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Gran Teatro de Córdoba, un edificio y un servicio público deficientes

Alfonso Alba

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El día 7 de enero de 2016 acudí con unas amigas a ver el espectáculo programado ese día por el Gran Teatro de Córdoba. Al término de la función, cuando me disponía a salir del patio de butacas, tuve una caída cuyas consecuencias físicas aún padezco. También sufro todavía, más de un año después, los tediosos trámites administrativos que han seguido a la correspondiente reclamación que presenté en su momento, tanto ante la dirección del Instituto Municipal de las Artes Escénicas (IMAE),

como a través de FACUA. Porque el accidente tuvo su origen en deficiencias del recinto -al carecer de barandilla de apoyo y antideslizantes en los escalones

que posibilite de forma segura la entrada y salida del mismo por el acceso lateral izquierdo-, como reconoce el organismo municipal en una primera respuesta dada a mi reclamación. Esta respuesta estaba sustentada en un primer informe del responsable de sala, don Pablo Domínguez, en el que hacía hincapié en la “mejora necesaria en nuestras instalaciones a fin de adaptarlas a los requerimientos de seguridad y accesibilidad para el público asistente” .

Tanto es así, que en escrito dirigido a la Oficina Municipal de Información al Consumidor del Ayuntamiento de Córdoba, fechada el día 21 de marzo de 2016, el IMAE confirma los hechos y la causa provocante y comunica a la Inspección de Consumo que “como parte reclamada ya hemos subsnadado las deficiencias denunciadas”. Asimismo, acepta “tramitar esta reclamación” a través del Sistema Arbitral de Consumo.

Pero, cuál es mi sorpresa al conocer a través de la Unidad de Análisis y Responsabilidad Patrimonial un año después, que el mismo técnico, Don Pablo Domínguez, en un nuevo informe, cambia por completo su versión de los hechos, -ya probados y acreditados suficientemente en diligencias previas-; califica mi comportamiento de “negligente” y

me responsabiliza directamente del accidente en los siguientes términos: “la caída de la reclamante se produce cuando aún no ha finalizado la representación, momento en que aún permanecen las luces apagadas por lo que la visibilidad es bastante deficiente”. Esta afirmación es, simplemente, FALSA.

Y hay muchos testigos que podrán confirmarla si el IMAE está dispuesto a que lleguemos a los tribunales. Aparte de ser irresponsable porque, aún no siendo el caso, a cualquier persona que pueda necesitar salir de la sala antes de la finalización de un espectáculo le asiste el derecho a hacerlo con plena garantía de seguridad y accesibilidad.

Más aún tratándose de un edificio público donde se presta un servicio público. Más aún tratándose de un organismo dependiente del Ayuntamiento de la ciudad.

Por todo ello, quiero denunciar a través de esta carta la absoluta falta de ética del referido técnico municipal al recurrir a la mentira para desacreditar a una ciudadana a la que debería prestar un servicio público exquisito. Para ello cobra su salario de nuestros impuestos. Y, asimismo, denunciar la absoluta falta de consideración de sus superiores que, no sólo consienten el comportamiento deshonesto del trabajador, sino que, en ningún momento se han interesado por la salud de la ciudadana afectada por las deficientes condiciones del edificio público que gestionan.

También con nuestros impuestos.

Encarnación Arias de Saavedra Carrasquilla

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