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El autismo y el miedo a las vacunas

Elena Pérez Nadales

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Dentro de esta serie de temas relacionados con Autismo, quería hoy hacer mención a la gran polémica generada en torno a la suspuesta asociación entre autismo y vacunación infantil. Originalmente saltaron las alarmas al relacionarse la exposición al timerosal usado en las vacunas con el desarrollo de autismo. Numerosos países retiraron de forma preventiva el timerosal de las vacunas pero se creó un gran pánico social y miles de familias decidieron dejar de vacunar a sus hijos.

Se han vertido ríos de tinta sobre este tema y basta una búsqueda rápida en google con la frase “vacunas y autismo” para hacerse una idea de la gran controversia que todavía hoy genera.

No pretendo aquí escribir ningún ensayo ni dar ningún consejo sobre qué hacer o no hacer sino sólo compartir algunas reflexiones desde mi experiencia como madre de un bebé de 14 meses que ha leido mucho al respecto.

Como científica, tengo que decir que se han llevado a cabo muchos estudios rigurosos que evidencian que no existe tal asociación. Como madre, no obstante, tengo que añadir que comprendo el desasosiego que muchos padres y madres pueden experimentar a la hora de decidir sobre la vacunación de sus hijos a la vista de la fuerte alarma social. En este sentido, una reflexión de la asociación Autism Speaks me resultó particularmente valiosa:

[…] Los estudios científicos llevados a cabo no han encontrado una asociación entre vacunas y autismo […].  Parece posible que, en algunos casos raros, la inmunización pudiera disparar la aparición de síntomas de autismo en un niño con una predisposición médica o genética […]. Animamos a los padres a vacunar a sus hijos para protegerlos contra enfermedades graves. Somos conscientes de que algunos padres todavía tienen dudas sobre las vacunas, sobre todo si tienen un hijo o familiar con autismo. Los instamos a encontrar un profesional de la salud que tendrá en cuenta sus preocupaciones y les ayude a garantizar el bienestar de su hijo. Establecer una comunicación abierta y de confianza con un médico que entienda las circunstancias de cada niño y su familia es la mejor estrategia para mantener a los niños sanos.

Es una alternativa idílica aunque, desafortunadamente, no es tan fácil de llevar a cabo. Por mi propia experiencia puedo decir que, a pesar de los avances en cuanto a concienciación y sensibilización logrados en la última década, todavía no es fácil dar con pediatras ni profesionales de la salud que puedan proporcionar ese tipo de comunicación y contención a los padres y madres que lo necesitamos ni en este tema ni en otros relacionados con la crianza de nuestros hijos.

Desafortunadamente, cualquier polémica relacionada con la salud y más la de nuestros hijos suele ser aprovechada por gente sin prejuicios para hacer negocio.  En al año 2007, el New England Journal of Medicine denunciaba esto en su editorial:

La idea de que el timerosal causó el autismo ha dado lugar al desarrollo de una industria ca­sera de charlatanes que ofrecen falsas esperanzas, en parte en forma de agentes quelantes de mercu­rio. En agosto de 2005, un niño autista de 5 años fa­lleció de una arritmia causada por la inyección del agente quelante EDTA (ácido etilendiaminotetraacético). A pesar de que la noción de que el timerosal causa el autismo ya ha sido descar­tada por bastantes excelentes estudios epidemioló­gicos, alrededor de 10.000 niños autistas en Estados Unidos reciben quelantes de mercurio cada año.

En los últimos 40 años los diagnósticos de autismo se han disparado, hasta llegar a la cifra de 1 de cada 150 niños y niñas que mencionaba en mi entrada anterior La historia de Lucía. Hasta ahora no hay pruebas directas de qué factores ambientales pueden contribuir al desarrollo de Trastornos del Espectro Autista (TEA). Se han propuesto posibles causas: infecciones virales o bacterianas, abuso de alcohol o drogas, estrés y respuesta inmune (un estudio reciente de la universidad de Harvard alertaba de que las madres que han recibido abusos o maltrato físico o emocional durante la infancia tienen un mayor riesgo de tener un hijo con autismo), contaminación ambiental (toxinas) y alimentación.

En cuanto a la influencia de los genes, existe evidencia de una base genética para los Trastornos del Espectro Autista (TEA), con un componente más poligénico (muchos genes implicados) que monogénico (un solo gen implicado), y por cuya combinación genética se podrían explicar las distintas intensidades del espectro autista.

Entonces ¿se hereda el autismo? La respuesta es que sí. Si hay genes implicados, estamos hablando de una condición o una predisposición que puede heredarse. Debido a que hay una contribución de factores tanto genéticos como ambientales decimos que se trata de una herencia multifactorial. Distintos genes, interaccionando entre si o no, y distintos ambientes originarían un mismo fenotipo (rasgo o trastorno). Esto puede ser sin duda uno de los factores que más difícil hace estudiar a nivel genético las enfermedades multifactoriales como los TEA. Si además el fenotipo no es muy preciso como ocurre en muchas enfermedades mentales la dificultad es mayor.

La investigación sobre las bases genéticas de los TEA está ahora abierta y cabe que en un tiempo se pueda dar un diagnóstico genético de predisposición o que permita aplicar tratamientos más eficaces y personalizados.

Una curiosidad de la Genética para quien pueda interesarle….

¿Cómo se determina que una enfermedad humana como el autismo tiene un componente genético?

En Genética Humana, se determina si una enfermedad tiene una base genética mediante el estudio y comparación de gemelos idénticos (también llamados monocigóticos porque derivan de un solo cigoto) con hermanos mellizos (o dicigóticos, derivan de dos cigotos).

Los hermanos gemelos reciben la misma herencia genética, los mismos genes. En hermanos mellizos, sin embargo, el grado de parecido genético no es mayor que el de dos hermanos nacidos de gestaciones separadas aunque al contrario que éstos, sí comparten el mismo medio ambiente durante su gestación.

Lo que se compara es la tasa de concordancia del trastorno (los dos hermanos lo padecen) en gemelos y en mellizos. Para los Trastornos del Espectro Autista (TEA), la concordancia es significativamente mayor en gemelos que en mellizos (ver tabla abajo), es decir, cuando los hermanos reciben los mismos genes, es mucho más probable que desarrollen el mismo trastorno. El hecho de que el 100% de gemelos monocigóticos (que tienen los mismos genes) no tengan el mismo trastorno, indica que también existen factores ambientales desencadenantes de la enfermedad.

Información proporcionada por el Prof. Manuel Ruiz Rubio, Departamento de Genética, Universidad de Córdoba.

Manuel Ruiz Rubio

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Otras entradas de esta serie:

Autismo I. Investigación en Córdoba

Autismo II. La historia de Lucía.

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