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'Chapi' Ferrer, el obrero que más brillaba

Paco Merino

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Si hay un puesto en el fútbol que goza de poco prestigio social es el de lateral derecho. Ser delantero centro es genial. Te miran con otros ojos, te sientes deseado, sales en todas las fotografías cuando haces tu trabajo -marcar goles- y también, y sobre todo, te pagan un sueldo más alto. Un buen mediocentro organizador tambien disfruta de un sólido estatus, como un extremo zurdo e incluso un portero. Parece que ser lateral derecho es algo que puede hacer cualquiera. Es un sitio que luce poco, muy sacrificado y expuesto.

Si te equivocas, el equipo lo pasa mal. Si no subes la banda, malo; y si lo haces, peor a no ser que termines la acción con un medido centro que alguien -el nueve, el guapo de la fiesta- remate a gol. Porque si no es así y te pillan adelantado... El 2 suele ser un obrero. Pero se puede llegar a ser una estrella del fútbol actuando en el lado derecho de la defensa. Albert Ferrer Llopis (Barcelona, 1970) lo consiguió en la década de los 90, cuando era una pieza clave en un floreciente Barcelona. Ganó con la camiseta azulgrana todos los títulos posibles: Liga, Copa del Rey, Copa de Europa, Supercopa de España, Supercopa de Europa, Recopa... Siempre haciendo lo mismo. Y haciéndolo de forma sensacional.

Con el apodo de Chapi, que aún conserva, marcó una época como zaguero diestro. Atosigante, concentrado, duro y eficiente. Lo suyo siempre fue defender. Sólo marcó un gol en toda su vida en Primera. Lo hizo en el último minuto de un Espanyol-Barcelona de la Liga 91-92. Aquello terminó con 0-4 y abucheos a Javi Clemente, técnico perico, que fue el que siempre confió en él para formar parte de la selección española antes de la bautizaran como La Roja y empezara a ganar compulsivamente torneos internacionales.

Con España jugó Ferrer un par de Mundiales: el de Estados Unidos'94 (el del codazo de Tassotti a Luis Enrique) y el de Francia'98 (el del cante de Zubizarreta y la humillación frente a Nigeria). Eran tiempos duros, de furia española y maldiciones de cuartos. Allí estuvo el Chapi. Dando el callo, resoplando por la banda, dejándose el pellejo como un buen lateral derecho. Siempre honrando su oficio y su posición, por más que otras acumulen más focos.

El destino ha querido que su primera experiencia como entrenador en España -sólo ejerció hace tres años, durante unos meses, en el Vitesse holandés- sea en el Córdoba, una formación que colecciona desde hace un decenio fichajes de jugadores en ese puesto. Ferrer estará ayudado por su segundo entrenador, Sánchez Jara, que jugó en Primera -con una carrera más modesta en Betis, Racing, Sporting- como lateral derecho. El tercero en el staff, Luis Miguel Carrión, también se ganó las habichuelas como lateral derecho. Dirán algunos que vaya tela, que con tres defensas al mando el equipo tendrá un corte reservón. Error. Nada tiene que ver. Al Córdoba más ofensivo de todos los tiempos lo entrenó un central, Paco Jémez. Y acaba de salir por la puerta un delantero, Pablo Villa, porque el equipo no le marcaba a nadie. Y no digamos nada de la frustrante etapa de Esnáider, el nueve pinturero por excelencia cuando estaba en activo como jugador. No tiene que ver nada lo que uno hizo como futbolista con lo que puede hacer con la pizarra en la mano.

Con Ferrer, la cuestión está aún por ver. Su bagaje es escaso. Lo llamaron desde Holanda para salvar del descenso al Vitesse y lo logró. Luego se fue y hasta hoy. Han pasado tres años. En su presentación ante los medios dijo que su referente es Johan Cruyff, al que admira por su fútbol “bonito y a la vez práctico”. “Sólo tocando el balón no se llega a nada en el fútbol de hoy; hace falta intensidad”, declaró. Por ahí va su teoría. La práctica, desde el domingo en El Arcángel.

Ferrer ha tenido una trayectoria de futbolista antiguo. Nada de estar con la maleta de aquí para allá. Sólo un año de cesión al Tenerife, para foguearse, y dos clubes de primer nivel: Barcelona y Chelsea. Ocho años en uno y cinco en el otro. Nou Camp y Stamford Bridge. Títulos a mansalva. Internacional en todas las categorías desde la sub 18 hasta la absoluta, fue un puntal en dos formaciones míticas: el Dream Team de Johan Cruyff y la Quinta del Cobi, el equipo que conquistó la única medalla de oro para el fútbol en unos Juegos Olímpicos. Allí, en Barcelona 92, estuvo al lado del cordobés Rafa Berges. Vistió por última vez la camiseta de España en el 2000, en un amistoso en Sevilla ante Argentina. A su lado estaba Paco Jémez. Con 28 años se fue al Chelsea en 1998, en una época en la que la Premier todavía no había ejercido el efecto imán sobre las figuras españolas. Fue un pionero. Estuvo un lustro con los blues antes de decir adiós en 2003.

Desde entonces se le ha podido ver como comentarista para canales como Antena 3, La Sexta y Canal+Liga, o colaborando en la emisora Onda Cero. Ahora es el entrenador del Córdoba. Tal y como le sucedió en su estreno en los banquillos, le llaman para resolver una situación problemática. En 2011, el Vitesse era penúltimo en la Eredivisie holandesa y buscaba un revulsivo para mantener la categoría. Ferrer logró el objetivo, pero desavenencias con la dirección del club impidieron que continuara. Con el Córdoba se ha comprometido hasta el final de la presente temporada. Su continuidad depende del desenlace: le han garantizado la renovación si el equipo termina entre los seis primeros. Si eso sucede, el Chapi podrá cumplir, catorce años después de retirarse, el reto de cualquier entrenador: montar un equipo desde el principio. Un sueño de fútbol para alguien que lo ha jugado en el césped y lo ha contado en los medios. Ahora quiere crearlo.

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