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Tengo mi cuerpo tiritando de no poder tocarte...

Rakel Winchester

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“Tengo ronca el alma de quererte

en esta soledad llena que me ahoga

Tengo los ojos llenos de luz de imaginarte

y tengo los ojos ciegos de no verte

Tengo mi cuerpo abandonado al abandono

y tengo mi cuerpo tiritando de no poder tocarte

Tengo la voz tosca de hablar con tanta gente

y tengo la voz preciosa de cantarte

Tengo las manos agrietadas de la escarcha

y tengo las manos suaves de en el cielo acariciarte

Tengo soledad, luz, alegría, tristeza,Tengoluz

rebeldías, amor, sonrisas y lágrimas...“amory lágrimas

Seguramente iba a huir de él.  En cualquier otro caso le daría igual, pero en éste no. Porque  él ya tenía su vida hecha y vivía feliz  mucho antes de que su presencia hiciera aparición.  Y seguía feliz. Y quién era ella para irrumpir ahora en esa vida que a él le encantaba. Total, ella lo tenía perdido todo ya y estaba a tiempo de no implicarse más y abandonar. Y por otro lado... sospechaba que le iba a tocar sufrir.  Porque perfectamente diferenciaba una aventura, un polvo de una noche, de algo más.

Y es que él era especial. De esas personas que ves y te tiras de los pelos pensando “dónde coño estaba que nunca lo vi”. Tenía todos los ingredientes-debilidad que a ella le apasionaban. Todos.La única palabra que había echado el ancla en su cerebro cuando se le ponía delante era: “...YEAH!!!”

Primero le abrió la veda a su persona.

Era inteligente, ocurrente... fino de gustos musicales. Reía a carcajadas largas. Y ella con él.  Era artista y creativo. Sensible hasta el infinito. Llorón. Cariñoso. Insistente; gracias a lo cual había penetrado en ella.  Y cuando ya le había robado el corazón, se dignó a mirarlo a los ojos.

Aunque era capaz de jurar ante quien fuera que no le hubiese importado su fachada, de repente quería llorar. Espigado y flaco. Sus huesos estaban marcados como aquellos muñecos de Anatomía Humana que salían en la tele cuando era chica, pero en versión “escuálido”.  Cuando fumaba, el pomulaje que marcaba su rostro pedía a gritos un “muérdeme empezando por aquí y acabando en el infinito”. Y encima ella era testigo de aquella mella que adornaba su sonrisa cuando era sincera.

Los vientos huracanados y las humedades daban a su pelo lacio y sin peso un aspecto indomable y su cuerpo desgarbado anunciaba que galopaba el Rock & Roll por sus venas. De esos tipos laaargos con andares elásticos de la época de Leño.

La despedida fue amistosa.  Ella, que no era de lazos, ya estaba amarrada a él con una soga irrompible de doble nudo reforzada por esas gotitas de superglue  que supuran las personas mágicas. Aunque al ser tan odiosamente respetuosa,  guardaría esa tristeza para ella sola.  Y bueno, mejor ahora que cuando no haya remedio era la frase que le consolaba.

Aquella noche había mucho trabajo. Ya no veía personas, tan sólo un amasijo de entes, como flotando en humo y vapor, que caminaban, bailaban, gritaban... En blanco y negro. Hizo sus movimientos mecánicos para hacer la jornada más llevadera. Eso sí, cada vez que se colocaba en la barra e intentaba escuchar lo que le pedían, notaba a la derecha una presencia a color. Al fondo. Claro que su imaginación tenía tanta fuerza que a veces sus deseos parecían materializarse. Estaba acostumbrada a convivir con presencias fruto de sus anhelos. Presencias que caminaban entremezcladas con la vida real. Sus ambiciones eran tan extremas y le provocaba tantísima angustia no tocarlas, que las inventaba. Esa era su calma.

