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Los amantes eternos

Redacción Cordópolis

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Only lovers left alive (Jim Jarmusch, 2013)

Hace ya casi veinte años desde que Abel Ferrara rodase The Addiction (1995), su personal visión del mito del vampiro, que en su cinta se terminaba inevitablemente mezclando con dos de sus grandes temas: la droga y Nueva York. Sólo era cuestión de tiempo que el otro gran cineasta underground estadounidense -y neoyorquino, aunque lo sea por adopción-, Jim Jarmusch, acabara también entregando su particular acercamiento a tan legendario y popular tema, a través de la que con toda seguridad sea su mejor película en mucho tiempo.

Ha sido larga la travesía por el desierto del autor de Dead Man (1995), tal vez por ello resulta aún más esperanzador, nostálgico y triste volver a encontrarse ante una cinta que revela tan poderosamente el vacío de su ausencia y el calor de su presencia: es decir, el lugar que Jarmusch ocupa en el cine norteamericano -y porqué no, mundial- y la imposibilidad de encontrarle un sustituto. Si hubo alguna vez alguien con quien compartiera una visión del mundo y un parecido concepto del cinematógrafo este fue probablemente el Wenders de finales de los setenta y de toda la década siguiente, con el que también se repartió a Robby Müller, arquitecto de buena parte del estilo visual y cromático de su obra y al que el cineasta coloca entre los retratos que componen el altar de ídolos de su protagonista Adam.

Only lovers left alive tiene algo de El cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin, Wim Wenders, 1987), aunque tan sólo sea en su atrevimiento al mostrar a los vampiros como seres eternos que cargan con la memoria de la humanidad, con sus esperanzas, sus sueños rotos, sus recuerdos y sus iniquidades. En realidad, la pareja protagonista de Only lovers left alive, Adam y Eve, son el primer hombre y la ¿segunda? mujer -la primera sería Lilit[1], que en la película podría estar representada por Ava- como también lo eran el ángel Damiel y la trapecista Marion en su declaración de amor final.

Jarmusch elige la soledad de los amantes perpetuos para construir una primera hora modélica, de gran cine, que probablemente se encuentre entre lo mejor que ha rodado jamás. La cinta, lánguida y romántica hasta el paroxismo, de una belleza decadente, se sirve de los planos cenitales, que nos traen a la memoria al Terence Davies de The Deep blue sea (2011), para presentar a la pareja (magistral ese fundido final con el tocadiscos), en sus vidas eternizadas en Detroit y Tánger. El salto de la despoblada y arruinada ciudad estadounidense, símbolo de la gripada economía capitalista, con sus enormes descampados invadidos ya por el wilderness (los aullidos de los lobos no cesan de escucharse), crea un sabroso contraste con la serpenteante vivacidad del entramado de callejas blancas de la ciudad africana; como también lo harán las dos pasiones a las que se dedican cada uno de los enamorados: Eve (Tilda Swinton), voraz lectora y coleccionista de libros; Adam (Tom Hiddelston) músico underground y coleccionista de guitarras.

Uno no puede sino rendirse extasiado ante toda esa panoplia de referentes románticos que confieren a Only lovers left alive esa singularidad imperfecta, inacabada, incierta, que la hacen tan subyugante: desde el caserón de Adam y el reencuentro de los amantes en Detroit, a sus paseos nocturnos en coche por las solitarias calles de la ciudad, pasando por su contemplación del techo del famoso teatro Michigan, ahora en ruinas y convertido en un aparcamiento. Mención aparte merece el retablo de instantáneas y retratos que forman la particular chambre verte del protagonista -verdadera declaración de intenciones del propio Jarmusch- y donde aparecen enmarcados y hermanados Joe Strummer, Johann Sebastian Bach, Claire Denis, Mary Wollstonecraft, Aki Kaurismäki, Bo Diddley, Franz Schubert, Chrissie Hynde, Franz Kafka, Edgar Allan Poe, Bruce Lee, RZA, Screamin' Jay Hawkins, Gustav Mahler, Henry Purcell, Tom Waits, Charles Baudelaire, Luis Buñuel, William S. Burroughs, Sitting Bull, Max Ernst & Dorothea Tanning, Robert Johnson, Buster Keaton, Nikola Tesla, Rumi, William Blake, Arthur Rimbaud, Hedy Lamarr, Patti Smith, Charley Patton, Emily Dickinson, Jean-Michel Basquiat, Robby Müller, John Coltrane, Mark Twain, Isaac Newton, Marcel Duchamp, Fritz Lang, Naomi Klein, Frank Zappa, Iggy Pop, Thelonious Monk, Harpo Marx, Susan Sontag, Black Elk, Rodney Dangerfield, Christopher Marlowe, Geronimo, Samuel Beckett, Jane Austen, John Keats, Oscar Wilde, Jimi Hendrix, Nicholas Ray, Hank Williams, Billie Holiday y Neil Young.

