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Veinte años del Balcón del Guadalquivir desde el que Córdoba volvió a asomarse al río

Balcón del Guadalquivir

Carmen Reina

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El Balcón del Guadalquivir cumple en este mes de mayo veinte años, dos décadas de la recuperación urbanística de este espacio como zona verde y de esparcimiento, pero sobre todo como modo de que Córdoba volviera a asomarse al río y se aproximara a este, sumando una nueva perspectiva sobre la ciudad.

Fue el 11 de mayo cuando las autoridades al frente del Ayuntamiento y la Junta de Andalucía entonces inauguraron oficialmente el Balcón del Guadalquivir, un espacio de unas diez hectáreas que formaba parte de la urbanización del margen derecho del río, desde el puente de El Arenal hasta la Ronda de los Mártires.

El proyecto fue ideado varios años antes y las obras se llevaron a cabo durante dos, con una suerte de espacios verdes y terrazas sucesivas cabalgando sobre el terreno en pendiente hacia el río, al que volver a asomarse e integrar en esa parte de la ciudad, a la altura del gran meandro del Gualdalquivir en Córdoba.

El diseño del proyecto fue obra del arquitecto Juan Navarro Baldeweg, un proyecto que actuó también para recuperar elementos enclavados en esta zona de la ribera como el Molino de Martos y la Ermita de los Mártires.

En el urbanismo de la ciudad, la apertura del Balcón del Guadalquivir marcaba un nuevo hito, culminando el grueso del denominado Plan del Río, de 1992, con el que Córdoba dibujó nuevos espacios para volver a mirar al Guadalquivir, como los de El Arenal y Miraflores.

Tres abanicos sobre el río

Así, como explicaba el proyecto, el Balcón del Guadalquivir se dispuso como un escalonamiento lineal que, desde la cota alta de la avenida Compositor Rafael Castro, descendía hasta el borde el encauzamiento del río. Formalmente el parque sigue las directrices de tres abanicos que se despliegan desde la Ermita de los Mártires y el Molino de Martos, como piezas que se encuentran en la cabecera del parque en la Ronda de los Mártires, hasta el estadio y el Puente del Arenal.

El primer abanico está centrado en la ermita, el segundo sirve para organizar entradas al parque por medio de tres estanques conectados descendiendo hacia el río y que acercan la experiencia de la proximidad del agua hasta las cotas altas de la avenida. Entre estas láminas de agua se disponen unos puentes sobre planos inclinados por los que se vierte el agua de un estanque a otro.

Estos puentes organizan las entradas al parque en su zona central desde la acera de la avenida Compositor Rafael Castro. El tercer abanico se abre paso en la extensa zona verde y arbolada y conduce a los distintos puntos de contacto con el estadio, el espacio de la feria y con el club de remo que se inserta en el escalón más bajo.

En la obra, se sustituyó el muro de encauzamiento del Guadalquivir por un conjunto de muros creando aterrazamientos que aproximaran la ciudad al río y que permitieran crear espacios abiertos, basados en una tradición experimentada de jardines de terraza, con elementos de agua y vegetación, abriéndose así un nuevo y amplio panorama sobre el río.

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