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Parques nacionales

Fidel Del Campo

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Acotar lugares salvajes como parques nacionales es una idea norteamericana exportada con éxito. Implica no solo la protección de un paraje valioso por sus ecosistemas sino también un concepto de sostenibilidad y un compromiso de turismo activo que casa muy bien con los nuevos tiempos. Si en el mundo la lista es interminable y atractiva, lo recopilan publicaciones como Forbes, en España su número crece. La prueba es la reciente inclusión de Guadarrama en la red de Parques Nacionales. Estamos ante buena excusa para repasar algunos de estos lugares que reflejan fielmente lo mejor de lo poco que queda de salvaje en nuestro país. Tenemos desde calderas cubiertas de vegetación a montañas alpinas o desiertos de dunas móviles. Trato de picotear por algunos de mis favoritos para abriros boca. Lo bueno es que están cerca y son aptos para casi todos los bolsillos. Opciones, pues, geniales para estos tiempos y para planear escapadas con diversión asegurada.

Doñana. Referente mundial en humedales y aves. Un planeta aparte a poco más de dos horas de Córdoba. Si no lo conoces aún no tienes perdón. Olvídate de tópicos porque no es sólo marisma rociera y olé. Sus más de 50.000 hectáreas reúnen bosques de pinos infinitos, matorral mediterráneo, lagunas inmensas que acaban en el horizonte y una franja litoral espectacular, la playa de Castilla, con un cordón de dunas móviles única en Europa. Reúne además dos atractivos:

-Una zona pre-parque fantástica de kilómetros de playa con sorpresas como las de los Médanos entre Mazagón y Matalascañas: una hilera de dunas fosilizadas que asemeja un acantilado entre playa y pinares y cuya única edificación es el centro El Arenosillo de la INTA (la NASA española) desde donde se lanzan cohetes y globos sonda.

-Un organizadísimo sistema de reservas y visitas por dentro, que hace posible conocer el interior en 4x4, guiados por expertos y que incluye paseos de varias horas por cada uno de los ecosistemas que conviven entre Almonte y la desembocadura del Guadalquivir. Y créeme, lo normal, nada más entrar, es que empieces a ver gamos, algún zorro, jabalíes flamencos y una gran variedad de aves. Lo de los linces es casi imposible, pero nunca se sabe.

Para quedarte cerca, Matalascañas reúne la mayor oferta y equipamiento, pero yo me quedo con Mazagón, más de andar por casa, con un apacible puerto deportivo, buenos lugares para comer pescado fresco y ambiente creciente conforme se acerca el verano. Y ni que decir tiene que Almonte y El Rocío, forman parte del parque como entidad viva y habitada.

Aigüestortes. El veterano de nuestros parques, ensartado en una de las puntas pirenaicas al norte de Lérida. Comprende un macizo de picachos, montes, bosques de coníferas y sobretodo lagos. Hay más de 200, todos restos de los glaciares que cubrían estas cumbres cuando los ibéricos se dedicaban a pintar en las cuevas cántabras, mientras el resto de Europa era una pista gigante de hielo. Cuenta con una organizada red de visitas, caminos y centros de información. Un dato importante: es parque pionero en la adaptabilidad para discapacitados. En dos de sus hitos, el llano de Aigüestortes y el lago de Sant Maurici hay pasarelas de madera, aptas para el paseo con sillas de ruedas. Es el sitio perfecto para hacer senderismo. El acceso a pie es libre casi en todo el Parque, algo que lo hace único respecto a la mayoría, mucho más restrictivos. Incluso tiene clásicos para alojarse, como el Parador. Resumo dos atractivos:

-Los valles. El parque engloba un buen rosario de valles. Los hay pequeños y cerrados con una interesante colección de pequeños pueblos románicos. También extensos e históricos como el de Arán, con su capital, Vielha, la mayor ciudad, junto con la aragonesa Jaca, de los Pirineos.

-Los lagos. Son la corona, la guinda del pastel pirenaico. Los hay azules, negros, transparentes, apacibles y extraños. Una extensa red de senderos te conduce hasta ellos. Suelen implicar subidas pero los desniveles varían según la zona y hay puntos de fácil acceso desde vehículos. Merece la pena informarse con un buen mapa e información.

Islas Atlánticas. Un lujazo atlántico en la costa sur gallega, frente a las playazas de Vigo. El Parque está formado por un frente de islas que mira al océano, con un ecosistema marino impresionante y que forma parte del primer parque español que une tierra y agua bajo la misma fórmula de protección. Abren al público, con restricciones, cada verano y se convierten así en una de las pocas franjas salvajes de litoral de la península durante los meses de playeo.

-Las islas Cíes son la estrella. La web del camping permite reservar espacio para acampar allí en verano. También se pide reserva para fondear y bucear, respetando la normativa de conservación. Para acceder a las Cíes hay barco desde Vigo. Operan en verano, desde mediados de junio. Antes hay servicios puntuales fuera de temporada. Esta es una de las navieras. Las playas, a pesar del legendario mal tiempo gallego son algo más que paradisiacas. Es difícil encontrar una arena talco más perfecta y un color entre verdoso y azul tan limpio en toda la Europa atlántica, el agua, eso sí, supera el concepto “gélido” para entrar en el de “congelador atómico”. Pero hay más archipiélagos: Cortegada, Sálvora y Ons. En Ons hay preciosas cuevas marinas horadadas en granito.

-Vigo. Algún día la repasaremos, pero Vigo, la capital económica de Galicia, merece un par de días de disfrute. Es industrial, divertida y muy variada. Una ciudad entre mar y ría con un casco antiguo agradable sin pretensiones y un fantástico mercado que incluye el archi famoso mercado de las piedras, donde comer ostras crudas con limón y vino de las Rías Baixas como manda la tradición.

Guadarrama. Es el último en unirse al club y carece aún de una gestión concreta. El hermano pequeño entre los parques españoles goza de un elemento: su originalidad y es que mientras la mayor parte de sus hermanos son lugares aislados y recónditos. Guadarrama está, literalmente, en un balcón que mira hacia una megaurbe que sobrepasa los seis millones de personas, es decir, Madrid. Reúne un buen trozo del Sistema Central, la cordillera que separa por magia de la geología, las dos mesetas castellanas y que cierra por el norte a la capital española. Se mete entre tierras madrileñas y castellano leonesas, pero siempre mirando desde arriba y hacia arriba. Difícilmente se pueden encontrar cielos más limpios que aquí. Velázquez y los pintores del siglo de Oro ya supieron plasmar la magia de estos picachos del horizonte norte de Madrid, pero pisarlos es mucho más. Entre sus atractivos:

-Una asombrosa flora, con especies de alta montaña mediterránea únicas en la península. Hablamos de más de un centenar de flores, arbustos y coníferas que parecen situarnos en los Urales, cuando estamos a poco más de 50 kms de Madrid, en muchos casos.

-Los puertos, como Somosierra, donde hay neveros todo el año y se puede disfrutar de alta montaña con buenas condiciones de acceso e infraestructura. Las zonas más altas son fácilmente paseables, estando en forma y con buen guía.

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