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Aficionadas cordobesistas en Cádiz | LOF

Paco Merino

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Todo el mundo raja de todo el mundo. Va bien la cosa en el Córdoba, que siempre tiene algo que ofrecer a su distinguida clientela. Si no son resultados deportivos, son líos en los que se mezclan números y cuestiones de honor. Al personal se le abultan las venas del cuello y se siente realizado en ese estado de indignación permanente tan clásico de aquí. Todo es un drama. Y encima sale el presidente, abanderado de una nueva era, para recordarnos que somos unos tiesos y que más vale cerrar la boca porque los aficionados disfrutan de los abonos y las entradas más baratas de todo el fútbol profesional español. Y que eso, el pagar poco, no les da derecho a quejarse ni a sentir que la temporada ha sido “dramática”. Para los González, sí. En “clave interna” tienen un alto nivel de autoexigencia y no les satisface nada que no sea estar entre los seis primeros para pelear por ascender a Primera. La gente, los que pagan una miseria por su localidad y desgranan sus frustraciones en la basura del Twitter, lo que tiene que hacer es aplaudir y animar. A la japonesa o a la cordobesa, con el paquete de pipas y embutidos en la camiseta oficial.

Si la Liga hubiera durado once jornadas, concretamente la once últimas, el Córdoba hubiese sido campeón y ascendido a Primera. También podríamos contar que salvó la categoría en la penúltima jornada y que despachó la segunda vuelta más cochambrosa que se recuerda, con cinco puntos capturados sobre treinta posibles. La Segunda División es una liga muy perra. Da argumentos para ilusionarse y para deprimirse. En el Córdoba, que tiende históricamente al tremendismo, tenemos un problema con el tema de los objetivos. El primero que habla queda preso de sus palabras. Si no concreta nada, es un pamplinas. Si habla de subir, ese será el baremo para valorarlo todo.

No está de más recordar unos cuantos episodios. El Córdoba subió por última vez a Primera sin habérselo propuesto. Luego hizo el ridículo en la elite, descendió, vendió a sus mejores jugadores y lo intentó con un plantel low cost. Le salió mal. Salvó el pellejo, pero esta vez no tuvo la habilidad de convertir la solución a sus problemas en una hazaña que emocionara a su hinchada. Otras veces fue así. En este curso, muchos pensaron que se lo merecía. Y quedó un ambiente horroroso. Lo pudo cambiar algo el presidente, Alejandro González, el más joven del panorama del fútbol profesional español. No suele prodigarse en los medios de comunicación locales, en una estrategia propia de la última época en el Córdoba. Esta vez hizo una excepción y se sentó con Carrión para jugar en casa en los estudios de una televisión local. Con toda naturalidad, la armó.

Comparó a los abonados del Córdoba con clientes de una televisión de pago, diciendo que no pueden exigir los servicios premium si pagan el paquete básico. Lanzó sus puyas a la Agrupación de Peñas, a tertulianos de los medios de comunicación, a la asociación de Minoritarios CCF o a los Veteranos. Todo con una sonrisa. Igual ahora le pega una subida a los carnés para que la gente pueda exigir un poco más. ¿Qué puede esperar uno que paga cinco pavos por dos entradas? Por ver un partido de benjamines en el que puede jugar tu hijo te cobran casi el doble en cualquier recinto deportivo de la periferia. A esto hemos llegado. Habrá que ver cómo responden los seguidores a la campaña que lanzará el club en los próximos días, previa presentación de algún fichaje o renovación. Igual los clientes pasan de largo por delante de un escaparate que ya está muy visto.

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