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Gerardo Olivares: “El sentido de ciudadanía se ha perdido totalmente con el urbanismo moderno”

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Juan Velasco

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Gerardo Olivares cumple en julio 88 años y no es director de cine. Seguramente habrá quien llegue a esta entrevista buscando las palabras de uno de los cineastas y documentalistas más interesantes del último cine español. Sin embargo, lo que hallarán será a su padre, al molde a partir del cual se desarrollará el director de cine, con quien comparte nombre y guarda un gran parecido físico. Y al hallar al padre, encontrará un testimonio certero de la Córdoba “moderna” de viva voz de uno de sus protagonistas.

También habrá quien acuda a escuchar lo que tiene que decir el arquitecto Gerardo Olivares, un personaje propio dentro de la Córdoba del Equipo 57, de la Córdoba del Grupo Cántico, de la Córdoba de Tomás Egea. Fue precisamente en la exposición que Vimcorsa ha dedicado a este último cuando salió el nombre de Olivares, prácticamente escondido entre la lista de arquitectos y urbanistas con los que trabajó Egea a lo largo de su vida. En ese momento se encendió la bombilla que alumbró esta entrevista, a la que se ha accedido por mediación de Laura, hija del arquitecto, y que advertía desde el principio de que su padre no era muy amigo de la parafernalia pero sí de la buena charla.

Con esa prevención, Gerardo Olivares Senior, proyectista -junto a Rafael de la Hoz o en solitario- de obras tan emblemáticas como la actual Plaza de las Tendillas, el Rectorado, el Campus de Rabanales, el centro comercial Zoco, la Filmoteca de Andalucía, el Palacio de Congresos de Torremolinos o el edificio Castelar de Madrid, nos abre las puertas de su casa y se dispone a contarnos algunos de los pormenores de cómo ha sido el diseño moderno de este pedazo de tierra llamado Córdoba, y que vale tanto por lo que enseña como por lo que guarda bajo el subsuelo.

A la espera de que el siguiente arquitecto lo encuentre.

PREGUNTA. Lo primero que me gustaría saber es qué es lo que la arquitectura enseña.

RESPUESTA. En el fondo, la arquitectura es dónde se desarrolla toda la vida. Si ahora al paisajismo se le llama arquitectura paisajista quiere decir que no solamente tiene que hacer un edificio. Puede haber un entorno sin edificación en el que haya arquitectura. Incluso te diría más. Hay muchos arquitectos paisajistas cuyo mérito mayor es haber sabido dejar la naturaleza tal como estaba. Mejorándolo pero con pequeños toques. Es el caso de Burle Marx, que era un arquitecto paisajista brasileño, que desarrolló la arquitectura sobre todo a nivel de jardinería. Él lo que hizo fue pequeños cambios y generó un movimiento de arquitectura paisajista distinto al estilo francés o inglés. Lo que hizo fue transformar ligeramente la naturaleza mejorándola siempre en algunos aspectos. La arquitectura tiene una gran influencia en las personas, de eso no hay duda. Y las personas desgraciadamente tienen una gran influencia en la arquitectura.

P. ¿Por qué dice desgraciadamente?

R. Pues porque la pueden mejorar o la pueden estropear. Creo que el mayor pecado del arquitecto es no saber respetar lo que la naturaleza ofrece.

P. ¿Y en el caso de la construcción?

R. Pues lo mismo. Las construcciones que más han trascendido han sido, aparte de los grandes palacios, arquitectura popular. Vas a un pueblo y te encuentras con una estructura urbanística que te lleva a pensar: “Y esto cómo se mejora”. Esas calles, esas placitas vivideras, incluyentes... Eso es muy difícil de mejorar con las nuevas técnicas. Es que la arquitectura es un arma de doble filo. Por un lado puedes mejorar la naturaleza, pero por otro lado también te la puedes cargar. Y no digamos ya con el urbanismo. El gran pecado de España después de la guerra no ha sido la arquitectura moderna, porque España fue un país que aceptó enseguida los movimientos modernos. Nosotros no tuvimos ningún problema en hacer arquitectura moderna y yo llegué a Córdoba en el 58. Y mi socio durante años, Rafael de la Hoz, llegó 9 años antes. Y a él nunca le pusieron ninguna objeción por hacer arquitectura moderna.

