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Monólogo entre culturas

Ángel Ramírez

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Mientras más hablamos de diálogos, menos dialogamos. Mantenemos los tópicos sobre los diálogos entre culturas y el paradigma de Córdoba, pero de unos años a esta parte la ciudad se ha convertido en un espectáculo de monólogos sin gracia, y ahí van saliendo el concejal o la concejala de turno, el obispo, el emprendedor/a de guardia, el izquierdoso contrariado, el pepito grillo de las redes, el columnista vanidoso, y cada uno suelta su puyazo envenenado al adversario y nos cuela su gracieta.

Intento recordar algún foro, encuentro, jornada o cosa parecida en la ciudad en los últimos años (no cuentan los ejercicios espirituales, ni los simposios sobre la reproducción del mejillón cebra), organizado por cualquier institución u organización parainstitucional y no me sale ni uno. Antes, el desarrollo de planes, estrategias y esas cosas incluía conferencias, foros de expertos y especies parecidas. Es verdad que en algunos casos lo que tenía más nivel era el maletín que te regalaban, pero en otros no, en otros se aportaban ideas, se reflexionaba, se hacía ciudadanía, democracia, y se conseguían buenas soluciones.

Antes la imagen de la ciudad era un salón de actos con su mesa inaugural, su director general y su power point, ahora no, ahora la imagen de la ciudad es uno o varios tíos (alguna vez se cuela una mujer), de algo más de cincuenta años, entradas generosas, que sostienen entre sus manos un cartel y miran a cámara en un pasillo con apliques dorados y marcos de cuadros a juego. Nos miran con cara de mi mujer se va a enterar de en qué pierdo el tiempo en el trabajo y nos cuentan cualquier cosilla, la más reciente es la del empeño en que trasnochemos. Somos los más ruidosos del mundo y los que menos dormimos de toda Europa y el Ayuntamiento no hace más que organizar actividades para que aún trasnochemos más, con lo maldormidos que ya estamos. Mira que hay tiempo para comprar, para consumir, pero ya quieren colonizar hasta ese ratito de la noche de reconciliación con nuestro propio yo que es ver Sálvame de luxe, o tener un poco de sexo, cada uno que elija.

La Ciudad de las Palabras ha terminado siendo La Ciudad de las Ocurrencias, y es que como nadie conversa Córdoba se ha convertido en una ciudad imprevisible, todo ocurre por generación espontánea, un lugar propio de la literatura fantástica. Una mañana, y como en las películas de catástrofes americanas, apareció una Alcaldía en el mercado de la Corredera, otro un Palacio de Congresos en el Parque Joyero,  otro un documento llamado Córdoba 10, otro la bendición de un pozo como gran aportación a la cultura milagrera, un finger para celebrar conciertos junto al Guadalquivir, y así. La cuestión es que con la misma intensidad con la que aparecen desaparecen, así que lo mejor es no discutir demasiado, sentarse y esperar a que el tiempo ponga cada cosa en su lugar.

Nota: El próximo jueves a las 20:00 en la Biblioteca Central de Lepanto tendrá lugar una excepción a esta norma anticomunicativa, un grupo de hombres y mujeres debatiremos sobre un templo de cierta fama, que a las instituciones parece no preocupar demasiado, la Mezquita. Lo haremos este jueves, y otrxs lo harán, el siguiente y el siguiente, convocados por Mesas de Convergencia, y para presentar el número de la revista Rebelarte que han dedicado a la cuestión. Yo, si no tuviera que ir, iría.

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