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Vallas no, gracias

Ángel Ramírez

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Un parque público vallado es una contradicción, un fracaso. Un parque es un espacio de convivencia y encuentro y si necesita vallas es que no es capaz de ser lo que dice ser, e importa la lógica de lo privado. No sé exactamente porqué ayer se comenzó a vallar el parque de los Teletubbies ya que el Ayuntamiento solo argumenta que los vecinos lo pidieron hace años (esto es cierto), que si no se hace el dinero se pierde porque es de otras instituciones, y que generará 183 puestos de trabajo en los próximos seis meses ( no sé a qué llamarán aquí puestos de trabajo, desde luego no a lo que entiende cualquier hijo de vecino). O sea que no hablan del fondo de la cuestión, que es una importante cuestión, la de la ciudad compartida, los usos espontáneos, la convivencia y sus problemas, que seguro que los hay.

A mí los cordobeses ( y las cordobesas) siempre me han parecido  especialmentes cívic@s, y tiene mayor valor porque cuando lo comento los de aquí me miran con cara de “éste se ha tomado unos medios”, o sea que no tienen conciencia de ello. Algún amigo me dice que no es civismo que es conformismo, obediencia, conservadurismo, pero lo cierto es que la gente tiene el hábito de ser muy respetuosa con los espacios públicos y con los demás en general. Siempre que hablaba de esto ponía yo como ejemplo precisamente el parque de los Teletubbies, un parque en un barrio no turístico, con un diseño sensible, un uso intensivo, que mantenía el libre acceso las 24 horas y un aceptable estado de conservación.

Quizás una ciudad que tiene por banderas la convivencia, el diálogo entre culturas y sus patios podría hacer un esfuerzo mayor por resolver los problemas en un espacio público por métodos menos expeditivos , podría hacer más por aprovechar su potencial generador de relaciones, interacciones, conversaciones y juegos. Imagino las insoportables noches de verano en que el empleado de turno comience a echar a la gente del parque para cerrarlo, gentes que en su mayoría no tienen piscinas con césped, ni porches, ni patios. Estas cosas son las que hacen el carácter de una ciudad y no las capitalidades iberoamericanas, los concursos, o la grandilocuencia de los discursos, y en estas cosas nos estamos comportando como un pueblito temeroso y rancio, con una profunda desmemoria de ese civismo amigable que nos hace diferentes, valiosos. Mientras levantan la valla algún asesor municipal estará escribiendo un discurso lleno de apertura, tolerancia y diálogo, y lo escucharemos en boca del político de turno y nos parecerá una estafa, otra más. Y lo peor de todo es que lo pidieron los vecinos. Cosas.

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