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Ciclismo
Ramón Povedano, más allá del tiempo: la épica del 'Gigante de la Ruta'

Ramón Povedano, en una foto de archivo

Alejandro Jiménez

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Hay historias que siempre merecen ser contadas, al igual que estas deben de mantenerse en el tiempo de manera que perduren para las generaciones futuras. En el mundo del deporte hay muchas de ellas, y varias tienen su origen en la provincia de Córdoba. En esta ocasión, el foco se centra en Aguilar de la Frontera, y en un ciclista que transcendió en relevancia durante el pasado siglo XX. Nacido en 1941, Ramón Povedano Gómez es una de las figuras más ilustres del ciclismo aguilarense, cordobés, andaluz e incluso nacional. Varias de sus hazañas fueron recogidas en los diarios deportivos de la época, y aún quienes le conocieron le guardan un profundo respeto y admiración a un deportista con pura ambición en su mirada.

Tal y como relata el experto en historia Rafael Espino, Ramón Povedano era un hombre “reservado y muy, muy tímido”. Espino y Povedano se conocieron cuando el segundo ya contaba con 44 años de edad, a la par que Espino presidía en aquel entonces el Club Ciclista Aguilarense. Dicho club, que nació en 1986, nacía “cargado de muchas y grandes ilusiones”, y durante los primeros años, el Club Ciclista Aguilarense fue creciendo por medio de un “intenso y frenético trabajo” que lo catapultó hasta los primeros puestos del ranking provincial de equipos ciclistas.

Este crecimiento, sumado a varios logros obtenidos en diversas pruebas, animaron a Ramón Povedano a acercarse al club. Por aquel entonces, Povedano ya era una leyenda del ciclismo, que había colgado la bicicleta varios años atrás. El ciclista aguilarense, eso sí, nunca perdió la pasión por el deporte, y su objetivo en el Club Ciclista Aguilarense no era otro que el de volver a federarse para poder competir en la categoría de veteranos, “después de mucho tiempo de haber abandonado el contacto con el mundo del ciclismo”, tal y como recuerda Rafael Espino.

La leyenda de Ramón Povedano

Cabe recordar que, muchos años antes, Povedano ya se había ganado un renombre en el ciclismo provincial y regional. Sus inicios, eso sí, tal y como le comentó el propio Povedano a Espino, estuvieron llenos de “fracasos y desalientos personales, de la mano de un cura de la localidad que hacía las veces de patrocinador y mecenas de su habilidad sobre las dos ruedas”. Los medios de aquella época lo tildaban de ser “de otro planeta”, ya que “no había nadie que le ganase”. “Podía estar todo el día trabajando en el campo, pillar una borrachera por la noche, pero al día siguiente, cuando lo veías aparecer en la línea de salida, ya sabías que no tenías nada que hacer. Ramón corría y dejaba a todos tirados, llegaba siempre a meta solo y mucho antes que todos los demás”, recoge Espino.

Sus valores eran muy claros: “lo verdaderamente importante es hacer lo que quieres hacer, conseguir lo que quieres conseguir, no importe lo que cueste, con determinación y entusiasmo. 'Querer ganar, saber sufrir' podría haber sido perfectamente la frase que resumiera parte de su vida”, explica el propio Espino, poniendo como ejemplo una de las mayores leyendas de Povedano. En mayo de 1963, un joven Povedano de apenas 22 años logró una de las mayores hazañas deportivas de la época. El aguilarense, decidido a competir en la carrera ciclista “El Cinturón de Cataluña”, recorrió más de 1500 kilómetros por las carreteras de la época para acudir desde Aguilar de la Frontera hasta Barcelona, pero eso sí: subido y pedaleando en su propia bicicleta.

Seis días tardó en llegar hasta la ciudad condal donde, una vez allí, participó en la competición cuyo recorrido, en un solo día, era de 145 kilómetros más. “Su aspecto de muchacho enjuto y abrasado por el sol, llamo la atención de algunos periodistas, que se hicieron eco de la noticia a nivel nacional al conocer su proeza”, rememora Espino, explicando posteriormente que compitió en un equipo improvisado con Máximo Gómez, Luís José Grifol y Juan Hervás. Así, historias como esta le otorgarían el nombre del “gigante de la ruta” entre la prensa de la época.

De vuelta a las dos ruedas, 20 años después

Así, volviendo a la historia narrada por Rafael Espino, Ramón Povedano se acercó, ya con 44 años, al Club Ciclista Aguilarense con la meta de volver a federarse y así recuperar una de sus grandes pasiones: el ciclismo. El primer paso en su vuelta al deporte fue tratar de recuperar su vieja bicicleta, que había vendido a un panadero de la localidad. Sin embargo, Espino explica que este no quiso romper el acuerdo, por lo que Povedano desistió de su intención y acabó adquiriendo una nueva y humilde bicicleta de carreras. Ello no le impidió mantener su “impecable estilo de escalador”, ni “sus impenetrables ojos, inyectados en sangre, subiendo sin desfallecer las rampas más duras; su tesón, su coraje, su arrojo ni su saber”.

Su primera carrera en su vuelta a la competición sería en Carcabuey, por lo que pronto, Espino y Povedano comenzarían su preparación. Tan solo una semana después de presentarse en el Club Ciclista Aguilarense, Povedano ya se encontraba en una preparación física por la cual rodaba, diariamente, por más de dos horas en las carreteras colindantes a Aguilar de la Frontera. Una vez obtenida su licencia de corredor veterano, cientos de horas de duro entrenamiento por las sierras de Lucena, Cabra, Montilla y Priego de Córdoba le sirvieron como preparación para su vuelta al ciclismo de competición.

Antes de su competición en Carcabuey, Povedano viajó con el Club Ciclista Aguilarense a “multitud de escenarios”, tales como Chiclana, Córdoba, Torremolinos o Ubrique. Además, Povedano puso a disposición de los jóvenes que deseaban aprender su habilidad, técnica y conocimientos del medio. Espino explica que, durante muchas tardes, él y Povedano compartían “clases teóricas y tácticas, que sin duda alguna todavía recordaran los jóvenes corredores que asistieron a las mismas, y a los que hoy todavía después del tiempo transcurrido, estoy seguro que recordaran de forma entrañable”.

Y, aunque su vuelta a la competición no fue perfecta -sufrió dos aparatosas caídas que le llevaron a finalizar la prueba en Carcabuey en quinto lugar-, lo cierto es que Espino reconoce en su publicación que la experiencia, saber hacer y saber estar sobre la bicicleta ayudó, y mucho, al Club Ciclista Aguilarense. “Ayudó a muchas personas, su entrega, su afición, su querer ganar y saber sufrir, nos enseñó que lo verdaderamente importante es hacer lo que quieres hacer, conseguir lo que quieres conseguir, no importe lo que cueste, con determinación y entusiasmo”, explica Espino. Y, con ese punto de partida, el “Gigante de la Ruta” se labró una leyenda digna de ser recordada por el resto de los tiempos del mundo del ciclismo.

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