El mayor pecado del arquitecto es no saber respetar lo que la naturaleza ofrece

P. Quién lo diría.

R. A nivel oficial, ninguna. Luego, a nivel particular es otra cosa. La gente está acostumbrada a lo clásico y le cuesta entrar por lo nuevo. Pero eso pasó con todo. Normalmente, Córdoba ha sido una ciudad que ha respondido muy bien al movimiento moderno. Sin embargo, el urbanismo en España ha sido un desastre.

P. ¿En qué sentido?

R. Pues mira, la época aquella del desarrollismo fue verdaderamente terrible y se destruyó patrimonio arquitectónico y no digamos patrimonio paisajístico.

P. Ahora entraremos en el barro. Antes me gustaría saber si, atendiendo a su respuesta, la arquitectura sería de alguna manera la carta de presentación de una ciudad y tiene tanto peso como su acervo cultural.

R. El problema de las ciudades hoy día es que son demasiado extensas. Las ciudades abarcan mucho. Por ejemplo, el casco antiguo. El casco antiguo de Córdoba tiene una unidad, pero luego te vas por la periferia y son ciudades distintas. Son pequeños poblados, pequeñas ciudades que no tienen nada que ver la una con la otra, y con planificación y urbanismo distinto. Es que la arquitectura que hacíamos nosotros hace 25 años no se parece a la de hoy día. Los materiales son distintos, el concepto es distinto, la economía que soporta esa arquitectura también es distinta. Cada ciudad tiene distintas personalidades. Antes no. Antes ibas a Salamanca y Salamanca era Salamanca. Ahora no. Ahora es una ciudad totalmente dispersa. Esto no es malo. Lo que no tiene es esa unidad de un pueblo pequeño.

P. En el caso de Córdoba, ¿qué dicen la arquitectura y el urbanismo de la propia ciudad?

R. Pues la arquitectura y la sociedad de Córdoba aceptaron relativamente pronto la arquitectura moderna, teniendo en cuenta que somos, o éramos mejor dicho, una región de España culturalmente menos desarrollada. Sin embargo, Rafael de la Hoz la supo introducir muy bien en Córdoba. Es una persona a la que Córdoba le debe mucho porque hizo mucho por esta ciudad en cuanto a la arquitectura moderna. Y luego ha habido movimientos nuevos, pero ya ningún arquitecto hace eso de “arquitectura moderna”. Ahora todo el mundo ha entrado por lo moderno.

P. ¿Entonces ya se planteaba esa dialéctica entre lo moderno y lo antiguo o sencillamente había permisividad y tiraban hacia adelante?

R. No, no. Totalmente. Moderno-antiguo. Además, aquí en Córdoba hubo un movimiento con gente como, por ejemplo, Tomás Egea. Cuando yo llegué a Córdoba, Tomás acababa de llegar también y coincidimos con el Equipo 57, que estaban desarrollando un movimiento artístico totalmente nuevo. A ellos les interesaba el constructivismo. Y eran movimientos que convertían a Córdoba en una excepción. Córdoba tuvo ese movimiento también en poesía, con el Grupo Cántico, como en arte, con el Equipo 57.

P. ¿Y dónde se ubicaban entonces Rafael de la Hoz y usted?

R. Rafael de la Hoz intervino mucho. Él fue el primero que incorporó artistas modernos, escultores como Oteiza, Cruz Novillo, Pascual Lara, a la arquitectura. De la Hoz hizo obras de cierto nivel y oficiales, y en todas ellas intentaba introducir algún elemento de este tipo. Por ejemplo, la Cámara de Comercio, donde intervino Oteiza. Y yo continué con eso. Tomás Egea ha trabajado con nosotros por toda España. Ha hecho cosas en Málaga, en Valencia, en Córdoba. Es decir, Rafael de la Hoz y yo intentábamos incorporar a los artistas desde el principio del proyecto. Y no en plan: “Aquí queda una pared en blanco, a ver pon alguna cosita”. No. Egea colaboraba conmigo desde que empezábamos a desarrollar la obra. Él formaba parte de la obra.

