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Bebés fáciles, bebés difíciles ¿Cómo es el vuestro?

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María Isabel Martínez

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Cuando nace un bebé, la mayor parte de los padres/madres imagino que ansiamos y nos ilusionamos con el hecho de nos pudiera “tocar” un “bebé modelo”, ese bebé ejemplo de regularidad, tolerancia y simplicidad. Pero esto no siempre es posible. Hay muchos padres que te llegan a consulta agotados física y psicológicamente confesándote que tienen un “bebé muy difícil” y declarándote que no pueden más.

Vamos a intentar hablar de ello un poco. Tal vez podamos ayudar a entender a estos bebés más difíciles y hacer más agradable la crianza a esos padres.

Empecemos por definir qué es el Temperamento. El Temperamento es lo que llamamos el Carácter de las personas y está unido a la forma de ser de esa persona (codificado genéticamente) y a su relación con el entorno (variable externa), por tanto, el carácter de una persona lo definirá toda su vida e influirá sobre su forma de relación con los demás seres humanos. La capacidad de adaptarse a una determinada situación en la vida, dependerá en gran medida del carácter de esa persona y en esto, los bebés no son una excepción. El temperamento es por tanto innato, pero éste se puede modular a través de la interacción con el entorno, es lo que llamamos la Personalidad.

Hipócrates (460 a.C.–370 a.C.) y  Galeno de Pérgamo (129–200 d.C.), dos médicos de la Antigüedad, ya distinguían entre cuatro tipos de temperamento:

  • Flemático: personas con un carácter tranquilo, que difícilmente se enojan. En ellos predomina el raciocinio sobre las emociones, por las que difícilmente se dejan llevar. Suelen evitar los problemas y por ello no suelen implicarse en determinadas cosas si ello les puede repercutir en la necesidad de tomar las riendas de algo o implicarse. Son apáticos o más bien, buscan ser felices sin complicarse.
  • Colérico: Son impulsivos, prácticos, independientes y muy trabajadores. Les suele gustar imponer sus opiniones y trabajarán duro por conseguirlo, de ahí que también se les tache de manipuladores o dominantes. Son bastante extrovertidos.
  • Melancólico: Son personas muy complejas con un alto grado de sensibilidad y empatía. No tienen estabilidad emocional y son tendentes a estados depresivos. Por lo general son introvertidos y tienen un mundo interior. Suelen ser creativos y artísticos, aunque pesimistas.
  • Sanguíneo: Son impulsivos, dinámicos y cálidos. Disfrutan del momento y suelen ser muy intuitivos y sentimentales. Son alegres y extrovertidos y suelen contagiar su alegría y positivismo.

Cuando hablamos de temperamento en los bebés, la clasificación la basamos en lo siguiente:

  • Niños fáciles: Son los más frecuentes, casi el 40%. Son niños en general bastante regulares y previsibles en sus reacciones. Tienen las funciones biológicas bastante bien reguladas (horas de sueño, de comida), sonríen con facilidad y se adaptan bien a los cambios, y si lloran, son generalmente fáciles de consolar. Estos son los niños que los padres definen como “benditos”.
  • Niños difíciles: Son una minoría, aproximadamente un 10%. Son niños muy irregulares en sus funciones biológicas (hábitos de sueño, comida, etc.), casi anárquicos y lo que hoy les vale, mañana nos les valdrá. Son realmente irritables (y a veces, irritantes), cualquier cambio les produce un verdadero malestar y generalmente tienen un umbral muy bajo a la tolerancia por determinados cambios o estímulos externos. Son niños que funcionan muy mal al cambio de rutinas y muy difíciles de complacer. Son niños de alta demanda.
  • Niños difíciles de entusiasmar o apáticos: Son aproximadamente un 15% del total. Son niños nada problemáticos, pero especialmente lentos a la hora de adaptarse a las nuevas situaciones. Requieren mucho tiempo para ello y es difícil obtener de ellos una respuesta inmediata a los estímulos. No les sacas una sonrisa, por ejemplo, pues sus reacciones emocionales son muy lentas (tanto las negativas, como las positivas). Corren el riesgo de ser poco estimulados por esta lentitud de respuesta y ello hace que cada vez sean más lentos.
  • Resto de los niños (35%): Niños que no se ajustan a ninguno de los patrones anteriores o bien, reaccionan dentro de alguno de estos para algunas cosas y dentro de otros para lo demás. Por ejemplo, niños muy regulares en ritmos biológicos (comen y duermen muy bien, pero reaccionan muy mal ante cambios de hábitos o rutinas o ante la presencia de extraños). Son como una mezcla.

Teniendo en cuenta esto (y vale tanto para adultos como para niños) yo os pregunto: Imagina que tienes en frente a una persona con la que compartes tu vida (sea tu pareja, sea un amigo o sea tu hijo) y para que esta relación funcione, te empeñas una y otra vez en cambiar el carácter de esa persona. ¿Crees que lo lograrás? ¿Crees que esa persona cambiará por ti? Probablemente no lo hará, pero si lo consigues (porque ella te valore por encima de otras cosas y ante el miedo a perderte, prefiera cambiar para complacerte), ¿crees que esa relación estará basada en el respeto hacia esa persona? ¿Cuánto tiempo crees que esa persona podrá seguir en esta dinámica, sin ser ella misma, fingiendo ser algo que no es? Recordemos que el temperamento es innato.

Pues eso es necesario tenerlo en cuenta con nuestros hijos. Mientras antes entendamos a nuestro bebé, respetando su carácter y tratando de no hacerlo cambiar, antes lo comprenderemos, antes aprenderemos a relacionarnos con él,  y mejor y más sana será nuestra relación con él. El entenderles y aceptarles llevará a los padres a no sentirse culpables o frustrados por la reacción de sus hijos ante cualquier situación y podrá ayudarles a sacar lo positivo del carácter de su hijo y aprender (y enseñar a su hijo) a sacar el mejor rendimiento de ello.

