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Mercé hace valer su ser flamenco en La Corredera

José Mercé en la Noche Blanca del Flamenco 2018 | TONI BLANCO

Francisco Martínez Sánchez

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A las 2:30 de la madrugada la Plaza de La Corredera era un hervidero de gentío a la espera de escuchar el cante José Mercé. El recibimiento al cantaor por parte del público resultó entrañable. Son numerosas la ocasiones que el artista jerezano ha cantado en Córdoba, siempre recibido con el calor de la afición y también de un público que precisamente no se circunscribe a los cánones clásicos del flamenco.

Desde que en 1986 fuese premiado en el XI Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba con los premios Mercedes La Serneta y Pastora Pavón, Niña de los Peines, Mercé ha mantenido su particular idilio con esta ciudad califal y este sábado volvió a mostrarlo de la mejor manera que un flamenco de su talla puede hacerlo, cantando desde la exigencia demandada por los aficionados y con la responsabilidad artística de mostrarse cantaor sin tachaduras.

Sí, Mercé compareció con su perfil más flamenco, empleándose por soleá para trazar parámetros de estilos que son de agradecer en los tiempos que corren. A su vera el joven guitarrista jerezano Antonio Higuero marcando las pautas necesarias para el acomodo del cante, falsetas de buen gusto, embebidas en la solera de toque imperecedero y siempre bien recibido por el sonido añejo que a la par no desfasado por vital y reconfortante.

José Mercé mantuvo la actitud de un flamenco que no necesita demostrar que lo es, tanto por trayectoria, repertorio y personalidad artística, de ahí que en La Corredera, en apenas una hora, hiciese síntesis de su valía, continuando tras la soleá por fandangos y alegrías, con detalles de mirabrás para desencadenar una serie por bulerías desde los ancestros de su marchamo jerezano.

Las manijas del reloj del mercado Sánchez Peña marcaban las 3:15 de la madrugada cuando Mercé, como gurú en un epicentro flamenco alentó a los congregados a cantar el entrañable alegato contra la pena de muerte y los aciagos momentos vividos con los últimos fusilamientos del régimen franquista que el cantautor Eduardo Aute inmortalizó, Al alba. Cientos de voces transmutadas en solo una para cantar al unísono: Presiento que tras la noche / vendrá la noche más larga, /quiero que no me abandones, / amor mío, al alba, / al alba, al alba.

En la calurosa madrugada y como metáfora climatológica para la despedida no faltó la popular bulería de Aire, José Mercé refrescando alientos flamencos en un recital de menos de una hora en el que entrelazó los mimbres que despejan incógnitas, en algunas ocasiones puestas, sobre su integridad artística y raigambre flamenca.

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