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La batalla del río

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Ángel Ramírez

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Eso que ve es su ciudad, estamos en guerra y probablemente no se había enterado, hay unos cuantos que lo están contando pero los sacan casi de tapadillo en los medios. En el corazón de nuestra ciudad hay gente destrozando con fuego y motosierras un monumento natural, que lo es porque hasta hace poco más de 120 especies de aves habían elegido ese pequeño y espontáneo vergel. Se pusieron de acuerdo los políticos, llamaron a las empresas de costumbre y ya se han puesto a la tarea de convertir el río en un canal.

Hace meses avisaba de lo que comenzaba a ocurrir, del nuevo frente de batalla interior de la ciudad, la batalla del río, pero pensé que no pasaría de lo simbólico o lo comercial. Comenzaron con una guerra de guerrillas expulsando pequeños negocios de gente interesante a la que no le gustan los negocios por turismo de calidad, pernoctaciones y casticismo. Después vino la Iglesia a bendecir el nuevo río y se organizó The Jesus Christ Great Parade, el Vía Crucis Magno, de manera que la imagen del río y las imágenes de la España eterna fueran la misma. Dentro de pocos años parecerá que siempre han estado ahí, que el río fue hecho para ellas, que eso fue siempre la ciudad, y la Judería y la Axarquía serán esos pastiches para turistas con las mismas reproducciones de las mismas fotos de toreros y plazas polvorientas.

¿Y por qué el exterminio de ahora? Cuando comenzaron a anunciar la actuación, hablaban de “la limpieza y aclareo de la vegetación con apertura de ventanas al río para mejorar paisaje y vistas desde el paseo de la Ribera”, así como “la eliminación de eucaliptos y vegetación alóctona”,no originaria de Córdoba. Nos hacían dudar, podían ser buenos argumentos, pero había un problema, si leías las noticias con un poco de detenimiento y mirabas sus rostros te dabas cuenta de que no decían la verdad. No daban cifras, ni imágenes virtuales, todo eran líneas de actuación, objetivos, y mientras los escuchabas ya estabas viendo la devastación que ahora comprobamos. Y lo hacen porque sí, porque la naturaleza es sucia, porque hicimos ciudades para huir de ella, porque destruir es un buen negocio. Y los arquitectos, algunos arquitectos, nos imponen esa transparencia en la que sobramos todos, esa Córdoba que es un conjunto de postales, de imágenes aéreas retocadas y falsas, una ciudad muerta para que se deje consumir por las miradas de los turistas.

Lo mejor de todo esto es que tienen la guerra perdida. Vine a Córdoba en el 99 y he visto el río de muchas maneras, y estoy seguro de que la destrucción de hoy volverá a ser sustituida por la arboleda y la vida. Y los políticos se volverán a reunir y otra vez nos contarán milongas. Todo eso ocurrirá seguro, la única esperanza es que esa vez no les creamos y no les dejemos destruir lo que nos hace diferentes y estar vivos.

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