Precisamente, Christopher Marlowe[2] (encarnado por el veterano John Hurt), tercer vampiro del grupo y que tiene cierto ascendente paterno sobre el personaje de Eve, representa esa inclinación a la oscuridad, al fracaso, a permanecer en las sombras de la Historia y dejarle el protagonismo, la fama y la posteridad a otros. Ese es el credo del propio Adam, que mantiene su figura como guitarrista de culto en el anonimato, a pesar de que no pueda hacer lo mismo con su obra; y eso es lo que incorpora una presencia como la de Marlowe, ideal, por lo que en la actualidad representa, para dar carta de naturaleza a esa filosofía vital y artística.

Después del embrujo al que nos somete Jarmusch en esa primera hora prodigiosa, habrá a quienes chirríe la irrupción de Ava (a la que da vida Mia Wasikowska) y el caos; pero eso sería pasar por alto quién es realmente Jarmusch y de dónde procede, olvidar su cultura musical, su gusto por el contraste y la mezcla (¡y qué mejor prueba de su provocadora heterodoxia que la maravillosa galería de ídolos de Adam/Jarmusch!), y su tendencia al comentario posmoderno, que recorren toda su carrera, amenazando con desequilibrar obras redondas (Dead Man, Only lovers left alive, etc.), pero añadiendo, a cambio, elementos de un humor muy personal y dinamizador, que liman la gravedad de algunas de sus historias. De su personal contrapunto humorístico proceden esos impagables hallazgos como los polos de sangre; la broma con los Doctores Fausto, Strangelove, Watson o Caligari; el videoclip de Soul Dracula; y los chupitos de hemoglobina (sus protagonistas se niegan a clavar los colmillos a nadie, algo que definen como una actividad bárbara del siglo XV; de hecho, viven del mercado negro, exponiéndose a morir por la cada vez más contaminada sangre de los hombres, a los que llaman zombis), que tienen el efecto de un chute, y que Jarmusch filma con el  Trombone shot o Dolly zoom que creara Hitchcock en De entre los muertos (Vertigo, 1958).

De vuelta a Tánger, acorralados por la desaparición de sus camellos, abocados a la extinción, decidirán dejar de luchar contra el impulso primitivo que les empuja a morder un jugoso cuello y elegirán sobrevivir, seguir perdurando en otros amores, en otros dobles. El plano final, el ataque de los protagonistas a otra joven pareja que se besa furtivamente en la cálida noche árabe, será filmado por Jarmusch, en una de sus divertidas audacias, con la pareja de vampiros lanzándose a la cámara, sobre el espectador.

[1] Figura legendaria del folclore judío de origen mesopotámico. Se la considera la primera esposa de Adán, anterior a Eva. Según la leyenda (que no aparece en la Biblia), abandonó el Edén por propia iniciativa y se instaló junto al mar Rojo, uniéndose allí con Samael, que se convirtió en su amante, y con otros demonios. Más tarde, se transformó en un demonio que rapta a los niños en sus cunas por la noche y se une a los hombres como un súcubo, engendrando hijos (los lilim) con el semen que los varones derraman involuntariamente en sus poluciones nocturnas. Se la representa con el aspecto de una mujer muy hermosa, con el pelo largo y rizado, generalmente rubia o pelirroja, y a veces alada.

[2] Dramaturgo, poeta y traductor inglés del periodo isabelino. Popularizó el verso blanco incorporándolo a su teatro. Es considerado como el gran predecesor de Shakespeare. Actualmente existe un debate sobre su autoría en varias obras del Bardo.

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