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Miedo a tener miedo

Oliver da una camiseta del Córdoba con el 30 a Sandoval | TONI BLANCO

Paco Merino

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No todos los clubes se atreven a presentar a un nuevo entrenador un martes y 13. Igual es que José Ramón Sandoval no es supersticioso, aunque esa cuestión se aclaró cuando el recién llegado posó agarrando una camiseta blanquiverde con el dorsal 30. “Es el que tenía cuando me presentaron en el Rayo Vallecano y acabamos ascendiendo. Y también es el número de puntos que nos quedan para salvarnos. Es un número que me gusta, me trae suerte”, soltó el madrileño ante las cámaras en medio de ese ritual de forzado optimismo que son las presentaciones. Se entienden las almibaradas declaraciones de intenciones cuando uno acaba de aterrizar, pero no es lo mismo en verano -cuando todos somos guapos y vamos a jugar de fábula- que cuando uno acude al rescate de un proyecto metido en problemas muy serios. Y Sandoval, señores, es ya el cuarto inquilino del banquillo de un Córdoba que sigue dando bandazos en Segunda. Ha despedido a siete, ha fichado a diez -aunque dos están todavía sin inscribirse- y ha cambiado todo lo que uno puede cambiar: de propietario, de presidente, de jugadores, de entrenador y hasta de césped.

La gente quiere ilusionarse, pero no se lo ponen nada fácil. Si uno quiere llenar un estadio tiene una receta infalible: fútbol vistoso -o decente, al menos- y entradas baratas. En El Arcángel, la falta de uno de los ingredientes se compensa con el otro. Los abonados pueden llevarse un par de entradas por dos pavos para el derbi del próximo domingo. “El corazón de un equipo siempre es siempre su afición”, dice el lema de una campaña que pretende llenar otra vez las gradas. Juanjo Narváez -un talento emergente del Betis- y Reyes -una leyenda del Sevilla- se funden con un abrazo con Jovanovic y Guardiola, los dos futbolistas más vendibles, en un cartel que tiene como fondo una mezcla de aficionados de dos épocas: una, la actual; otra, la del legendario partido en el Colombino de Huelva en el que el club logró ascender por primera vez a Primera. Fue en 1962. No había nacido todavía Jesús León, el actual presidente.

Esto es el Córdoba. La nostalgia como terapia. La fuerza de un corazón que late en un cuerpo magullado y sin músculo. Emoción, toda la que quieran; fútbol, un poco menos. Sandoval viene a arreglarlo. A ver qué tal le va, aunque cuando dijo en la sala de prensa que “hay que disfrutar del camino” a alguno se le escapó una mueca indefinible. El cordobesista ya sabe que sus éxitos suelen llegar por casualidad y que en medio de los problemas es donde se encuentra su verdadera esencia. La vida o la muerte deportiva del club no la marcará la clasificación, sino el aguante de su hinchada. Cuando ésta diga basta, olvídense de campañas y fanfarrias.

“La palabra bajar hay que sacarla del diccionario”, dijo Sandoval. Una teoría estupenda. Sobre todo porque lo que hay que hacer es ascender. A día de hoy, el Córdoba es carne de Segunda B -y su filial de Tercera, por el efecto dominó-, así que mejor que tengamos todos claro dónde estamos y qué es lo que se puede hacer. Para dejar a cuatro por detrás, el equipo ahora de Sandoval debe recortar once puntos al adversario que marca el límite de la permanencia: el Almería de Lucas Alcaraz. Si quiere empezar a hacer creer a todos -y ante todo a sí mismo- que puede hacerlo, ahí viene este domingo el Granada de José Luis Oltra. Viejos fantasmas se aparecen en el paseo del horror que está siendo esta temporada descabellada, que empezó como una película de buenos y malos y que ha ido enrevesando el guión para desembocar en un espectáculo inclasificable. Solo para valientes que tienen miedo a tener miedo.

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