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Sin necesidad de olerte...

Rakel Winchester

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Aquella madrugada decidí contestar a ese mensaje privado, ignorando esa norma tatuada en mi cerebro de no hablar con desconocidos, y menos por internet.  Claro que en momentos en que “tu cama es ancha”, nadie sabe  qué experiencias nuevas te va a suplicar el cuerpo.

No había foto, no había cara.  Ni por su parte ni por la mía.  Ni contacto ni aroma. Y aunque para mí roce y olor son imprescindibles, no tenía nada que perder por probar. Y eran ya meses escribiéndome y yo ignorándolo. Total... nos separaban muchos kilómetros y probablemente nunca me lo cruzara.

Lo que comenzó con una conversación trivial, empezaba a calentarse. Así que abrí la nevera y saqué esa lata de cerveza que esperaba me diera las fuerzas para continuar.

-me gustaría verte la cara...

-no, no, ni de coña...

-en realidad lo que quisiera es verte desnuda...

-Tú sueñas, chaval...-me empezaba a incomodar...

-Te invito a cenar mañana por la noche, ¿qué me dices?

-anda, pero si estamos superlejos!

-Mañana a las 11 tenemos una cita romántica por Skype. Prepara dos velas, vístete elegante, perfúmate y, si puede ser, pelo mojado...

Y apagó la lucecita.

Quedé desconcertada. Y así seguí durante lo que quedaba de madrugada, de día siguiente, de tarde posterior...

Eran las 9 de la noche y yo estaba de los nervios. -¿Qué hago? ¿Voy?- Me sentía muy ridícula y con mucha ansiedad... y entré en la ducha para calmarme... --¡serás pava! si no os váis a tocar!-- me repetía mientras suavizaba mi cuerpo y me impregnaba de esencias, como quien se prepara para un encuentro con un amante. Cita a ciegas.

Saqué de un baúl una falda negra de ejecutiva y comprobé que mis ligas asomaran por la raja de los lados. Desabroché los dos corchetes de arriba de mi corpiño estrecho frente al espejo... Un gran machacado de sombra negra en los ojos y unos labios brillantes y jugosos. Como cuando vas a rodar... muy exagerado todo. Sacudí mi cabello mojado y me repeiné con una raya al lado nada corriente en mí. --Ésto es absurdo, tía...-- pensaba...

Saqué una pantalla grande del cuarto de los trastos, la acoplé a mi portátil, y me senté a esperar a la luz de las velas...

No fui capaz de coger sus dos primeras llamadas de videoconferencia. De repente me entraban miedos normales. ¿Y si no me gustaba? ¿y si era alguien conocido? ¿y si...?

Dos mensajes privados recibí dudando de mi valentía y pinché el recuadrito de descolgar...

Cuando aquella imagen comenzó a tomar nitidez... tapé mi cara con mis manos y sonreí.

-Hola pequeña...

Oh.... qué voz... me encantaba... --¿será posible que me entrara un escalofrío? glups... ¿me lo habrá notado?-- mi rostro continuaba oculto, yo petrificada...

-No me prives de contemplar esa cara bonita, anda...

Socorro...--¿bonita yo? ¡y encima con el pelo mojado, sin mi disfraz! y con esta risa nerviosa de tonta... ay...-- no encontraba el momento de observar la pantalla a cara descubierta.

-Creo que no voy a poder soportar esa mirada...-  ¿mirada? ¿MI mirada? yo por entonces estaba absolutamente bizca, ese horror involuntario que me entra gracias a mi timidez extrema.

Bah, voy...

...Cuando conseguí enfocar la vista después de ese interminable rato a oscuras...no me lo podría creer. Pelo engominado hacia atrás, cogido en una coleta, nariz  como árabe... preciosa, ojos que sonríen sin necesidad de mover un gesto y esas caras que no han pisado una barbería en su vida, cuyo brutal contraste con ese chaleco megaestreeecho mojó mi falda hasta el punto de plantearme si debería haberme puesto unas braguitas. Mis piernas se aflojaron al instante. Sonreí. Bueno, la risa estaba esposada a mi cara desde que sonó la primer alerta.

-Sabía que eras preciosa...- y yo le dí un trago al vino hasta que el ardor me llegó a los tobillos. Lo iba a necesitar.

Mis complejos se esfumaron. Lo bueno de no beber apenas es que enseguida notas los efectos.

Mi cena consistía en una fuente surtida de pastelitos e introduje en mi boca un pedazo de tocinito de cielo, relamiendo el dulce de mis labios ante su atenta mirada y su expresión risueña de cejas tristes, cual actor de Hollywood de película en blanco y negro. Intenté que no se me notara la vergüenza espantosa.