España fue un país que aceptó enseguida los movimientos modernos

P. En la Córdoba de esa época, que si uno ve las imágenes, era una ciudad con un punto decadente, me llama la atención cómo surgió este movimiento moderno. Me interesa saber cómo estaban interconectadas estas corrientes y, sobre todo, por qué no ha habido relevo.

R. Es que a Córdoba siempre le cabrá el honor de haber sido la primera ciudad de Andalucía donde los movimientos modernos han tenido más desarrollo. En ese aspecto, Córdoba ha sido pionera. ¿Por qué? Pues no lo sé. Porque, realmente, la sociedad cordobesa es muy tradicional. Y, sin embargo, partiendo de una tradición muy fuerte y de una sociedad muy pegada a esa tradición, luego ha sabido evolucionar de una forma bastante coherente, sin grandes traumas. Con las primeras obras de Rafael de la Hoz, la gente siempre ha respetado y ha entendido que había algo, aunque no lo entiendan. Había un trasfondo de razonamiento, de racionalidad y de cultura.

P. Se le nota la admiración.

R. Es que tiene un mérito enorme. Es que llegó aquí cuando aquí no se hacía nada moderno. Aquí la arquitectura era tradicional. Buena, porque había buenos arquitectos, pero totalmente tradicional.

P. ¿Cómo lo conoce usted?

R. Bueno, lo conocí porque cuando terminé la carrera vine a Córdoba. No sabía que iba a hacer, si me iba a ir a Madrid, si me iba a ir a Venezuela... Pero tenía que hacer las prácticas de la milicia y tenía 5 meses que no sabía qué hacer. Y en ese tiempo hasta que empezaban las prácticas de la milicia, recordé que en Córdoba estaba Rafael, al que conocía de una exposición. Así que subí a verlo. Y le dije: “Acabo de llegar a Córdoba, no sé lo que voy a hacer, pero si no te importa, me gustaría practicar contigo”. Te estoy hablando del año 58. Así que él me dijo que sí, y empecé a trabajar con él, que ya era conocido y tenía bastante trabajo con la Diputación. Y estuvimos trabajando juntos hasta que se fue a Madrid.

El urbanismo en España ha sido un desastre

P. ¿Y solo por eso se quedó usted en Córdoba?

R. Bueno, es que mi familia vivía en Córdoba. Pero si no hubiese encontrado trabajo, yo no pensaba venir a Córdoba. Mi idea era salir fuera de España. Ya había estado en Israel dos años antes, trabajando con arquitectos y una de las posibilidades era ésa. Pero cuando vine a Córdoba y me encontré con Rafael de la Hoz, pues decidí quedarme aquí. Y mi familia por otro lado tenía interés en que viviera en Córdoba pero ellos nunca me dijeron que me quedara, la verdad.

P. ¿Fue una buena decisión?

R. Fue una decisión importante para mí, claro.

P. Hablando de Rafael de la Hoz, me gustaría preguntarle por el conflicto que tiene su hijo por el tema de la celosía en la Mezquita-Catedral.

R. La verdad, estoy muy poco enterado y he seguido muy poco eso. Es un tema que tampoco me ha interesado mucho. Es cierto que hizo allí una solución fantástica para cerrar las puertas de la Mezquita, que luego se planteó el problema de que si habría que quitarlo para que pudieran saliir santos, pero no lo he seguido. Si te digo la verdad, en este momento no sé ni cómo está.

P. Han retirado la celosía.

R. ¿Han retirado la celosía? Pues es una barbaridad. La celosía de Rafael de la Hoz para la Mezquita es impresionante. La proyectó él desde Madrid. Aunque él venía a Córdoba y me contaba. Y me pareció una solución estupenda. La hicieron aquí en Córdoba. La construyó una empresa de carpintería muy buena. Es que en Córdoba ha habido siempre muy buenos artesanos y eso es algo que es importante que la gente lo sepa. En la época aquella en la que prácticamente eran carpinteros, albañiles, escayolistas y cerrajeros y pintores de brocha gorda, Córdoba tenía unos artesanos magníficos. Había un tal Anguita que restauró todas las puertas de La Alhambra, como carpintero. Es una lástima que ya la artesanía se ha perdido y ya todo se hace industrial.