Cualquiera de esos temperamentos puede darnos problemas si tratamos de conducirlos hacia lo que no le es propio. Imaginaos un niño torbellino que necesita moverse a cada minuto y al que obligo a quedarse sentado en una silla una hora completa porque estamos en un restaurante, por ejemplo. ¿En qué derivará esta situación? No hace falta que os lo cuente, ¿verdad?. Pero si a ese mismo niño, me lo llevo a un parque infantil o le apunto a alguna actividad que le entusiasme (jugar al fútbol, por ejemplo) y le permito satisfacer sus necesidades de expansión, estoy respetando su temperamento y estoy fomentando positivamente ese rasgo de su carácter. ¡Quién sabe si ese niño podrá llegar a ser un gran futbolista el día de mañana! Pues extrapolad eso a los bebés, con sus necesidades diferentes pero igualmente necesitadas de atención y respeto.

Ojo, que entender no significa permitirles todo amparándonos en su carácter, pues hemos dicho que el temperamento es influenciable por el entorno y en esto, la educación de los padres es determinante. Los niños necesitan límites claros para sentirse seguros, límites que han de ser adaptados a la edad del niño y que éste debe de saber entender y reconocer fácilmente. Somos los padres los que tenemos que ir dirigiendo a nuestros hijos hacia el equilibrio. Ello forjará su personalidad (influenciable).

El bebé que reacciona mal ante los estímulos o cambios de rutinas, probablemente necesite unos ritmos diferentes al resto de los bebés. Quizás el establecer pautas más concretas para determinadas cosas (ritmo de sueño, de comidas) hará que el bebé reaccione mejor ante situaciones cotidianas y le ayuda a organizarse. Y ante la llegada de cambios, tal vez necesite ser preparado poco a poco, pues necesitan más tiempo para adaptarse y aceptar los cambios. No significa que privemos a ese niño de nuevos estímulos para que no se nos “desorganice”, sino poco a poco ayudarles a superar los cambios.

Quizás ese niño lento, ha de ser algo más estimulado, aunque le respuesta sea igualmente lenta, no debemos desesperarnos, sino respetar su ritmo y no por ello dejar de estimularlo. Probablemente será un niño lento toda su vida y eso puede ser muy exasperante para esos padres, pero mientras antes lo comprendan, antes mejorarán su relación con él. Porque a un niño lento, jamás podremos conseguir acelerarlo, pero al menos, no lo haremos más lento aún (lo cual podría influir negativamente en su desarrollo cognitivo).

Los bebés irritables, llorones y con una elevada intolerancia a la frustración, son los que más necesitan de la empatía y la paciencia de sus padres. Un bebé difícil pone a prueba la estabilidad emocional de sus padres e incluso, la estabilidad de la pareja, pues desgraciadamente, si la situación se prolonga, a veces se producen fisuras en la unidad familiar que terminan en situaciones inesperadas. Armarnos de paciencia, amor y comprensión a pesar de sentirnos superados por el carácter de nuestro bebé, mejorará nuestra perspectiva. Recordemos que los bebés se influencian por la actitud de los padres. Si nosotros estamos muy nerviosos, transmitiremos un feedback negativo a nuestro hijo, que no hará otra cosa que devolvernos ese mensaje y esto nos pondrá las cosas aún más difíciles. Una persona nerviosa, jamás podrá calmar a un bebé nervioso mientras ella misma no logre apaciguar su tensión y relajarse. De ahí que hayamos oído multitud de veces aquello de “madres tranquilas hacen niños tranquilos y por contra, madres nerviosas hacen niños nerviosos” con toda la razón, y donde digo madres, podemos poner padres.

Hay niños auténticamente desesperantes al principio, que nos hacen desplegar toda nuestra frustración y sentimiento de culpa ante la creencia de que el niño es así por culpa nuestra o por nuestra inexperiencia, o por no tener confianza en nosotros mismos, o por multitud de hipótesis más. No, el niño es así porque su carácter innato es así y mientras antes lo aceptemos, mejor para todos.

Siempre intento transmitir a los padres que me consultan la necesidad de desarrollar una escucha activa hacia su bebé. Esto es, observar bien sus reacciones, sus necesidades, su lenguaje corporal y su llanto, pues son fuentes de información importantes para ayudarnos a comprenderlo. El llanto es su forma de comunicación y siempre expresa algo (malestar, aburrimiento, hambre, sed, necesidad de afecto, soledad, estrés....), por tanto un niño que llora ha de ser siempre atendido, pues trata de comunicarnos algo. Ahora, es labor de los padres conseguir entender qué nos está pidiendo ese bebé y tratar de ofrecérselo. Y en función de los resultados, intentar facilitarles la vida a nuestros hijos con todo el amor del mundo y toda la paciencia posible. Eso es lo único que funciona.

Con el tiempo, algunos de estos niños difíciles irán apaciguando su carácter bajo la influencia del entorno y modularán su personalidad, pero otros seguirán siendo ellos mismos. Pero en esto como todo en la vida, en la variedad está el gusto.

Amor a dosis infinitas y paciencia en la misma medida.

Autor: Dra. Mª Isabel Martínez Muñoz

Médico Especializada en Educación Maternal y Recuperación Puerperal.

Especialista en Sofrología, Asesora de lactancia Materna y Educadora de Masaje Infantil

Directora del Centro de Educación Maternal C.E.M. Los Arcos

www.cemlosarcos.es

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