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Los comedores escolares también son para el verano

Comedor en una escuela de verano | TONI BLANCO

Carmen Reina

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Varias madres aguardan en la puerta del colegio para recoger a sus hijos. Una imagen habitual, si no se tratara del mes de julio, en pleno verano y cuando ya los más pequeños terminaron su curso escolar. Pero en vacaciones también hay que alimentarse y hay decenas de niños en riesgo de exclusión en Córdoba que necesitan de los comedores escolares de verano para alimentarse adecuadamente.

En la capital se mantienen abiertos, dentro del plan de las Escuelas de Verano municipal, tres centros con comedor escolar, en las tres zonas de la capital más deprimidas: Las Palmeras, Las Moreras y Distrito Sur. Para los niños –de entre 3 y 17 años- quedarse a comer con sus compañeros es una actividad más de la escuela que, si se midiera por el nivel de decibelios y animación que tienen cuando esta redactora los visita, satisface con creces sus necesidades de diversión y ocio educativo. Van a finalizar la jornada en el comedor como una actividad más, sin estigmatizar a los menores que deben acudir al colegio también en verano para llevar una dieta adecuada que sus familias sin recursos no podrían proporcionarles.

Se trata de satisfacer, también, esas necesidades alimenticias básicas. Durante su estancia en la escuela de verano, el comedor les ofrece cuatro comidas al día que proporcionan a los chicos la alimentación adecuada y nutricionalmente adecuada que muchas veces falta en casa. Reciben un desayuno a media mañana, el almuerzo a mediodía, la merienda en una bolsita para llevar a casa, junto al desayuno principal del día siguiente. “Lo que se llevan a casa, muchas veces no es para ellos. Hay hermanos con quienes también lo comparten”, cuentan las responsables del comedor.

La visita a la hora del almuerzo al centro Jerónimo Luis de Cabrera, en el Distrito Sur, nos muestra la ebullición del comedor. A un lado, los encargados de la comida, que ya llega al centro preparada solo para dar los últimos toques y emplatar; a otro lado, varias mesas donde unos 90 niños se disponen a comer, atendidos por 12 monitores. Hoy, en el menú de mediodía toca sopa de picadillo, lomo con patatas y, de postre, fruta. “Se lo comen, todo. No hay quejas”, cuenta Irene, una de las monitoras, mientras va y viene para servir agua, llevar el pan y los platos.

Aprendizaje y nutrición

Pero en el comedor, no solo se nutre el estómago. “También aprenden las normas básicas para comportarse en la mesa, se acostumbran a comer de todo y se relacionan entre ellos como una actividad más”, apunta la monitora.

Entre los chicos que comparten la hora del almuerzo, la mayoría pasa por el comedor del colegio durante todo el año, entre la necesidad de tener garantizada la comida adecuada y las dificultades de la conciliación familiar y laboral en sus casas. “Hay familias que directamente nos vienen derivadas de los Servicios Sociales, personas que en situación de desempleo no pueden hacer frente a una comida adecuada para los críos y otros que, con un trabajo muchas veces precario, no pueden atender a los niños a la hora de la comida”, explica Juana, la responsable del comedor.

Se dan situaciones, incluso, de tener en el comedor hasta a cuatro hermanos de una misma familia. Varias parejas de hermanos más se dan solo en este colegio. Y eso, supone, que la alimentación de los menores de cada familia esté atendida adecuadamente, con el alivio que supone para cada casa.

Entre las 13:00 y las 14:00 el comedor supone el final de la jornada compartida entre amigos y compañeros, la hora de charlar sobre las actividades que ese día han hecho en la escuela de verano o las que le esperan al día siguiente. Porque los chicos se divierten y aprenden en este espacio a caballo entre la formación y la diversión. Talleres de cocina, de manualidades, de danza, sobre el cuidado del cuerpo, un cuentacuentos y canciones centradas en la igualdad, visita a la piscina y, para los más mayores, una noche de campamento.

“Es la población más sensible”, se escucha entre los comentarios de los monitores y responsables mientras los niños, ajenos, siguen a lo suyo entre charlas y risas a buen volumen. Nada, aparentemente, es distinto a cualquier otro día del curso escolar. Los comedores escolares también son para el verano.

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