P. Todo es más impersonal ahora.

R. Claro. Ya no hay marmolistas porque el mármol no se pone. Y no se pone porque hay algunos productos que son tan bonitos como el mármol, más baratos y más duraderos.

P. Aprovechando que estamos hablando de la Mezquita, quiero preguntarle sobre patrimonio y sobre el efecto, positivo o negativo, que haya tenido la ultra protección del casco histórico de la ciudad en el desarrollo arquitectónico.

R. Los cascos históricos hay que protegerlos, pero hasta ciertos límites, porque nunca se puede convertirlos en espacios muertos. Sobre todo los de origen árabe o romano, de calles estrechitas, en las que no puede entrar un camión ni a recoger la basura, que las obras se hacían en burro, porque no entraba una furgoneta cargada de ladrillos, pues todo eso, el peligro que tiene es que se conviertan en cascos históricos muertos.

P. ¿Es el caso de Córdoba?

R. A Córdoba le ha faltado encontrar el punto en que, sin destruir el casco histórico, lo revitalizara. No es fácil encontrar ese punto. La pregunta es qué tenemos que destruir para que el resto sobreviva. Porque si conviertes todo en un gueto, la gente se va a ir. Pero es lo que estaba pasando con el casco histórico. Ahora no sé porque no estoy pendiente.

A Córdoba siempre le cabrá el honor de haber sido la primera ciudad de Andalucía donde los movimientos modernos han tenido más desarrollo

P. Ahora se habla de gentrificación.

R. La gente se va fuera, porque las casas no las pueden reformar. Hay una normativa bastante restrictiva y eso está muy bien para el turismo, pero para el que viva allí...

P. ¿Hay alguna ciudad que le parezca que ha gestionado bien este tipo de condiciones urbanísticas?

R. Los italianos en general lo tienen bien resuelto.

P. ¿Y cómo lo hacen?

R. Pues sacrificando menos para salvar más.

P. ¿Córdoba ha tratado bien su huella arqueológica?

R. Sí, sí.

En Cercadillas estaban los intereses del Ayuntamiento, los intereses de Renfe, los intereses de la Diputación... y entre todos, se lo cargaron

P. Estoy pensando en episodios más o menos famosos.

R. Sí. Pero ha habido un cambio brutal. Aquello era una merienda de negros. Los arquitectos antiguos tenían su casa llena de obras. Antes llegaba un señor a construir y, si salía un mosaico o un capitel, lo sacaban fuera. Y el único que tenía entonces cierta cultura era el arquitecto, que se aprovechaba. Eso ocurrió, digamos, hasta entrados en los años 60. Entonces vino a Córdoba una arqueóloga, Ana María Vicent, que intentó poner un poco de orden y se encontró con la gran oposición de los constructores y los promotores. Se cometieron barbaridades. Por supuesto que sí. Ahora hemos pasado de un extremo a otro. De no hacer nada a hacer demasiado, y hubo una época en que, yo eso lo denuncié y tuve bastantes problemas con los de Cultura, porque yo decía: “No puede ser que estéis convirtiendo la arqueología en el mayor tapón para que esta ciudad prospere”.

P. ¿Era para tanto?

R. Sí. No se puede tener una obra paralizada esperando a que venga un señor, que le dé la gana de aparecer por allí y tomar datos, que “si no termino, ya volveré mañana”, y la obra paralizada y unos señores detrás, el promotor, el constructor y el propietario, que están perdiendo dinero porque la obra no avanza. Ahora eso, afortunadamente, por la presión que hicimos unos cuantos arquitectos sobre el departamento de Cultura, se ha resuelto bastante bien. Y hoy día hay un gran respeto porque en primer lugar hay una educación. La mentalidad de los arqueólogos actualmente es totalmente distinta y ha habido una especie de docencia y el pueblo se ha sensibilizado de que realmente tenemos un patrimonio importante que hay que respetar, pero también los burócratas, la administración cultural y municipal, se ha dado cuenta de que eso lo tiene que agilizar. Porque es producir un perjuicio. Es que tú no puedes perjudicar a toda una ciudad por el capricho de un señor que dice “esto es muy bonito y hay que mantenerlo”.

