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Viernes Santo

Carlos Puentes

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Pisamos ya casi las últimas horas de esta tranquila y poco penitente estación de penitencia, a excepción de lo que tenga que ocurrir la mañana del próximo domingo. Quedarán las calles mudas, dominadas de nuevo por el sonido del tráfico, y el de los rebuznos propios del gentío que acostumbra a pasearlas. Una capa de pringue irá desvaneciéndose poco a poco hasta rozar el verano, según apriete el Lorenzo, y el caucho de los neumáticos decida ir restregándolo por el asfalto.

Las cruces de madera policromada darán paso a las de flores, para dejar constancia el origen del rito de la primavera en esta tierra de fieles. Rachearán hoy las últimas suelas, cubiertas por el silencio de un respeto que uno no acaba de entender, bajo el mismo sol de justicia que habrá permitido uno de los mejores registros en la caja, la A y la B, del producto interior bruto cordobés.

La dorsal anticiclónica ha sido la indiscutible protagonista de la semana. Gracias a ella, esa masa de aire de alta presión, durante seis días se ha disfrutado del tiempo perfecto que hosteleros y cofrades (y cofrades hosteleros) ansiaban con anhelo para cubrir sus necesidades. Casi nada. La dinámica en la tarde de hoy será casi la misma que en días anteriores, con una salvedad.

La dorsal, al igual que la Semana, comenzará a morir. Desde la media tarde empezará su debilitamiento, que acabará en los próximos días con la disolución total de la misma, muerta por el potente empuje de la conexión entre centros depresionarios que se dará sobre Francia, y que en última instancia terminarán por permitir la entrada de un par de frentes hacia la Península Ibérica a partir del próximo domingo.

En cristiano para que se entienda. La mañana y tarde de este Viernes Santo lucirán espléndidas, para ir cerrando el cielo con la entrada y presencia de nubes altas según muera el día y aparezca la noche, un epílogo perfecto salido de la brocha de Botticelli, como si con el tañido fúnebre de las campanas terminase un ciclo para empezar otro. La lluvia se hará esperar, pero encarará la tarde del Domingo de Resurrección, para devolvernos el recuerdo de que aún seguimos en abril.

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