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Selectividad

Elena Lázaro

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Estoy segura de que cuando se diseñó el primer examen de Selectividad empezó también a idearse cómo se acabaría con ella. No conozco a nadie que haya realizado los exámenes de acceso a la Universidad sin haber oído que ésos serían los últimos de la historia.

El fin de la Selectividad ha sido un “runrún” desde hace 42 años hasta que el año pasado la prensa se atrevió a titular a cuatro columnas que la de 2016 sería “la última Selectividad de la historia”, convencida de que la LOMCE saldría adelante y que las debilidades parlamentarias no serían obstáculo para aplicar el rodillo también en esto. La verdad es que si había algo imposible de creer en todo el lío legislativo de la enésima reforma educativa es que la Selectividad fuera realmente a desaparecer.

¿Es que alguien se imagina una vida sin Selectividad? Esos exámenes siguen siendo la línea que separa la vida adolescente de la vida adulta para tanta gente que sería un atentado contra la memoria acabar con ellos.

Hace 24 años que me examiné para acceder a la Universidad; el lunes lo hará mi hija. Entre su vida y la mía hay un abismo tecnológico y social. Ni esta ciudad ni este país son los mismos, pero los nervios y la ilusión por lo que empieza permanecen. De aquellos calurosos días de junio del 93 recuerdo a un profesor gritando nombres a la puerta del aula y comprobando DNIs; a mi hermana pidiendo que la ayudara con la sintaxis -¿cómo va a negarse una a soplarle a su hermana?- y una sonrisa enorme el día que acabaron los exámenes.

No era la mía, sino la de mi amigo Rafa. Tengo la imagen de su sonrisa grabada a fuego y una escena que cada cierto tiempo regresa a mi memoria, quizás transformada por el paso de los años, pero en esencia, inmutable. Es él conduciendo un Opel Corsa en una de las calles del Campus de Menéndez Pidal, acababa de terminar el último examen. Detuvo el coche para bajar y gritarme desde el otro lado de la calle: ¡Hemos terminado! Empieza lo bueno. Rafa era de Ciencias puras; yo de letras mixtas. Yo iba a estudiar Periodismo en Sevilla; él, una ingeniería en Granada. Y todo el verano por delante.

La prueba de acceso a la Universidad hace honor a su nombre. Es algo así como una “selección” para la vida. Tras ella empieza todo. Toca empezar a vivir por nosotros mismos. Pero un accidente de tráfico decidió apenas un mes después que Rafa no viviera. La Selectividad de la vida tiene poco que ver con los análisis de texto, la gramática o la formulación química.

A Lola y a todas las personas valientes que el lunes pasarán por esa selección, todo el ánimo del mundo. Empieza lo bueno. Disfrutadlo y vivid.

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