P. En mi opinión, se ha aprendido y se ha avanzado mucho pero a base de expolio, como pueden ser Cercadillas o Medina Azahara.

R. Claro. A base de golpes, por supuesto. Por ejemplo el caso de Cercadillas, ya que lo has sacado. El caso de Cercadillas lo viví yo muy de cerca porque entonces estaba en Córdoba un arqueólogo alemán, Armin Sylow, que se hizo muy amigo mío. Y este hombre un día me llamó y me dijo: “Están cometiendo el mayor crimen que se ha cometido en la arqueología en España”. En Cercadillas estaban los intereses del Ayuntamiento, los intereses de Renfe, los intereses de la Diputación... y entre todos se lo cargaron. ¿Y a cambio de qué? A cambio de cambiar la estructura ferroviaria de Córdoba. ¿Lo hicieron mal? Pues seguramente. Pero el miedo que había era que se paralizase. Porque una vez que se hubiera denunciado, se hubiera convertido en una especie de patrimonio nacional, y entonces no era el Ayuntamiento el que decidía si paraba o no la obra, ya era el Ministerio de Cultura. Y, ante ese miedo, se pusieron de acuerdo las fuerzas políticas de entonces para que aquello saliera adelante.

P. ¿Podría ser éste un ejemplo de eso que hemos hablado antes de que hay que sacrificar una parte para mejorar el todo?

R. Hay que sacrificar lo menos para salvar lo más, sí.

P. ¿El ensanche de la Renfe ha sido, urbanísticamente, la obra más importante que se ha acometido en la ciudad en la últimas décadas?

R. Por supuesto. Ha cambiado totalmente el panorama de Córdoba. Córdoba ha pegado un salto espectacular gracias al nuevo trazado viario. Tú es que no lo has conocido. Aquello eran hectáreas y hectáreas de zona muerta que partía a Córdoba, que terminaba en la vía del tren. Y había una pared detrás de la que estaban las vías. Todo aquello estaba totalmente desurbanizado. Al otro lado estaba la Sierra de Córdoba y tenía dos pasajes. Tú llegabas con el coche a Las Margaritas y tenías que esperar a que se levantara la barrera para que pasara un vagón correo o lo que fuera. Aquello había que resolverlo. Y al final se resolvió un poco sacrificando quizá la arqueología.

El que promociona en Córdoba sabe que se expone a encontrarse restos arqueológicos

P. ¿Y qué le parece el caso de Medina Azahara, que la Unesco le ha dado el toque por las parcelaciones ilegales junto al yacimiento? ¿Qué solución tiene?

R. Eso tiene muy difícil solución. ¿Quién se atreve a echar a 50 parcelistas que vivan allí? Es muy difícil. Eso se hace en las dictaduras. Hoy en día hay una sensibilidad que impide que a una persona lo machaquen porque se haya hecho una parcela porque haya unas ruinas debajo. Pues si hay unas ruinas debajo, espere a que este señor se muera, haga usted una acción informativa para que los que vengan después, en 50 o 100 años, sepan que ahí está eso. Pero no quiera usted ahora de pronto sacarlo todo y convertir a Córdoba en un parque arqueológico.

P. Era mi siguiente pregunta, si quizá esta acumulación de títulos de la Unesco nos podía convertir en un parque temático arqueológico y si eso es bueno o malo.