La cuarta vez que sintió aquel arco iris de luz a la derecha de la barra, fijó la mirada. El halo borroso de sus ojos enfocó algo por entre la maraña humana y... allí estaba él. No daba crédito. Allí apoyado, mascando chicle y sonriendo... Ohhhhhh...  En los diez pasos largos que conformaban la distancia entre su posición y la de él, tuvo tiempo de  apretar sus músculos vaginales, notar salir caldito de amor de ellos y pensar gran chapurreo de cosas... ¿Cuándo ha venido? ¿Porqué no me avisó? ¿Cómo me ha encontrado? ¡Ha venido a verme! ¡A mí!!! ¿A mí??  ¿no me ha olvidado??? ¡Ha pensado en mí !! ¡...Yujuuuuu!! Montó por encima de la barra, clavandosela en las costillas y estrujó ese cuerpo con sus brazos.

Mmmmmmmm... Gustazo de la muerte... regalazo del universo... ains, ains, y requeteains... Muerte placentera en vida.

Entonces, un golpe de tos...

-Hostias, me acabo de tragar el chicle... !! - dijo dándose un pequeño golpe en el pecho.

-Me como tu chicle, tu intestino delgado y “tos” tus huesos... - ese hilillo de voz dulce impregnada en deseo entró en su oído donde, sin saber él ya si era por estar escuchándola o qué, palpó sus entrañas hasta encontrar el botón, al que dio vueltas y vueltas hasta pasar la rosca, elevando la temperatura de su cuerpo a muchos grados Fahrenheit.

A partir de aquel minuto, la noche pasaría a ser ardua batalla de contenciones mutuas:  sujeción  de dientes que ansiaban mordisquearse, detención de manos que soñaban con acariciarse, moderación de suspiros que salían de sus gargantas sin previa notificación... Del intento de retención de fluidos ni hablamos...pues tanto ella como él luchaban por no hacer visible en los tejidos de su ropa aquella humedad que se provocaban al pensarse. Amarse era un anhelo de primera necesidad. Esas bocas morían por unirse. Y lo codiciaban YA.

Ella notaba la sangre subir y bajar por su cuerpo, por su cara... No podía disimular... con las manos se tapaba los ojos de repente y sin querer mientras caminaba histérica arriba y abajo por la barra, como un acto reflejo, porque esas ondas energéticas chocaban contra las suyas haciendo que todo su cuerpo temblara sin control alguno.  Y escalofríos que le dejaban la boca entreabierta... Se chupeteaba los labios nerviosa hasta arrancarse la pintura notando que le engordaban cada vez más... cada vez más... Notaba mucho calor entre las piernas. Calor que quemaba, que dolía...  Se hubiera arrancado la ropa allí mismo, subido a aquel mostrador y frotado su sexo como una posesa sobre ese vientre esquelético, porque ella no veía ya a nadie más... Estaba perdidamente excitada...

[...]

Caminaron en dirección a casa de ella haciendo su aparición en escena la timidez mutua.  Se miraban, reían... sorprendidos ambos por aquella locura de repente. Ni él sabía el motivo. Tenía claro que era un deber obligatorio vivir el presente,  el que fuese. Eso era lo único real. Nadie sabe por qué la vida caprichosa te planta delante situaciones así. Nadie. El pasado es lo único que no vuelve y el futuro... “NO FUTURE” . Ya se irán lidiando los problemas a medida que vayan naciendo. ¿Por qué preocuparse antes de tiempo? ¿Y si no los hay? ¿Y si de repente podía vivir ese deseo brutal que le quitaba el sueño y después conservarlo a buen recaudo en ese hueco de su corazón que prometió reservarle para siempre? ¿Por qué no? ¿Por qué no podía sentirla una vez aun siendo feliz y sin querer cambiar su vida? ¿Acaso la capacidad de amar no es infinita?. Cuando quiso darse cuenta estaba montado en un tren desechando la idea de la separación y el olvido. Esa le desestabilizaba más. Ansiaba ese encuentro e iba a por todas.

