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Margen de error

Alfonso Alba

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Los modernos sistemas de navegación permiten determinar la posición de una persona o un objeto en cualquier lugar del planeta. El archiconocido y popular GPS (Sistema de posicionamiento global) fue creado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos y mantiene en la actualidad veinticuatro satélites en órbita interconectados. Cientos de millones de personas hacen uso de este sistema para saber dónde están y dónde quieren ir. Menos conocido es el GLONASS (Sistema orbital mundial de navegación por satélite). Se creó en la desaparecida Unión Soviética y en la actualidad está dirigido por el Ministerio de Defensa de la Federación Rusa. Dispone de treinta y seis satélites. China, India y Japón están en fase avanzada de poner en funcionamiento sus propios sistemas. Desde 2005 la Unión Europea está trabajando en su propio sistema: GALILEO. Los europeos hacen hincapié en su carácter civil como un mérito frente a la dependencia militar de los otros. Todos estos sistemas se publicitan como herramientas imprescindibles para la búsqueda y rescate; para la ayuda en la conducción de vehículos; para la detección de objetos (o sustancias) presumiblemente peligrosos... Es, igualmente cierto, que lo que no se publicita es lo más importante (su uso como herramienta para la hegemonía tecnológica y militar). El mayor riesgo comprobado, de todos estos sistemas, es la posibilidad de ser interferidas sus señales. Estas interferencias pueden ser voluntarias (intencionadas) o involuntarias. Compiten para ganar posiciones en los márgenes de error: 15/30 metros en el GPS y 1 metro en GALILEO. En la vida el margen de error es infinitamente mayor.

Ayer se dio la noticia de la concesión del Premio Nobel de Medicina al profesor John O´Keefe y al matrimonio formado por Mary-Britt Moser y Edvar Moser. Esta distinción aparecía en casi todos los medios enunciada como “el GPS del cerebro”. Sus investigaciones demuestran la existencia de un grupo de células que constituyen y favorecen un sistema de posicionamiento en nuestro cerebro. O´Keefe descubrió un tipo de célula nerviosa en el hipocampo, en el interior del lóbulo temporal, que se encuentra activa cuando un individuo se encuentra en un lugar y provoca al cambiar de lugar que otras células se activen. A este fenómeno le han dado en llamar “mapa de lugar”. Mary-Britt y Edvar Moser han trabajado sobre células que implican y desarrollan la función de no desorientarnos en un espacio en el que desconocemos casi todo. Magnífico trabajo y merecido el premio. Todos necesitamos saber dónde estamos. Todos necesitamos ayuda cuando nos sentimos perdidos. A veces es imprescindible saber dónde vamos. Es curioso que sea en el hipocampo donde se desarrollen dos de las funciones primordiales que nos convierten en seres inteligentes: la memoria episódica y la memoria espacial. Ahí también existen riesgos o interferencias, sean voluntarios (intencionados) o involuntarios. Ahí se instalan los astrocitomas (tumores cerebrales) y provocan sus efectos devastadores el Alzheimer. Las dos memorias en peligro.

Casi todo el mundo que conozco usan de estos artefactos (GPS) para casi todo. Y no se les nota ninguna mejoría. Continúan haciendo trampas. O viven en el miedo permanente. O no se atreven ni arriesgan en casi nada (siempre mirando “su” GPS para ver si pueden o no dar un paso).

Ni que decir tiene que quienes se llevan la palma son nuestros dirigentes y los que aspiran a dirigirnos. Ellos y “su” GPS son todo uno. Da igual que se les note que han perdido el Norte (si su GPS les dice que van por el buen camino da igual que se encuentren millones de criaturas gritándoles que se están equivocando). Da igual que se les note la demagogia (si su GPS les indica que es rentable repetir la misma consigna durante una eternidad, ellos agotarán la batería pero no corregirán el rumbo de su discurso. Los hay, al fin, que disponen de un exclusivo, particular y original GPS, propio, para los suyos, y ese marcará su destino. Ninguno de ellos quieren saber dónde están aunque presumen de tener muy claro dónde quieren ir (al menos eso dicen). A ellos estos descubrimientos no les deben gustar un pelo.

Nota:

No tengo vehículo ni carnet de conducir. A pesar de lo cual también sufro interferencias. Cuando viajo con mi hijo nos gusta perdernos. Nos hemos perdido en Estambul y en Jerusalén. Me he perdido en Bagdad y en Alejandría. Esa incertidumbre provoca una extraña reacción, mezcla de placer, aventura y desasosiego. Siempre encontramos el rumbo. Con esfuerzo. El que no se realiza si ponemos la vida y sus itinerarios en manos de sistemas de posicionamiento global.

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