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El Lado Oscuro de la Lactancia Materna

María Isabel Martínez

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¿Cómo que el lado oscuro?…¿pero la lactancia materna tiene de eso?

Creedme que lo tiene y sorprendentemente más a menudo de lo que a priori esperaríamos. Probablemente lo que vais a leer os chocará un poco, pero es fruto de mi propia reflexión y mi larga experiencia entre madres lactantes,  y creo que poco se habla de estos temas y a mi juicio, también son necesarios.

Desde la década de los cincuenta o sesenta en que apareció la cultura del biberón, la lactancia sufrió una crisis profunda, y cada vez menos madres amamantaban a sus hijos ante la falsa creencia de que la leche artificial era lo mejor para sus bebés. No podemos echarle la culpa de esto a las madres, las pobres sólo querían que sus hijos engordaran y se alimentaran bien, pero sí a la industria farmacéutica que se las ingenió para que pareciera que las madres no eran capaces de amamantar a sus hijos y que sus leches eran deficitarias en nutrientes, vitaminas, hierro y un largo sin fin de tonterías más.

Esto dio paso a un tiempo en el que sólo veíamos dar el biberón en los parques, restaurantes y en cualquier sitio y nos ha hecho crecer a las generaciones posteriores con ese referente social. Apenas hemos visto dar de mamar y por eso amamantar en el momento actual no es algo que haya salido digamos todo lo espontáneo que debía salir. La lactancia materna es una cultura que se transmite de madres a hijas y aquí nos habíamos quedado sin uno de los eslabones fundamentales.

En la últimas dos décadas, la lactancia ha ido recuperando posiciones y actualmente es un valor en alza. Por fin se le vuelve a dar el lugar que le corresponde, cada vez se destacan más fervientemente las ventajas de la misma.  Ventajas para la madre, ventajas para el niño, ventajas para la sociedad. Con lo cual, esto ha impulsado una corriente de defensores de la lactancia que hace que ya apenas ninguna mujer dude que la lactancia materna es lo mejor para sus hijos. Hasta aquí, de acuerdo.

El problema es que en esto, al igual que cuando ocurrió el famoso Boom del Biberón, las madres nos hemos contagiado de ese espíritu lactante y algunas de nosotras, nos vemos impulsadas por la sociedad a dar el pecho, porque ahora…la que da el bibi parece estar mal vista…

Esto ha hecho que muchas madres empecemos a dar el pecho más por presión social que por verdadera motivación y convicción propia, y eso, irremediablemente, conduce a que la lactancia materna fracase en poco tiempo. También ha ocurrido que hemos rodeado a la lactancia de un halo celestial donde parece que siempre debemos estar en estado de éxtasis cuando amamantamos a nuestros hijos y esto, perdonadme que os diga, no siempre es así.  Nos están bombardeando con la idea romántica de que la lactancia es algo maravilloso y lo es, cuando lo es, pero en muchos casos la lactancia materna también es un puro trauma y una pura desesperación.

A lo largo de mi carrera como asesora, me he encontrado muchos casos en los que la lactancia ha sido un enorme agobio para sus madres. Dolores insufribles por las grietas de los pezones, mastitis de repetición, abscesos mamarios, ingurgitaciones que daban miedo o lactancias que suponían un lastre imposible de sobrellevar por esa madre…. La que tras el episodio sufrido y una vez recibida la ayuda, se mantenía firme en su decisión,  al tiempo te reconocía que la lactancia materna era lo mejor y que se alegraba de no haberlo dejado, pero te confesaba con lágrimas en los ojos que le había resultado muy difícil al principio. Muchas otras se han quedado en el camino.

También me he encontrado madres que no estaban dispuestas a dar de mamar a demanda simplemente por ser personas que en su rutina y en su vida real necesitaban un orden, y la lactancia sabemos de sobra que la mayor parte de las veces es caos y desorden, y claramente te dicen que no pueden con eso. Y mujeres trabajadoras fuera de casa que por incompatibilidad laboral ni se lo han podido plantear, como mucho las dos o tres semanas de baja forzosa. O mujeres que por razones de enfermedad no han dado el pecho por miedo a contagiar a sus bebés o incluso les han aconsejado los propios facultativos que la dejen porque tenían que recibir un tratamiento (que la mayor parte de las veces, hubiera sido perfectamente compatible, dicho sea de paso) o que claramente les han dicho que su hijo tiene hipoglucemia y/o deshidratación y que o le da el biberón, o el bebé tendrá problemas serios….y eso se lo ha dicho la autoridad competente, es decir, su  pediatra y en las primeras 48 horas tras el nacimiento (¿a ver quién cuestiona eso?). O simplemente, niños que no ganan peso, te lo pongas las veces que te lo pongas y hagas todo lo que te aconsejen que hagas.

Otro tema importante es que nuestras propias madres (El Consejo de Sabias)  muchas de ellas de la cultura del biberón, nos presionan para dejarlo porque piensan que con el biberón es todo más sencillo y el bebé se cría mejor. Hay una gran desinformación general entorno a la lactancia, que hace que muchas veces la madre claudique agotada psicológicamente ante las diferentes opiniones recibidas, simplemente por el bombardeo.

Todas ellas han tenido que sucumbir de nuevo a los biberones, pero están pagando por ello. Están pagando con su propia desilusión, con su depreciada autoestima, con su depresión, con su propia frustración e incluso, con el rechazo de la sociedad.

Debo decir, que a lo largo de estos 16 años de andadura entre lactancias, he reflexionado mucho sobre todas estas cosas. Actualmente intento exponer a mis mamás que la lactancia materna, ciertamente es lo mejor que pueden darle a su bebé, pero que no siempre es lo mejor para la madre. Que deben estar motivadas y bien informadas para resolver los contratiempos. Pero que si por cualquier razón no dan el pecho…NO PASA NADA. No están siendo malas madres por dar el biberón, no seré yo quien les transmita esa sensación. Más vale un biberón a gusto que una teta a disgusto.

Creo que debemos dejar a la mujer capacidad de decidir sobre su opción, sin coaccionarlas. Informarlas intensa y verazmente,  sin coartar su libertad, de una forma aséptica y sin apasionamientos desproporcionados que pueden equivocar su percepción de la lactancia. Asesorarlas, acompañarlas, ayudarlas y desvivirte por ellas, tanto por las que lo quieren intentar, como por las que ves que realmente no están por ello, mientras se deciden. No obstante,  si te dicen que no están dispuestas a seguir por esto o por aquello, arroparlas en su decisión y hacerlas sentir bien por haberla tomado. La lactancia materna no es la única opción y es importante que la mujer que tome la decisión de alimentar al bebé con biberón, no arrastre frustración o complejo de inferioridad alguna.

En esto, como todo en la vida, en la variedad está el gusto.

La lactancia debe ser buena para los bebés y PARA SUS MADRES y si  a éstas les está suponiendo una sobrecarga desmesurada…pues entonces algo está fallando.

Disfrútala mientras dure, y cuando se acabe…pues se acabó.

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