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Quo vadis?

Redacción Cordópolis

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No sé a ustedes, pero a mí me cuesta trabajo imaginar a la alcaldesa Ambrosio actuar como Peter Ustinov en el papel de Nerón en “Quo Vadis” de Mervin LeRoy, mandando las legiones, con Marco Vinicio (Robert Taylor) al frente, contra los cristianos para divertirse con ellos en el Coliseo. Y más trabajo aún me cuesta que intenten que creamos que provocará el incendio de la ciudad mientras toca la lira sentada en la “bombonera”, a la vez que come fruta y está rodeada de placeres y de los “esclavos”  del municipio. Entre otras razones, no sé si sabe tocar la lira o algún otro instrumento.

A pesar de ello, los medios y poderes conservadores de la ciudad, aún no recuperados de la sorpresa de haber perdido la alcaldía de la ciudad, han lanzado, como primer ataque organizado, el mensaje de que la alcaldesa es presa de un afán anticlerical  y antirreligioso. No voy a negar que me extrañó, y no entendí, el traslado de un crucifijo que estaba en una vitrina del área de alcaldía desde hace treinta años, al igual que otras obras artísticas de temática religiosa, y que a Julio Anguita, Herminio Trigo o Manuel Pérez, como todos sabemos “fervorosos fieles eclesiales”, no le habían supuesto un problema para gobernar la ciudad. Y mucho menos comprendi, que se le hubiera dado publicidad al hecho.

Que se justificara argumentando que se iban a retirar todos los símbolos religiosos, dio la excusa perfecta para que se inventaran que lo próximo sería el cuadro de “San Rafael” de Antonio Del Castillo que luce junto a la puerta de alcaldía. Ha estado bien que Ambrosio no haya querido engordar la bola e impedir así que se convirtiera en una “serpiente de verano”, apresuránodse a reconocer que ha habido errores importantes en la comunicación. No obstante, lo cierto es que también ha errado en haberse dejado llevar por asesoramientos ultralaicistas que para nada son una necesidad de la ciudad ni forman parte de su programa electoral.

Definirse como un radical laicista, llevaría al absurdo de desentenderse de nuestros monumentos religiosos, empezando por la propia Mezquita-Catedral, justo cuando se está defendiendo su carácter de patrimonio de la humanidad y, al menos, su gestión desde lo público. Y es que nuestro ordenamiento jurídico obliga a hacer un ayuntamiento aconfesional, pero no laico. Lo religioso, especialmente, de origen islámico y, más aún, cristiano, forma parte de nuestra historia y de nuestra idiosincracia, y los cordobeses en su conjunto, al margen de planteamientos personales, no quieren desprenderse de ello. Las cruces, las romerías, los San Rafael, la Velá de la Fuensanta, la Feria de la Virgen de la Salud, las comuniones, ... son solo algunas muestras de ello.

El gobierno municipal hace bien al intervenir en los asuntos de origen o causísitica religiosa que afectan a la ciudad. Por ejemplo, en que se modifiquen o no las celosías de la Mezquita-Catedral para permitir que la Carrera Oficial de la Semana Santa sea posible trasladarla a su entorno. Es lógico que pida la opinión de la Unesco y que piense en la seguridad y en la afectación a la población y negocios del Casco Histórico, que no puede convertirse en un mero escenario para el turismo. Deberá impedir que eventos como la Magna, a la que estuvo muy bien que no se sintiera obligada a asistir por aquello de la citada aconfesionalidad, se diseñen desde un único interés, el de las cofradías, y se tenga en cuenta a la población que allí vive y tiene su negocio, del mismo modo que debemos reflexionar sobre los problemas del mismo tipo que originan fiestas no religiosas, como los Patios.

De la alcaldesa, se espera que respete al mundo religioso y cofrade por lo que me parece acertado el nombramiento de David Luque para que se encargue de estas relaciones. Entidades religiosas crsitianas como la JOC, la HOAC, el Movimiento Junior, Cristianos por el socialismo o, a otro nivel, Caritas, Hermandades del Trabajo, y buena parte de las Hermandades y Cofradías, actúan socialmente y de sus componentes seguro que han salido muchos votos para que gobierne la izquierda. En las mismas circunstancias, están las asociaciones religiosas musulmanas, judaicas, etc. De todas ellas, se espera que también entiendan y respeten que el ayuntamiento es territorio neutro desde el punto de vista religioso y que, además, hay que respetar las convicciones religiosas personales de los concejales y concejalas. Tras veinte años de rosismo y de municipalcatolicismo ahora toca la separación del ámbito municipal del religioso confesional.

A Ambrosio solo le pedimos que no le pase como a la “alcaldiosa” y que no acabe convertida a la fe como le sucedió a Marco Vinicio por su amor a Ligia (Debora Kerr) y acabe siendo la “Obispa” de la ciudad, por simple amor al poder.

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