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Manual para políticos principiantes

Antonio Manuel Rodríguez

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Padre e hijo veían las noticias en la televisión. La bronca infame por unos sillones en la constitución del parlamento andaluz. La detención de un exministro, exbanquero y exdirector del Fondo Monetario Internacional... Entonces el niño preguntó cómo dominar el mundo. Su padre no supo qué decir. Desconcertado. Pasados unos segundos, contestó: tratando a los seres humanos como animales. Y le puso tres ejemplos de gobierno con vacas, pulgas y pinzones.

1.- La mejor manera de conducir una manada de vacas consiste en maltratar a la descarriada en presencia de las demás. De nada sirve reintegrarla sin castigo o castigarla demasiado lejos. En un caso, el delito queda impune e invitaría al resto de vacas a escapar; en el otro, la pena sólo es efectiva con quien la padece. Las penas deben cumplir una misión ejemplificadora. Y dar miedo. Ésa era razón última de los autos de fe. Antes se practicaban en el Campo de la Verdad. Hoy, desde un perfil de twitter o facebook. Siempre, en cualquier corro de taberna. El vaquero ejecuta el auto de fe con la vaca que creyó ser humana. Y yo conozco a demasiados políticos que sólo les falta mugir y dar leche.

2.- Uno de los métodos para domar pulgas consiste en encerrarlas dentro de una caja. De cristal, a ser posible. Los insectos se estrellan contra las paredes hasta perder la esperanza de fuga. Aceptan que su mundo es cúbico. Mutilan su capacidad de salto. Su libertad. Y cuando salen al escenario, actúan como si vivieran en una cárcel transparente.

3.- A los pájaros pinzones se les arranca los ojos al nacer para que canten a cualquier hora y en cualquier circunstancia. Una impostura. A ellos les da igual. No se quejan porque no se ven. La ignorancia impuesta provoca epidemias de felicidad. Por eso matan al pájaro que calla repentinamente. Para evitar que enferme de tristeza y la contagie a los demás. La verdad merece una sonrisa. Y la verdad democrática un concierto de pinzones.

El niño preguntó a su padre si conocía algún animal indomesticable. El padre dijo que sí. El salmón. Todos los peces acompañan el curso de las aguas. Río abajo. El salmón lo remonta desacatando la ley de la democracia aparente. Solo. Es cierto que mueren muchos por el camino. Pero gracias a su actitud rebelde consigue salvar la especie. Pocos entienden a los salmones. Unos los toman por locos. Otros, por suicidas. Provocadores. Mártires. Incluso, modelos de conducta. Que nadie se engañe. Nadar río arriba no los hace más libres. Todo lo contrario. Los salmones son los animales más esclavos de su genética. Acatan la tiranía de la libertad porque no les queda otro remedio. Por instinto de supervivencia.

El niño preguntó a su padre qué animales eran ellos. El padre sonrió antes de atribuirse la condición de gamba. El único animal que lleva el corazón en la cabeza. Que piensa cuando siente y siente cuando piensa. Y tú, hijo mío, me temo que algún día serás un político. El único animal capaz de hacer ese tipo de preguntas. Sólo deseo que si algún días llegas a serlo, te comportes como un salmón y no trates a la gente como a vacas, pulgas y pinzones. Porque las vacas que se apartan de la manada, las pulgas que huyen del cerco, y los pinzones que guardan silencio, son los animales más humanos que conozco. Eso le dijo. Y volvió a ver la televisión. Con la mirada turbia.

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