las conversaciones se detienen. Se nota. Cuando se proyectó la reforma del Ayuntamiento de Córdoba a principios de los años ochenta nunca se pensó en los periodistas (en verdad la reforma se pensó bastante poco). La sala de prensa está ganada al balcón y no tenemos un lugar en el que trabajar (tampoco es que haya instituciones mejor preparadas en la ciudad, pero al único lugar al que vamos a diario a pasar casi más horas que en nuestra casa es al Ayuntamiento, por eso que a los concejales sí que los elige la ciudad de forma directa).

Por eso, este quien escribe ha pasado más horas muertas de su vida en el vestíbulo principal del Ayuntamiento que en ningún otro sitio. Y por eso, hasta la foto del grupo de whatsapp que tenemos los periodistas que vamos a Capitulares es la de uno de los históricos sofás de ese pasillo.

Esta semana ha pasado algo inaudito en el Ayuntamiento: todos los periodistas nos hemos cabreado bastante por algo que fuera de contexto no tendría la mayor importancia. Después de una nueva distribución del mobiliario de ese vestíbulo principal, un policía local que custodia las dependencias de Alcaldía impedía que nos sentáramos en los sofás. Que están solo para las visitas de la alcaldesa, explicaba, y que él solo cumplía órdenes. Al tercer o cuarto desalojo, decidimos un plante más simbólico que otra cosa bajando los micrófonos en la sala de prensa poco antes de una rueda de prensa de Emilio Aumente, que se comprometió a atender la demanda. Y aquí paz y después gloria, en principio.

Los sofás parece que volverán (tapizados) y que nos dejarán que nos sentemos, no sin que antes haya habido un intento de cerrar totalmente el acceso al vestíbulo principal construyendo una segunda puerta (impedido, que todo hay que decirlo, por IU). Pero es el gesto, el símbolo, la evidencia de que molestamos, lo que valga la redundancia más nos ha molestado, sobre todo cuando en campaña electoral se prometió que el Ayuntamiento iba a tener “paredes de cristal”.

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