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El arte de sentir

Miguel Ángel Luque

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El pasado fin de semana impartiendo una formación sobre Inteligencia Emocional consolidé aún más en mi cabeza la necesidad del entrenamiento emocional en las personas. Podría enumerar los múltiples beneficios que esta “apertura emocional” aporta, pero me centraré en uno para nada sentimental: El resultado. Para el  The Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations “El cociente del éxito en una persona se explica en un 23% por las capacidades intelectuales; el 77% restante por las aptitudes emocionales”, y en este sentido, si pones la vista atrás, estoy seguro que identificas personas que formaron parte de tu entorno académico, no excesivamente brillantes técnicamente pero con unas habilidades sociales elevadas, que le hicieron alcanzar cotas no correlacionadas con su nivel formativo. Posiblemente estas personas, también compartirían atributos tales como la autoconsciencia de sus sentimientos, la autoregulación de sus emociones más desagradables o el gran manejo de la actitud positiva. De eso va el ser emocionalmente inteligente, de tener la INTELIGENCIA INTRAPERSONAL suficiente (autoconsciencia, autoregulación, motivación), para poder posteriormente, construir una expansiva INTELIGENCIA INTERPERSONAL (aptitud para la Empatía y las Habilidades Sociales).

Aunque la tendencia está cambiando, generaciones atrás han penalizado el papel de las “emociones”, convirtiéndolas en un artículo de lujo, que escapaban de nuestro control, donde la educación escolar y familiar también se ha encargado de llenarlas de Mitos como el de la Igualdad (todos debemos sentir las mismas emociones ante un evento determinado), la Dualidad Bien/Mal (Buenas/Malas), el de Esconder y/o Controlarlas (si os digo “los hombres no lloran” estoy seguro de que identificaréis de lo que hablo), o el de que nacemos sabiendo de emociones y por lo tanto no necesitamos de capacitación y entrenamiento (de ahí que no hayamos tenido la asignatura curricular de Inteligencia Emocional en nuestra formación básica… :-( ).

La emoción es una respuesta bioquímica que se genera en nuestro sistema límbico (cerebro emocional) porque “sentimos” que existe un desajuste entre lo que uno ha pensado, planeado y le gustaría que ocurriera,  y lo que interpretamos que ocurre. Del mismo modo nuestras emociones aparecen porque “sentimos” que algunas de nuestras necesidades no han sido o no son satisfechas.

No existen malas o buenas emociones, todas tienen una intención positiva, aunque nos cueste tanto en determinados momentos encontrarla. La emoción surge a modo de protección, y debemos darle su espacio,  en un primer momento para IDENTIFICARLA,  ponerle nombre; posteriormente para ACEPTARLA, sin resistirme, dándole la bienvenida porque no es ni buena ni mala, simplemente es. El tercer paso del proceso de gestión tendría que ver con la EXPRESIÓN, de qué manera tu cuerpo se comunica al sentir esa emoción, sin reprimirla dejando que actúe sin barres. Por último haciéndote una pregunta “¿me limita o me potencia esta emoción que siento?”, es decir VALÓRARLA.

En mi opinión, somos seres emocionales con experiencias racionales, y eso es lo que nos hace diferentes de otras especies, la capacidad de moldear, esculpir, dibujar, afinar, la emoción para vivir experiencias cognitivas de gran riqueza y valor, que sin la colaboración de nuestro cerebro pensante serían pura utopía. Conviértete en un artista de la emoción. BE TIM.

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