R. Está muy bien por un lado. Pero, vamos a ver, qué ciudades existirían bajo esa premisa... Roma no existiría. La Roma moderna no existiría. Bolonia no existiría. Nápoles no existiría. Y en España no existirían Mérida, ni Córdoba, ni Sevilla. Todo el pueblo español es un patrimonio arqueológico. A mí me decía un compañero: “En Córdoba, si en vez de picar un poco y encontrar restos arqueológicos, te encontraras petróleo, seríamos el país más rico del mundo”. Es que vivimos sobre 2.500 años de historia. Debajo de nosotros hay algo siempre. Mira, cuando hicimos el nuevo Rectorado, allí, desde mi época de estudiante, ya decía Don Samuel de los Santos que creía que había un anfiteatro, donde estaba la Facultad de Veterinaria. Él tenía la sospecha de que por esa zona se habían desarrollado toda la parte monumental y los edificios importantes que estaban en las afueras. Eso me lo dijo a mí en el año 1955. Y cuando me encargan la ampliación de la Facultad para convertirla en Rectorado, en seguida aparecieron los arqueólogos, empezaron a excavar y aparecieron los restos.

P. Sí, se pueden ver hoy en día.

R. Están totalmente abandonados. Me dieron pena. Yo hice un proyecto de recuperación. Mi última obra fue el proyecto de acondicionamiento de toda aquella zona para crear un jardín alrededor de los restos arqueológicos, urbanizarlo y hacer un aparcamiento bonito y dejar los restos bonitos. Allí lo que había no es cualquier cosa. Era el anfiteatro, que es lo que demostraba que Córdoba, en el siglo I y siglo II, había tenido una importancia brutal, porque tenía su teatro, su anfiteatro, circo, tenía todo. Era una ciudad espléndida con hasta dos foros. Y, según Desiderio Vaquerizo, tenía un tercero, marítimo, al lado del río.

P. Qué poco ha cambiado el urbanismo entonces. Córdoba sigue huyendo del casco y sacando los nuevos edificios fuera.

R. Hombre claro, claro. La Córdoba romana no llegaba nada más que hasta el río. Lo que había más abajo era un poblado ibérico, probablemente. Y Córdoba llegaba hasta el río probablemente como protección.

P. Bueno, ahora que hemos delimitado a la arqueología, vamos a ir a por el que puede que sea el principal enemigo de la arquitectura, la burocracia.

R. Ahora sí. Según me ha dicho el decano del Colegio de Arquitectos, tenían ahora grandes problemas y que sacar adelante ahora un proyecto era una especie de odisea y que ahora te puedes tirar un año para que te aprueben un proyecto.

El arquitecto tiene que ir un poco por delante de las necesidades, pero no muy por delante, porque se puede equivocar

P. ¿En su época tardaban menos?

R. No tardaban tanto, ni mucho menos. Bueno, dependía. Si te tocaba en la zona histórica, la cosa se retrasaba. Pero luego eso se agilizó y realmente un proyecto lo podías sacar adelante en dos o tres meses.

P. ¿Se echa en falta a la hora de elaborar el ordenamiento administrativo que se cuente más con los arquitectos?

R. No. En los planes de desarrollo intervienen arquitectos. Otra cosa es que los arquitectos que intervengan tengan experiencia. Porque pueden ser magníficos teóricos, pero si no han vivido un poco de cerca este problema del que estamos hablado, si no tienen en cuenta los intereses del promotor, que está invirtiendo un dinero en sacar una obra y que sabe que se expone a eso... Porque el que promociona en Córdoba sabe que se expone a encontrarse restos arqueológicos.

P. ¿Cree usted que la crisis económica que ha paralizado la construcción ha sido buena para las ciudades?

R. No. Yo creo que ha tenido muchas más desventajas que ventajas. La crisis es mala para todo el mundo. La construcción mueve mucho. Y no solo la construcción, sino la cantidad de industria que hay alrededor.

P. Pero, ¿se ha estado construyendo por encima de nuestras posibilidades?

R. Yo creo que hoy en día las ciudades tienen sus planes de ordenación perfectamente consolidados y construir no es un peligro. Es que antes, construir era un peligro y los constructores eran el enemigo público número 1. Y el arquitecto por supuesto, porque en el fondo decía lo que había que hacer. Si las cosas se hacen razonablemente no tiene por qué haber enemigos. Y ahora se está reactivando la construcción. Si uno quiere saber si la construcción se ha reactivado solamente tiene que contar las grúas que hay. Hace seis o siete años, o diez, cuando la crisis, pasabas por Córdoba y no veías grúas. Ahora se ven 15 o 20 grúas.