Se sentaron en una fuente rectangular de piedra en una placita solitaria a liarse un cigarrillo. A ella le dolía la cara de tanto sonreír. Acababa de mandar  a la mierda sus neuras sobre el futuro y el posible dolor. Giró su cuerpo 180 grados, se descalzó y metió los pies en el agua. Cualquiera que los hubiera observado desde lejos habría pensado que eran dos colegas de la infancia reencontrándose y reviviendo anécdotas sin conjeturar que, si bien es cierto que sabían lo necesario el uno del otro, su confraternidad mutó en deseo en tan poco tiempo que hasta ellos se preguntaban en qué segundo y a causa de qué esa conversación que tuvieron aquella tarde derivó en ese ansia inesperado.

Tan inmenso era su hambre de contacto, que no eran capaces de tocarse. Por lo que hablaban, hablaban y hablaban evitando los silencios. Hasta que se agotaron todos los temas.

Ella sacó un pie del agua. Y antes de sacar el otro él ocupó ese hueco del agua con su bota. Quedaron frente a frente por primera vez.  Montados en aquella piedra con las piernas abiertas y juntando las rodillas.

Cuatro pupilas cubrieron cuatro iris al completo. Dos bocas quisieron sonreír, quedándose a mitad de camino. No era silencio, era deseo... Él colocó sus manos, lentamente y sin retirarle la mirada, bajo sus muslos arrastrándola hacia sí. El gesto asustado. Ejércitos de sangre subían y bajaban por sus arterias alterando sus sentidos. Ella se enganchó a su cuerpo con las piernas y, sin poder mover ni los brazos, apoyó la cara en su torso.

Estaba temblando. Y escuchó su corazón latir fuertemente. Cuando sintió su abrazo, un escalofrío recorrió su columna vertebral. Y cuando esas manos ansiadas acariciaron su espalda por debajo de la camiseta quiso que el mundo se parase para siempre ahí mismo. Sus labios se buscaron colocándose a dos centímetros. Ella respiró de su boca sin acercarse, temiendo romper aquella magia. Y él... la besó.

No fue un beso de hambre atroz. Fue un beso a cámara lenta... No quería perderse ni una sola sensación por si no volvían a verse . Lamiendo primero sus labios...  y amenaza de  mordisquitos chiquitos sin llegar a presionar con los dientes... haciendo eterna la espera de ella por saborear su lengua. Momento en que la letra “m”  se convirtió en actriz principal. Mmmmmmmm.... mmmmmmm... menguando la velocidad de las respiraciones, haciéndolas más largas ...y cerrándose los ojos sin remedio.

“¿Qué tiene tu veneno que me quita la vida sólo con un beso? 

y me lleva a la luna y me ofrece la droga que todo lo cura

Dependencia bendita,  invisible cadena que me ata a la vida...“

Ella notó su vagina expanderse cuando la mano de él curioseó bajo su falda. Paseaba los dedos por encima de su ropa interior, desde bien atrás al clítoris. Por toda esa ranurita.  No de manera continua, sino alternando las caricias de manera inconstante. Ella se quería morir por no saber cuándo iba a ser el siguiente roce... Tanto habían soñado aquel contacto que no tenían ninguna prisa. Tenían que alargarlo y así evitar que acabara nunca. Y el fruto de su lubricación, comenzaba a traspasar la tela de sus braguitas. Él se miró los dedos, impregnados de su viscosidad, y tuvo una erección instantánea.

-Cuánto tiempo sin sentir unas manos calentitas en mi espalda... y qué ganas megainmensas de follar contigo... - las metáforas nunca fueron una patente en el vocabulario de ella a la hora de amar- Vamos a mi casa o nos detendrán por escándalo público...

Él se agarró a su culo mientras subía las escaleras. No quería dejar de tocarla ni un momento. Mientras ella intentaba meter la llave en la cerradura, levantó su falda y apretó su pene contra ella, que por inercia curvó su columna. La noche era larga. Había tiempo para todo. Estaba tan excitada que no atinaba a abrir la puerta. Y tampoco quería separarse de él, que agarrando su cintura con un brazo, reptó con su mano por la barriga hasta meterla dentro de sus bragas. Le iba a dar algo, le iba a dar algo... socorro...

