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Loser effect

Miguel Ángel Luque

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Mirándolo con la distancia, transcendencia y mesura adecuadas, la eliminación de España del Mundial de Brasil nos ha afectado. Sé que nuestro país tiene asuntos vitales, decisivos que tiene que gestionar y sacar adelante, y al fin al cabo, “es sólo deporte”  pero el malestar hemos de reconocer que existe.

Desde ayer me he propuesto la tarea de identificar qué es lo que le ha pasado a la Campeona del Mundo para caer en la primera fase, y he ido preguntando, cuando he tenido oportunidad, sobre la valoración/diagnóstico del evento sucedido. Los mismos jugadores dieron pistas tras el partido (algunos de forma consciente otros de forma inconsciente), de las causas del resultado que no se contemplaba en el peor de los escenarios: falta de compromiso, escasa mentalización, estado físico, lesiones,  jugadores que tenían que haber estado...en definitiva una ristra de autojustificaciones para explicar algo aparentemente inexplicable.

Entiendo exactamente por lo que están pasando los jugadores porque yo lo he experimentado en el deporte profesional de alta competición. Del mismo modo que en años anteriores experimentaron el efecto ganador (winner effect) donde el equipo sentía una absoluta confianza en la victoria, en su identidad, en su talento, en sus posibilidades (todo ello aderezado con el correspondiente cocktail bioquímico de testosterona, dopamina, y demás hormonas catalizadoras), en esta ocasión un evento en modo alguno previsto (la paliza de Holanda), propició la aparición del loser effect (efecto perdedor). Las dudas comenzaron a mostrarse, y la confianza a desquebrajarse. Las piernas que antes iban a ritmo de competición, pesaban como bloques de hormigón. El talento se escondió y los riesgos que se asumían, al faltar la confianza necesaria, trajeron resultados catastróficos. Cuando entras en esa espiral, mi experiencia me dice, que hay que dejar tiempo para el autoreseteo, ningún estímulo externo, por poderoso que pueda parecer, cambia la espiral de caída del equipo. La hormona más presente en el organismo es el cortisol, la causante del miedo, bloqueo, tensión. Aunque un país entero empuje, aunque una afición quiera sostener el equipo, la mente y el cuerpo de los jugadores entraron en modo off, no hay forma de encontrar un remedio, una salida. Se entra en caída libre.

¿De que forma se puede recuperar el winner effect? Pues muy sencillo, ganando de nuevo. Esta respuesta obvia tiene una componente muy fácil de determinar aunque difícil de poner en práctica: volver a confiar en el equipo. La derrota es huérfana y la victoria tiene muchos padres, y el camino fácil es el de la crítica destructiva y humillante. Hay que tener memoria histórica-selectiva, y reconocer todo lo bueno y grande que la selección nos dio, al sacarnos de la oscuridad de resultados mediocres, decepcionantes, previsibles (nuestros cuartos de final malditos) y llevarnos hacia la luz que desprende el primer puesto de varios campeonatos.

Es el momento de dar un paso adelante y apoyar, sin reservas, al equipo que devolvió la ilusión a un país entero. El próximo campeonato ya ha comenzado, y ni siquiera conocemos los jugadores que nos representarán, aunque sí sabemos que quién avanza la primera marcando el camino, es la afición. Confianza absoluta, adhesión inquebrantable, el winner effect ya comienza a volver. BE TIM.

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