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Y llegaron las temidas lluvias

María Isabel Martínez

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Y llegaron además esos temidos días en que no sabes muy bien qué hacer con la prole, porque ellos piden calle pero caen chuzos de punta……

Son días en los que los ratos de parque o las tardes de columpios caen por su propio peso pero los jodidos niños están acostumbrados a eso, forma parte de su esencia más íntima y de su rutina del día a día y claro, te piden a voz en grito su dosis de calle pues el “mono” los está poniendo pelín revoltosos, penosos a más no poder y relativamente insoportables, así es que hay que buscar una solución YA.

Días en los que, por otra parte, a las seis de la tarde ya es noche cerrada y no sabes muy bien cómo entretenerlos hasta que sea la bendita hora de que se acuesten, a eso de las nueve o nueve y media lo más tardar y si me apuras, antes……deseando que ese niño bostece una sola vez para decirle: “venga cariño, vamos a la camita que mañana hay que madrugar”. Y esperar reacciones....a ver si cuela.

Volviendo a ese rato desde que llegan de la guarde/cole, hasta que empiezan las rutinas de los baños y cenas  -recordando que fuera en la calle cae agua como si no hubiese un mañana- decides que no hace tiempo de salir y los pones a jugar en su cuarto. Tú decides meterle mano a tu cesto de la ropa de plancha –que te llega a la altura del hombro- y te atrincheras en el salón, aprovechando que los niños están calladitos en su cuarto y parece que no les ha afectado mucho el hecho de no salir.

Después de dos horas sin oírlos y pegado un buen empujón al cesto de la ropa, que todo hay que decir, es un ente extraño digno de estudio pues tú vas planchando la ropa de arriba, y tu cesto va generando ropa desde abajo, para que nunca esté vacío, como si de una especie de agujero negro con energía propia se tratase…..un claro caso de Cuarto Milenio, para Iker. Pues eso, cuando decides ir a por los niños con el baño listo y abres esa puerta, esa puertaaaaa…¡¡ la puerta del infierno!! Virgen santísima…..¿qué ha pasado aquí? ¿ha habido una guerra? ¿ha caído un meteorito en vuestro cuarto? ¿queda algo por sacar? Keep calm y cuenta hasta cien antes de matarlos….y piensa con la cabeza: “no, el parricidio no es una opción”, “no, el parricidio no es una opción”.... te repites como un mantra...... Retrasamos baño y manos a la obra, a recoger codo con codo con ellos, que están más suaves que un guante -previo rapapolvo que les has echado y por haberlos castigado un mes sin salir a los columpios- y ayudan con cara de buenos y de no haber roto un plato en su vida, los muy. Ingenua de ti, ¡¡que eso se te vuelve en contra!!…¡¡¡es que no espabilas!!!. Si las madres pensáramos lo que vamos a decir antes de abrir esta boquitaaaaa…. Porque si los castigas, lo tienes que cumplir y ese castigo,…¿Realmente para quién es? ¿Qué vas a estar un mes recogiendo los restos de la apocalipsis en el cuarto de tus hijos,….. cada día? ¿O los vas a maniatar a la silla del salón para tenerlos bien cerquita mientras tú das finiquito a la plancha? Esa boquita….que te pierde…. Por eso, cuando tus hijos estén en cualquier sitio y no los oigas, desconfía…nada bueno están tramando. Sé más lista que ellos.

Pasemos al plan B. Hoy tiramos para un local de esos de pelotas, colchonetas, toboganes infernales y tirolinas,  para que desfoguen y así vuelvan rendidos y se acuesten tempranito. Nada más entrar en el local, las gafas se te empañan del vaho y el calor que hace en esos sitios y te falta el aire, amén de sentir que tus oídos estallan del ruido infernal de chillidos por parte de los niños y chillidos por parte de los padres que los acompañan y aprovechan para echarse un cubata mientras sus hijos exploran un mundo desconocido más allá de la verja que los separa y del que no tienen interés alguno en saber nada, los padres, digo. Les ponen el distintivo al niño, se abre la puerta mágica y ¡¡¡bye bye, sayonara, baby!!!

Empieza por encontrar una mesa para sentarte, tarea difícil ya de por sí, mientras piensas, joder qué mala suerte, todos los padres/madres han tenido la misma idea que tú. Con la desventaja por tu parte de que tú no vas organizada, ellos sí y por eso siempre pillan tres o cuatro mesas que las juntan para estar en pandilla, con lo cual se lo pasan pipa a la par que sus churumbeles y tú, ingenua de ti, te has llevado un libro para leer y matar el tiempo, café en mano, al que es imposible seguirle el hilo porque el ruido te tiene la cabeza como una olla. Cierras libro y abres móvil y te pones a cotillear el Facebook, o a cotillear al resto de los padres/madres intentando descifrar cómo es posible que se lo estén pasando tan requetebien en un sitio como éste, no te queda otra. Hora de irse. Das la orden a esas chicas tan amables que cuidan de tus hijos -que tienen el cielo ganado y yo les pondría sueldo de ministro y un piso y lo que me pidieran- de que los manden a buscar y oyes por megafonía una y otra vez los nombres de tus hijos pero allí no aparece nadie. Media hora más tarde dan con ellos en ese universo inexplorado y salen sudando como pollos, colorados como tomates y oliendo a perro mojao. Dios mío, ¿y cómo me los llevo así a casa? ¡¡Me van a pillar una pulmonía!! Y te la pillan. Unos días después empiezan con las toses horribilis y se te encienden en fiebre. Te ha salido cara la tarde de pelotas.

Plan C. ¿Más opciones? Pocas, la verdad, salvo ir a un centro comercial a dar vueltas por las escaleras mecánicas porque entrar en las tiendas, imposible. Y una de dos, o los chantajeas con que si se portan bien les comprarás algo al terminar la tarde (y ya te ha costado el dinero, además de los intentos de educar correctamente a tus hijos sin chantajes ni coacciones) o te expones a estar escuchando minuto sí y minuto también, el típico “me aburro” ¿nos vamos a casa? Poco más que añadir… que cada uno saque sus propias conclusiones.

Pues ya sólo nos queda una. El plan D. Poner los impermeables a los niños, las botas katiuskas, coger un par de mudas de repuesto y una toalla......¡¡¡y salir a la calle a pisar charcos!!!. Esto es lo que más les gustaba a mis hijos y la verdad, hacía el mismo efecto sedante que el parque de las pelotas, te salía más barato y ellos se lo pasaban mejor, incluida tú. No he visto una cosa que le guste más a los niños que pisar un charco y supongo que a los padres/madres verlos disfrutar así, también (aunque eso jamás lo reconoceré, ni siquiera bajo tortura y/o amenazas). Sin duda, la opción más divertida y dentro de lo malo…lo menos malo. Eso sí, las lavadoras iban por pares y mi cesto de la ropa muy agradecido por tenerlo tan bien alimentadito.

Mi hija, Amalia, con escasos veinte meses, preparada para su excursión a pisar charcos. Obsérvese su cara de felicidad.

¿Algún plan alternativo más?¿Cómo te lo montas tú los días de lluvia?

Centro de Educación Maternal y Recuperación Puerperal

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