-No he dejado de pensar en tí desde anoche... me invade un extraño deseo... hacer el amor contigo- Eing? ¿hacer el amor desde una pantalla? ¿se puede? ¿y las caricias? ¿y los besos? ¿y los preliminares? ¿sólo con palabras? ¿eso existe?. Ay madre, dónde me estaré metiendo...

Yo no hablaba, tan sólo me deleitaba con su presencia sintiendo cada palabra en mis papilas gustativas delanteras, esas que se pierden con la edad pero que yo conservo intactas,  rebosando arrope. Y él me imitó... Media hora pasamos mirándonos y relamiéndonos en un mutismo gustosísimo...

-¿Me concederías el placer de sentarte en la espalda del sofá para que pudiera contemplar lo que me estoy perdiendo por no estar ahí, bella?

A esas alturas mi sentido del ridículo estaba tan adormecido por el vino que me acomodé lentamente hasta que me ví entera en el recuadrito pequeño de la pantalla. Asomé las piernas por las aberturas de la falda manteniéndolas abiertas y me deshice de los tacones.

-Oh... qué despropósito de mujer... no sé si merezco admirarte ...aun en la lejanía...- musitó con ese tono de voz que tantísimo me excitaba.

Agarré mi copa y me la cepillé de un plumazo, desatando los corchetes de mi corpiño uno a uno con extrema minuciosidad, sin quitarle ojo, con la cara extasiada... El vino estaba dictaminando mis actos... Mi pecho exhaló al salir de aquella prisión y humedecí mis pezones que estaban en carne viva...

Su mirada penetrante, su sonrisa, el hecho de que estuviera vestido, no sé... pero todo ello me tenía fuera de sí... Y entonces levanté mi falda y le mostré “mi tesorito” (lo siento, o uso ese término o reviento) (momento cortarrollos) sedoso, manso y a sus órdenes.

Mojé mis dedos en el almíbar del plato y los llevé a mi clítoris... y suavemente comencé a estimularme cuidando mis movimientos, sabiéndome observada... lo que me hacía sentir más placer y más...

Al primer jadeo que salió de mis labios, cortó a Billie Holiday.

-No quisiera perderme ni uno solo de tus gemidos, pequeña...

Seguí masajeándome lamiendo mi otra mano porque ansiaba ese beso tan necesario para mi gozo... Mis boca se hinchaba por momentos, entreabierta como consecuencia de lo cachonda que estaba, y mi clítoris anunció por su inflamación que necesitaba más velocidad... Agaché la mirada y deje que mi saliva fluyera hacia él, con esa puntería certera de la que solo algunas gozamos.  Mi excitación estaba tan a flor de piel...que la noté caer por toda mi raja hasta gotear viscosa en el sillón... Y usé sólo un dedito... el de enmedio... Me ponía más regodearme en movimientos calmos que en lo apresurado que me pedía la mente. Porque ahora mi corazón mandaba. Mi corazón desafiaba a mi cerebro. Nunca pude evitar necesitar enamorarme para follar. Aunque fuese una noche. Un ratito.

-¿te gusta que te acaricie así, pequeña...? ¿qué más puedo hacer por tí...?- su voz se hacía ténue por momentos... se estaba conteniendo...estaba burro de placer... Y yo continuaba callada, aunque asentía con la cabeza a cada una de sus preguntas.

Cerré los ojos y sentí su mano en la mía... su dedo en mi dedo... en mi vagina que se contraía por su llegada ...presionando las paredes con dulzura mientras yo respiraba amor y salían de mi garganta quejidos, deleitada de puro gusto. Acaricié mi cuello con su aliento. Mi pecho... me acaricié el vientre. Mordí mi boca y desgasté nerviosa las comisuras de mis labios...  ahhhhhh... ahhhhh... ya no podía soportarlo más... pero continué mi empeño en masturbarme a cámara lenta, cuidando de respirar hondo y parar cada vez que sentía que no iba a poder soportar ni una caricia más. Así. Así era como me gustaba. Cuidadoso y recorriendo cada rincón con las yemas de los dedos escuchando sus palabras subidas de tono... Apretando mi hueso pélvico con intensidad. Así era... y así le susurraba con los niveles de oxitocina por las nubes.

Pero llegó... el nudo en la garganta previo al llanto asomó...y supe que ya sí que estaba perdida... y mi dedo salió bien mojado para culminar en una espiral de brutalidad con mi grito final...

...Sin necesidad de olerte, pequeño... Aquella noche te amé sin necesidad de olerte... Pero yo respiré a través de tí. A través de tus caricias desde mis manos, de tus dedos en los míos, de tus besos en mi lengua... Y todavía me llegan flashes de tu aroma que me impulsan a mojar mis bragas en las noches en que mi cama es ancha.

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