Entraron por fin a la casa y él se sentó en una silla mientras ella bebía agua directamente del grifo. Tenía la boca seca. Su saliva había desaparecido transformándose en lubricante y cambiando de labios. Al regresar a la estancia, él agarró sus caderas y la acercó hacia  su boca. Parecía que la altura de la silla y los centímetros de sus botas se habían puesto de acuerdo para que las distancias fueran perfectas. Agarró sus muslos ampliando con cuidado el ángulo que formaban sus piernas y los lamió. Ella abrió la boca y suspiró. Él seguía lamiendo cada centímetro de esas piernas, acercándose cada vez más al centro neurálgico de su placer. Rondando las zonas colindantes y perpetuando su gozo. Hubo un momento en que ella no sabía ni por dónde iba la lengua, con la piel al rojo vivo, ardiendo...

Le bajó las bragas.

...No daba crédito a lo que sintió cuando esa lengua rodeó su clítoris. Se fundieron sentimientos con sentidos. Confusión absoluta de sensaciones: pasado, presente y futuro.  Placer y emoción. Y verle la cara. Y ver su rostro sumergido entre sus piernas... Y esa boca que le regaló palabras tan bonitas, tantos ratitos bonitos, y que ahora le brindaba ese gozo violento...  Estaba entregada inevitablemente... no era dueña de su respiración....ni de sus jadeos... ni de su nada. Le costaba controlarse, no quería correrse aún, llevaba demasiado tiempo aguantándose, por lo que agarró sus pómulos de hueso y miró su cara. Se acercó a darle un beso mientras se arrodillaba ante él, que se iba desabrochando los pantalones y dejando su sexo al descubierto. Tenía la piel tensa. Agarrada a sus rodillas se introdujo aquel preciado tesoro que merecía ya protagonismo en la boca y aquella excitación animal regresó cuando, al pasar su lengua con suavidad alrededor de su glande, un sonido ronco brotó de la garganta del causante de su insomnio. El placer de él multiplicaba el placer de ella. El líquido pre seminal ayudaba a que sus labios resbalaran acompasados por todo lo largo de su pene, deteniéndose de vez en cuando en ese frenillo moderno que a su contacto regalaba alientos entrecortados en sus oídos...

Su vagina comenzaba a dilatarse y sus labios se abrían a la par que con la lengua notaba que él empezaba a estar preparado para eyacular... y ella necesitaba sentirlo dentro. Fuerte, duro y profundo.

Paró con cuidado,  se puso de pie y comenzó a quitarse la ropa lentamente... Levantó una pierna y se sentó sobre él. Sus pezones quemaban al contacto con su pecho. Mega abrazo eterno.  Se incorporo sin despegarse demasiado, se puso de puntillas, bajó la mirada... Sus sexos estaban frente a frente. Por fin. Era imposible tanta humedad, pero chorreaban sus piernas.  Volvió a sentarse con cuidado asegurándose de encajar bien su pene dentro de ella.

Ahhhhhhhh... Nunca pudo olvidar aquella sensación. NUNCA. Ahora sí estaban unidos, mirándose, abrazándose, comiéndose a besos... Ahora sí. Acababa de materializarse su sueño. El sueño de ambos.  Tantas noches de angustia, de calentón, de ansiedades, de deseo... Tantas duchas ella, masturbaciones él, cambios de bragas ella, subidas de temperatura él....tenían ahora su recompensa. Las corazas se esfumaron, las composturas no atendían órdenes... las lágrimas de ella caían en su hombro cumpliendo aquella promesa de regalarle un sollozo mientras él mordía los suyos y la estrechaba entre sus brazos follándola como si su vida dependiera de ello,  dándole besitos cortitos, muchos, muchos, muchos... Se corrieron mirándose a los ojos y gritando sin compasión. Daba igual si no volvían a verse. Ese presente lo habían vivido juntos. Y ese presente secreto lo llevarían a la tumba.

"tengo soledad, luz, alegría, tristeza, 

rebeldías, amor, sonrisas y lágrimas... 

..Y también te tengo a ti, preciosa, 

caminando por las venas con mi sangre".

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