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El laberinto vaticano

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Fidel Del Campo

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Es centro de poder religioso, terrenal y absorbe más arte que el 80% de los países del planeta. Los aires de cambio papal hacen que sea el momento de dar un paseo por el Vaticano, lugar de zozobras, y susurros de cardenales bajo la Capilla Sixtina. Centro de decisiones desde hace más de 1.000 años. Fuente de noticias y de secretos.

La ubicación de este Estado dentro Roma no es asunto menor. La tradición dice que se construye sobre la tumba de Pedro, la arqueología va más lejos y señala que se asienta en una colina sagrada para los Etruscos... nada es nuevo, todo se repite aunque cambien nombres y jerarquías. En 44 hectáreas se acumula el templo católico de templos, jardines, palacios que van del medievo al renacimiento, museos de infarto, pabellones de congresos y hasta una estación de tren oculta. No deja de ser el último reducto del Imperio Romano, con sus púrpuras (los senadores), su Papa/Pontífice (como nombraban los romanos a sus emperadores) y el boato de una corte de unos pocos de miles de funcionarios que gestionan una de las más poderosas creencias religiosas del planeta. Y dentro, explosión de arte.

Plaza de San Pedro. El gran abrazo de Bernini a la Humanidad. Dos hileras de columnatas curvas que enlazan a Roma con San Pedro y rodean la gran plaza/foro del catolicismo, presidida por un obelisco del viejo circo neroniano que ocupaba parte de la zona. Arquitectura del siglo XVII, o sea, barroco en su máxima expresión. Mussolini teatralizó aún más la plaza, arrasando el viejo barrio medieval que daba a San Pedro para construir la Via della Conciliazione, una avenida casi perpendicular al Tíber que permite ver San Pedro desde el río. Sirve de antesala una plaza rectangular, menos extensa, pero que sitúa al caminante en la perspectiva perfecta, con las columnatas a cada lado y la armónica gigantez de San Pedro y su cúpula. Bernini era consciente, y lo logró, de que este recinto al aire libre debía ser un templo para el rezo, la congregación y una demostración de la grandeza de la Iglesia y de su poder. Hasta el pavimento de granito y mármol tiene su función, con los juegos geométricos perfectos para llevarte, visualmente, al centro de la plaza y a su frente.

Basílica de San Pedro. Es ejemplo de que, a veces, el gigantismo es capaz de ser equilibrado y producir armonía. Claro que si los planos proceden de Bramante y Miguel Ángel es inevitable que la perfección anduviera cerca. La basílica está hecha sobre el primitivo templo medieval y a su vez sobre una necrópolis donde se enterró al fundador de la Iglesia, pero la visión es homogénea. Nada de mezclas. Se construyó de cero en el XVI, cuando el renacimiento cedía a los recovecos del barroco. Para ello se derribó lo antiguo (no había ninguna Unesco que impidiera tales cosas). La fachada triunfa en colosalismo, pero lo que manda es la cúpula: 42 metros de perfección diseñados por Miguel Angel. Brutalmente ligera, blanca y potente. En el interior te espera una nave central y dos laterales, dispuestas para la culminación al frente, junto al altar, del baldaquino de Bernini, hecho con los bronces del Panteón de Agripa/Adriano. Situado bajo la bóveda de la gran cúpula, cubriendo la tumba de San Pedro. El baldaquino hace las veces de enorme toldo sustentado por cuatro columnas retorcidamente salomónicas. Es imprescindible admirarlo con tiempo. Y un último hito en el interior: La Piedad de Miguel Angel, desgraciadamente cubierta por un cristal de seguridad, justo nada más entrar a la derecha. Bajo pago, para los amantes de la altura, se puede subir a la cúpula y dominar Roma, como Carlos V.

Palacio y Museos Vaticanos. Cuántas elucubraciones religiosas, políticas e incluso militares habrán oído los muros de los apartamentos papales... La casa de los Papas, mirando a Roma, es un complejo de más de ¡11.000! salas donde se amalgaman construcciones desde el Medievo. Laberinto dentro del laberinto. Solo puede visitarse la parte habilitada para albergar los museos vaticanos, pero pasarás, porque es recorrido obligado, por las habitaciones de Rafael, lugar de alojamiento de Julio II, justo encima de los apartamentos de los temibles y temidos Borgia. Os hablo de salas pintadas por Rafael a principios del quinientos, con escenas como La Escuela de Atenas. A pocos metros, otro sitio para pisar: la capilla Niccolina, del siglo anterior y con unos preciosos frescos, aún góticos, de Fra Angelico. Todo huele a Historia, advierto. Y claro, siguiendo el recorrido llegarás a la Capilla Sixtina, el “plató” de los cónclaves donde se seleccionan los Papas. La sensación al entrar es lo más parecido a sumergirte en el interior de un cuadro. Miguel Angel te inunda de color, hombres, mujeres, ángeles... Bien y mal. Belleza en desnudos y horror al vacío. Y reitero lo del color, pues la restauración terminada a mediados de los noventa nos demostró que el maestro nada habría tenido que envidiar del Technicolor cincuentero más chillón. La Creación preside el conjunto, en lo alto, con la unión de la mano de Dios y el Hombre. Aquí puedes ver una espectacular fotografía en 3D de la sala de frescos más impresionante del mundo. Entra y goza. Lástima que la masa te impedirá, de seguro, quedarte más tiempo y que la gente no se callará ni dejará de usar flashes mientras riñen los guardias, pero incluso así, tendrás la sensación de ver algo irrepetible. Y el resto…pues pura barbaridad artística. Te enfrentarás a kilómetros de galerías, una apabullante colección de escultura clásica, retratos, bustos imperiales, y una pinacoteca que resume el paso del Hombre por este planeta como ninguna otra. Hazte con un buen croquis, guíate y selecciona. No olvides el patio exterior del Cortile della Pigna y resígnate a que no verás más que una pequeña parte.

Los Jardines. Los verás desde los museos, varias galerías están dispuestas en torno a ellos, pero también hay visitas guiadas por su interior, con una ventaja: nunca están tan masificadas como las de la Basilíca y los Museos. Es parque desde el siglo XVI. Reúne prados, arboledas, fuentes y pabellones donde se reparte el funcionariado vaticano. Por allí está el mini convento habilitado por Juan Pablo II en donde Benedicto XVI pasará sus últimos días como Papa no reinante. Alberga hasta un observatorio astronómico, chalés, un palacio de justicia y hasta la que fuera primera estación de radio vaticana.

Consejos para la visita. Hay que madrugar mucho. Las colas para entrar en la basílica de San Pedro y en los museos Vaticanos no tienen final. Lo mejor, hacer reserva online con hora fijada. Merece la pena. Se trata de echar un día entero, lo justo para poder recorrer sin excesivas carreras la sucesión de salas. Lo ideal, entrar primero en San Pedro para luego salir a todo correr hacia la entrada de los Museos y el Palacio Vaticano, justo en uno de los laterales de la ciudad papal. La entrada a la basílica es gratuita con la única restricción de que haya algún culto. Para los Museos, Palacio y Jardines hay combinaciones de tarifas en función del tiempo y las ganas, así que os recomiendo que veáis antes la oferta y así no os mareáis frente a las taquillas. Es bueno ir con lo mínimo pues estarás muchas horas de pie y hay que pasar controles en los accesos. En los Museos hay una cafetería, no muy cara, donde hacerse con un buen trozo de pizza y una bebida. Merece la pena comer rápido y aprovechar.

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