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Teleconsejos a Domicilio. Oferta 2x1.

María Isabel Martínez

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Sé que los seres humanos somos altamente impulsivos, incluso diría yo adictivamente impulsivos, sobre todo a la hora dar consejos bien intencionados y gratuitos. Eso es que nos pierde. Si tuviéramos que pagar un euro por cada consejo que damos, creedme, seríamos menos charlatanes.

Frases como: “yo en tu lugar” o  “en tu caso, yo lo que haría” o “si te sirve de algo yo lo que hice”…y un etcétera más de ellas, parecen frases hechas para obligarnos a meterlas en contexto, sí o sí. Me refiero a que si pasa un día y no has conseguido meter una….¡¡estás perdid@!!! Comienza la caza y captura del momento oportuno (o inoportuno, según se mire) para insertar la susodicha frase.

Nos engorda eso de dar consejos, sobre todo si con ello demostramos nuestra superioridad a los demás y de esta forma conseguimos hacerlos muy muy pequeñitos amparándonos en la inalienable confianza que da la certeza absoluta de que la verdad reside en mí de forma exclusiva. Y nos escuchamos a nosotros mismos mientras hablamos. Ahhggg… ¡¡¡qué magnífica sensación de supremacía!!!

Pero sin embargo, a veces no valoramos el impacto y la repercusión de nuestras palabras sobre la persona receptora. Además, lo que para unos puede ser una realidad absoluta, para otros puede no serlo, porque todo depende de la perspectiva de la persona, de sus prioridades, de sus necesidades y sobretodo…del momento.

En el terreno en el que yo me muevo, todos los días ves a madres y padres agobiados por los bombardeos de consejos de su círculo más cercano, porque claro, si son padres/madres primerizos, deben de ser ignorantes por definición y están necesitados de la experiencia de los demás para salir adelante, de lo contrario ¡¡ nunca llegarán a ser padres y madres excelentes!!

Y te guste o no te guste, lo pidas o no lo pidas…ahí estarán los sabios consejos de los demás:

“Este niño no engorda porque tu leche no alimenta” “Si lo acostumbras a los brazos estás perdido/a” “Déjalo que llore, eso expande sus pulmones” “Acostúmbralo a dormir en su cuarto desde chiquitito” “Quítale la teta porque el bebé te tiene como chupe” y muchas y muchas más…y claro, en todas ellas cabe la posibilidad de meter, tanto antes, durante o después las coletillas reglamentarias: “yo en tu lugar” o  “en tu caso, yo lo que haría” o “si te sirve de algo yo lo que hice”…….¡¡lo metí, yujuuu…. ya tenemos salvado el día de hoy!!

Creo que esta no es la mejor manera de ayudar a una reciente pareja de papás/mamás. Esto solo los confunde y los ahoga en su propia desconfianza. Deberíamos de intentar ponernos en el lugar de la persona que lo está viviendo en ese momento y apoyarla, pero sin tratar de vivir la experiencia por ellos (y por supuesto, enmendar nuestros errores  aprovechando la ocasión). Nadie nace sabiendo, pero todos tenemos derecho a aprender por propia experiencia. Eso nos hará crecer como padres/madres y solo eso. Lo demás cae en saco roto, pero puede hacer mucho daño, creedme.

La llegada de un bebé a una casa, además de llenarla de alegría, probablemente la llenará de dudas e incertidumbre para sus papis, sobre todo si son padres primerizos, no obstante, no por ello debemos presuponer que no van a estar capacitados para atender las necesidades de su bebé. Se pueden valer de nuestra experiencia para forjar su propio camino, sin duda, pero dejémosles que decidan ellos y lo más importante ayudémoslos a hacerlo de una manera sosegada y armoniosa.

Cuando su bebé está llorando amargamente, arrebatárselo a su madre de los brazos para calmarlo ejemplarmente ante los atentos y llorosos ojos de aprendiz de madre –porque la estaba viendo muy agobiada-  no es la forma de ayuda que esta madre necesita, porque esto la hundirá aún más en su “creída ineptitud”. Sin embargo, preguntarle…¿Qué crees tú que le pasa? o simplemente susurrarle de forma tranquila: ¿cómo crees que podría calmarse? ¿crees que el bebé está incómodo por algo? ¿podría estar sucio o tener hambre? y  ayudarle a sacar de dentro la solución y su duda, por puro instinto, no porque yo te lo diga (porque tampoco soy infalible)… esto es bien diferente. Ahora es la propia madre la que da con la solución, tutelada por ti o dirigida sutilmente, pero ahora es ella la que lo ha calmado. Al menos con esta opción no vamos a minar su confianza, al contrario, la vamos a reforzar y ayudar a sacar de dentro lo que de verdad siente y probablemente hará que lo afronte de una manera mucho más segura y abierta. Esto sí es ayudar.

Además, incluso una vez pasado el episodio, puedes intentar preguntarle: ¿Cómo te has sentido cuando lloraba? Y dar pie a hablar de sus sentimientos y sacarlos afuera en ese momento. Animarla a que se enfrente a estos pequeños momentos caóticos lo más tranquila posible y con la certeza que serán solventados. Los bebés llorando pueden ser muy agobiantes.

Otro punto en el que nos sumergimos a saco para insertar nuestros consejos, es la alimentación. Cuando una madre está luchando por mantener una lactancia activa a pesar de su inexperiencia, ingurgitación mamaria, dolor de pezones o simplemente ante la baja curva de crecimiento de su bebé, no ayuda dar sentencias del orden de “yo en tu lugar le quitaría la teta, no ves que no le alimenta” o “puede que no te suba nunca, dale un biberón mejor para que se calle” y un largo etcétera de frases más que hacen dudar a la madre y la hunden en su impotencia de no poder alimentar ella sola a su hijo….creedme, eso no es ayudar. Abstengámonos de dar consejos de alimentación y crianza si no somos profesionales, pueden hacer mucho daño.

Y no digo que lo de repartir consejos a domiilio lo hagamos con maldad o con mala voluntad, por supuesto que no (al menos, no siempre). No negamos la buena intención de pretender ayudar, pero… nos hace falta algo de psicología con estos recientes papás. Sobre todo con esa mamá inexperta y agobiada por sus propias hormonas revolucionadas que la verdad, no la ayudan mucho. Esa mamá que duda hasta de su propia existencia y que se siente una mala madre por creer que no puede atender las necesidades de su bebé o que todo lo hace mal. Esa madre que sólo necesita  que se la refuerce un poquito en que ella puede perfectamente y que si necesita ayuda…..sabe que estaremos aquí y que no está sola.  ¡¡Fijaos qué sencillo y qué diferente!!

Debemos intentar  animarles a que confíen en su propia naturaleza a que aprendan a  escuchar mucho al bebé y a sí mismos, desoyendo los consejos de los demás… poco a poco nos iremos conociendo (mamá/papá y bebé) y relajando todos un poco.

Diferente es si la propia pareja te pide ayuda, y por supuesto,  hay formas y formas de ayudar. Ayudar sin imponer, sin condicionar, sin crear desconfianza, sin dejar claro que tú sabes y ellos no.

Y si el “2x1” es inevitable….“escuchar” no es lo mismo que “oír”…¿verdad?..pues eso.

Sordera selectiva…..

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