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Serrat, siempre

Joan Manuel Serrat, en julio de 2015 en el Teatro de La Axerquía | TONI BLANCO

Juan José Fernández Palomo

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Me preguntan por qué vuelvo siempre a ver a Serrat en concierto. Podría responder que porque me sale de las narices pero sería un pelín incorrecto aunque verdad.

Serrat me hace llorar y llorar me hace bien. No sé de música, pero los acordes del piano de Ricard Millares al principio de Barquito de papel o Pueblo blanco disparan mis lagrimales como si no hubiera suficiente antihistamínico en la Tierra. Un no parar.

Es por mi primera y mi última novia por las que escucho a Serrat; también lo hago por mí mismo y por todos mis compañeros y compañeras. Porque Penélope avanza un verso esdrújulo, porque hay gente que tiene narices y una guitarra para hacer eso. Penélope, con su bolso de piel marrón es tan perfecto como Ibant solos per umbra sub noctis y eso es la lengua del Mediterráneo. De Algeciras a Estambul.

La perfección está en la playa y en un endecasílabo, más o menos. Una lengua salina que te lame los pies, un mar que te presta la voz.

La imperfección también tiene cabida en esas playas que hoy son la entrada a un panteón funesto de vidas mal proyectadas.

Serrat es el necesario equipo público que llega a la ciudad a soplarnos canciones en el cogote.

Cuando escuchas sus coplas, igual que cuando lees un poema publicado por quien sea, ya es cosa tuya. Te pertenece.

En estos tiempos tontos, algunos gilipuertas le han llamado “equidistante” y llevaban razón: las canciones de Serrat están a medio camino del corazón de las tripas y de la cabeza. Justo ahí, en ese sitio que importa.

Algunos todavía dirán que el oficio de cantar no es más que un entretenimiento intrascendente con la de cosas importantes que hay por hacer. Craso error.

Ahora que el Mediterráneo es una tumba reivindicamos el verde de los pinos, el amarillo de la genista y el negro de esa piel. Eso se canta y se cuenta porque es necesario. No hay que entretenerse en dar más explicaciones.

Ahora y siempre, Serrat.

Hoy vuelvo a llorar feliz y pulso enter.

Y me voy al concierto.

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