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Movidas y milongas (I)

Un jugador del Córdoba se tapa la cara con las manos en El Arcángel | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Pues mira qué bien. A un punto del descenso y a dos del colista. Y eso, con ser grave, parece lo de menos en un Córdoba que llega a la primavera con el personal revuelto y un pestazo a fin de ciclo que atufa. Recemos juntos. Al frente de todo está el presidente más joven del panorama nacional, Alejandro González, 25 años, que recibió en diciembre el regalo de manos de su padre, Carlos González, el dueño que ve los partidos detrás de los cristales tintados de un palco privado. El entrenador, Carrión, es un hombre de la casa que solamente había dirigido un partido en Segunda en toda su vida antes de tomar el relevo de Oltra. La decisión la tomó, según se encargó de recalcar el club, el leonés Emilio Vega Arias, un director deportivo que ya no está. Le despidieron hace unas semanas y en apenas siete días encontró curro en la Sociedad Deportiva Huesca. Por cierto, nadie le sustituyó.

En los despachos ha habido terremoto, que ha tenido sus réplicas en el filial. Empezó el curso Carrión, al que promocionaron al equipo de Segunda. Le sustituyó Carlos Losada, pero el equipo entró en barrena -también es cierto que algunas de sus piezas clave ascendieron al A- y hace una semana hubo despedida -cariñosa, esta vez- de Losada y promoción de Jorge Romero, que formaba parte del cuerpo técnico de Carrión. Le tocaba debutar este pasado fin de semana, pero no pudo ser por problemas con la tramitación de la ficha y en el banquillo estuvo Salva Romero, cuyo cometido habitual estaba en el departamento de comunicación. En fin, lo mejor del asunto es que ganaron 3-0 a la histórica Balompédica Linense y salieron de los puestos de descenso. Ahí comparten dolores con los mayores. Ambos están fuera, pero bailan en el alambre.

Tenemos un equipo de fútbol cuyos abanderados son un puñado de veteranos con el contrato a punto de expirar, de quienes se espera que se comporten del modo que se supone que deben hacerlo quienes saben el oficio. El último partido lo jugó el Córdoba sin centrales, con dos pivotes reconvertidos en medio de un sistema que se va modificando a bandazos, entre la desesperación y la invocación a un cambio de dinámica que surja del cambio aleatorio de piezas. Y si hay que cambiar al portero, pues se cambia y no pasa nada. O sí. Quién sabe. Nos hemos tirado un puñado de meses escuchando que la plantilla era estupenda y que no había nada que mejorara lo que hay, pero ya no vamos a hablar más de eso. El Córdoba está donde está porque los resultados lo han puesto ahí. No hay que llorar ni sentir vergüenza. Allá quien quiera reclamar ahora que los culpables den la cara, que pidan perdón públicamente y que juren que cambiarán. No sucederá nada. Como mucho, se irán. Y el Córdoba seguirá aquí.

La afición se ha unido cuando el club lo ha pedido, pero lo ha hecho a su modo. Ha huido de los viajes patrocinados, de las pancartas por concurso y de la alegría de las entradas regaladas para advenedizos. Esta semana salió a la luz la creación de una plataforma, El Córdoba Somos Nosotros, que pretende aglutinar a los colectivos de animación, peñas y aficionados que “amen y sientan al Córdoba”, según explicaron los promotores de una idea que nace del descontento del núcleo duro del cordobesismo con la gestión que está realizando la familia González en la sociedad. La hinchada está que trina. No hay un solo equipo en el fútbol profesional español que presente un balance tan infame en su hogar en el último trienio como el Córdoba. El Arcángel, pese a todo, sigue siendo uno de los recintos más concurridos. De esto va el fútbol. El negocio es otra cosa. Y el modelo, señores, se agota.

Esto es lo que ha pasado. Este sábado todo empieza de nuevo. Quedan 14 partidos y el Córdoba tiene 30 puntos. Pongamos el contador a cero. Cada uno en su sitio. Hagamos nuestro trabajo. Y vamos a por los cincuenta.

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