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Érase una vez Dos Torres...

Alejandra Vanessa

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Érase una vez un niño muy callado, muy callado, al que todos llamaban Manuel. Nació el 1 de agosto de 1947, en una choza perteneciente al municipio de Dos Torres, en la Sierra de Córdoba.

¿He dicho que era muy, muy callado? Pero, ¡¿he insistido?! Palabrita del niño Jesús: no exagero. El abuelo Manuel (y por el abuelo su nombre) cuando llegaba a casa preguntaba siempre: “¿Ha hablado Manuel?”. Pero el pobre se fue con la cosa de que el nieto iba a ser mudo. Y casi, porque hasta los cinco no pronunció una sola palabra.

Por aquellos entonces, hasta que llegó el alcalde Faustino, el municipio estaba muy abandonado. Los arroyuelos corrían libremente entre las calles con excrementos y orines de los baños. Don Faustino puso el pueblo muy bien. Un día reunió a toda la gente que estaba en el paro comunitario y les hizo una propuesta. Si ahora percibían cinco pesetas, él les daría siete. A cambio se ocuparían de los quehaceres del pueblo, para que estuviesen produciendo. Al momento se puso en marcha la limpieza de calles, la canalización de riachuelos y su obra estrella: ¡la construcción de una plaza de toros!

A Manuel aquél le parecía un gran hombre, un ejemplo. Aún más cuando al pobre, todavía joven, lo mató un cáncer. “Con las cosas buenas que hizo por el pueblo. Ya nadie se acuerda. Ése sí que se merece un homenaje de verdad. Una calle, por ejemplo”, dice para sí enojado.

Con siete años y medio trabajó de zagalillo, descalzo y mal vestido. Su padre tenía que llevarlo de la mano porque el camino hasta el prado se lo pasaba llorando “Que yo me quiero ir con madre”. Eran muchos en casa y el sueldo del padre no daba para alimentar tantas bocas.

A los doce años conoció en el Viso, en una Finca término de Santa Eufemía, a otro niño que como él se llamaba y como él andaba de zagalillo con su padre. Y se hicieron muy amigos. Cogían los tórtolos, que son los hijos de las tórtolas, los hartaban de trigo hasta que se les ponía el buche hinchado y después los operaban. Los abrían, vaciaban el interior, los cosían y los tórtolos corrían que se las pelaban. “¿Te acuerdas de cuando éramos cirujanos, Manuel?”, le recordó su amigo Manolo el día que se reencontraron cincuenta años después en las Fiestas del Viso.

Como le gustaba el trapicheo, buscaba chatarra y espárragos, que vendía luego en el pueblo “para hacer unas perrillas y comprar un helado en cá Sohina”. Ya un poco más mayor fue ampliando sus negocios. Hacía carbón y cazaba zorzales. Con quince años decidió marcharse. No le gustaba trabajar en el campo con los señoritos. Digamos que los señoritos no le gustaban, con su actitud altiva y sus humillaciones a cada paso. Harto de que lo avasallasen, los mandó a freír espárragos, después de vendérselos.

Como en realidad siempre le habían gustado las cosas del campo, lo contrataron en la forestal de Puertollano, en Ciudad Real. Cuando llegó allí echaba de menos a sus padres y hermanos, a unos por mayores y a otros por pequeños. Después llegaron Madrid y Gerona, algo más tarde. Como buen hombre de España, volvió a Córdoba a realizar el servicio militar -qué remedio. Y se le pasó en un pispás entre guardias y trapicheillos. Venta de anís, coñac y pañitos de seda que él mismo elaboraba con un cuadro y seda.

Ahora vive en Córdoba, donde se casó con su novia de toda la vida, también del Valle de los Pedroches. Los inicios fueron duros, pero poco a poco consiguieron el pan de cada día y carrera para sus tres hijos, “a base de mucho luchar, con el sacrificio también de mi esposa”, cabecea. Manuel es ya pensionista y gracias a Dios marchan bien, como estos tiempos les permiten, por lo menos.

Tras casi cuarenta años en Córdoba, le gusta volver a Dos Torres cada agosto. Visita a San Roque, el patrón de su pueblo. Y a la familia. A los que viven allí y a los que como él vuelven al calor de los orígenes. En el bar Cuatro Caminos, la Pili los espera con berenjenas aliñadas y cochifrito de la comarca. Abro el ordenador, pulso el botón rojo y comienza esta grabación: “Primero le tengo que decir quién soy. Mi nombre es Manuel Jurado González.”

Pincha y escucha: Letrilla popular de Dos Torres recitada por Manuel Pedro Jurado González

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