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Los del norte

Alberto Almansa

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Llevan un mes en el paisaje urbano que comienza a incorporarlos como parte del decorado donde se yergue una cruz por los caídos, todavía, detrás del antiguo Gobierno Civil. Subdelegado del Gobierno, le pusieron, para marcar distancias con el antiguo Régimen aunque tenga a su cargo, como entonces, las fuerzas del orden.

Se trajeron la caravana de su Ayuntamiento, en la que figura un subtítulo de “protección civil”. Levantaron una carpa y desplegaron una pancarta que reinvindica el ejercicio de la dignidad, ahora cuando se empeñan a conciencia de despojarnos de ella, además de nuestros haberes -se han quedado con la extra de navidad y no protesta ni El Corte Inglés al que también le rebajan-.

Llegaron para quedarse el tiempo que hiciera falta, Sr.  Ministro, que los de allí han crecido en la paciencia infinita de bajar a la mina a sabiendas de que la oscuridad cualquier día podría hacerse eterna. Saben esperar. Llevan años aguantando, se han criado en el sacrificio cotidiano de mordisquear las entrañas de la tierra para hacer girar al mundo y empujarlo en el progreso de la industria, donde nació el movimiento obrero. Traen en sus alforjas el sufrimiento y  no les asusta pasar penalidades en medio de la calle. Se han provisto de otras lámparas que les iluminan y calientan, mientras el Sr. Ministro se sienta en el mantel blanco del poder confortable, autista a estos que le piden Justicia: el camino que ha elegido la alcaldesa Aurora Rubio, “para perseguir la felicidad”, según confiesa en un sms navideño.

Ella y sus concejales de Belmez, se han reconciliado con su pueblo y han roto el desapego de la gente con sus representantes. Su gesto, más allá de esos 600 mil euros que reclaman para remediar la pobreza que ha supuesto el cierre de los pozos, devuelve a la política su vocación natural. Los representantes no lo son para erigirse en una casta ajena a los representados. Son de la misma tierra y han crecido juntos y siguen juntos. Defienden causas idénticas, comparten aspiraciones y trabajan para tratar de solucionar los problemas, no para crearlos.

La acampada minera recibirá así el aplauso de sus compañeros que salen hoy en una nueva marcha negra hasta la casa del Gobernador. El plante será reconocido, porque lejos de lamentos y sollozos, estos ediles han dado un paso adelante en la defensa de los suyos ante el inexorable despacho desde el que se ordena el vasallaje y la genuflexión. Un ejemplo a seguir de aquellos que instalados en otras poltronas justifican su pasividad, acatando las instrucciones dadas en la construcción de un mundo dual que condena a los más a la esclavitud y a la miseria, mientras la élite vomita el festín de la opulencia.

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