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Crueles

Elena Lázaro

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Elia ha elegido el color vino para la ceremonia. Escogió un traje de chaqueta sencillo: pantalón, camisa y chaqueta. Frente al espejo pensó que no debía dejar su cuello al aire. El protocolo del momento requiere sobriedad y tapar su garganta quizás la ayude a no perder la voz cuando llegue el momento de hablar.

Ha trabajado meticulosamente sus palabras. Su discurso tiene que servir para que Europa sepa lo que está pasando en México, donde la violencia se ha convertido en parte del engranaje del sistema. La vida fluye en la misma proporción y con la misma naturalidad que la muerte.

El pañuelo aliviará el dolor de garganta. Ha gritado demasiado en la calle contra la barbarie y no quiere que la afonía silencie su mensaje, aunque le preocupa sentirse ahogada ante el público.

Cuando llega el momento de hablar es otro nudo y no el de su pañuelo es que la asfixia, pero los recuerdos y su denuncia logran desatarlo y salir fuera. Cuenta cómo mueren miles de personas en un país que se declara el paz y vive la más cruenta de las batallas contra sí mismo. Narra cómo matar periodistas es uno de los conceptos en la nómina de los asesinos a sueldo. Entonces piensa en Goyo, Gregorio Jiménez de la Cruz, su amigo, periodista, mexicano, decapitado y enterrado por los bárbaros. Ahora sí, el nudo de su pañuelo se le hace demasiado estrecho, le falta el aire al pensar en la garganta de Goyo desgarrada y separada de cuajo de esa mente maravillosa que le permitía distinguir el bien del mal.

Mientras la escucho recuerdo las páginas del último libro que ha pasado por mis manos. Una historia de recuerdos y memorias recuperadas en el que se narra, entre otros muchos, el caso de Socorro, una adolescente violada y asesinada delante de sus padres sólo por ser hermana de “rojos” en un tiempo en el que en España el color de tus ideas podían convertirte en víctima del horror. La madre de Socorro la vio morir a ella y a su bebé de apenas 20 meses al que dos falangistas patearon ante ella. Entonces nadie contó su historia, nadie abrigó su garganta para asegurarse de que los gritos contra el terror acallasen a los malvados.

Entonces vuelvo a la ceremonia y escucho a Elia decir que sin testigos que cuenten y hagan visible los crímenes, la crueldad camparía a sus anchas. Me siento aliviada al comprobar que ella lo hace, que sus compañeros gritan desde México, que los historiadores de la memoria recuperan las historias silenciadas de los derrotados, que los reporteros como Ricardo García Vilanova siguen viajando a los reinos oscuros para alumbrar nuestras conciencias, pero vuelve la inquietud de saber al hombre el más feroz de los lobos para el hombre.

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* Elia Baltanaz recogió el VIII Premio de Periodismo Julio Anguita Parrado el 7 de abril de 2015 en una ceremonia celebrada en el Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba en nombre del colectivo Periodistas de a pie. Su discurso completo puede leerse en este enlace

*La historia de Socorro y la de muchos otros aparecen recogidas en el libro “Crónicas de El Coronil”, de Francisco de Paula Galbarro Rodríguez.

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