La manera más cómoda de no meter la pata es no hacer nada

P. ¿Pero se está haciendo bien?

R. Sí. Se está haciendo bien. Es que lo difícil es encontrar el equilibrio. Cuando hay un equilibrio y una legislación que funciona, como es el caso de Córdoba, las cosas no tienen por qué retrasarse. Lo que tiene que hacerse es que los burócratas se activen. No podemos convertirnos en un país como eran los países del este, donde la burocracia era todo. Y en España tuvimos en un momento en que estuvimos a punto de que la burocracia nos comiera, porque la manera más cómoda de no meter la pata es no hacer nada. Pero eso no puede ser porque de la construcción vive mucha gente.

P. Pero si atendemos a los procesos demográficos, que dicen que Córdoba o España está perdiendo población, la duda es si la construcción debería orientarse a retocar o mantener lo hecho, más que a volver a la obra nueva.

R. Bueno, la verdad es que sí. Hay una expresión que es consolidar. De lo que se trata no es solo de expandir, sino de consolidar los espacios que ya están urbanizados. El arquitecto tiene que ir un poco por delante de las necesidades, pero no muy por delante, porque se puede equivocar. Y encontrarte, como pasó por la crisis, con cientos de miles de metros cuadrados totalmente sin terminar. No hay que dejarse llevar por el optimismo, ni tampoco paralizar una ciudad.

Las ciudades están perdiendo el carácter de ciudad

P. Es que durante un tiempo solo ha primado el optimismo, y parece que vuelve.

R. Bueno, hay muchos tipos de urbanismo. Ahora se tiende mucho a las densidades. Se busca que la densidad de la población sea muy baja. Yo creo que eso puede ser también una equivocación porque las ciudades están perdiendo el carácter de ciudad. Las calles se están perdiendo. Hay bloques, jardines, los centros comerciales... ¿Y qué se pierde con eso? La ciudad, el civismo, el contacto.

P. La vecindad.

R. Exacto. Se pierde el contacto entre ciudadanos. Se ha perdido totalmente la vecindad. Ahora, cada uno vive en su bloque independiente y el fin de semana coge su coche, va al super mercado, compra la comida de toda la semana, y vuelve a su bloque, a su casa o su chalet, y ya no tiene ningún contacto con nadie. Ese sentido de ciudadanía se ha perdido totalmente con el urbanismo moderno. Y cómo se resuelve eso es una papeleta. Es difícil conseguir que la gente viva bien, desahogadamente, con muchos espacios verdes y que, al mismo tiempo, no se pierda el sentido de ciudad.

P. ¿Es eso y el cambio climático las dos cosas que más van a marcar la arquitectura del futuro?

R. El cambio climático no creo yo que tanto. ¿Por qué el cambio climático?

P. Pues porque últimamente las ciudades parecen totalmente expuestas a los cambios meteorológicos.

R. Sí. Vale. Estoy de acuerdo. Pero eso es por falta de mantenimiento. Se gastan dinero en urbanización, se hacen buenas urbanizaciones, buenos servicios sanitarios, buen alcantarillado, pero luego el mantenimiento no se conserva. Cuando en Córdoba hubo unas grandes inundaciones hace 20 años, recuerdo que estuve viendo una zona del Sector Sur donde habíamos hecho nosotros una vivienda y lo que ocurría es que el alcantarillado se había atascado pero no porque no tuviera capacidad para evacuar, sino porque estaba lleno de raíces.

P. No quiero cerrar la charla sin abordar dos tipos de edificios. El primero, que es tradicional, que son los patios.

R. El patio es un gran invento. Los romanos y sobre todo los árabes son los que más lo desarrollan. Los árabes sobre todo porque son una cultura de más intimidad. Es parte de lo que se llama estructura mediterránea y en ella el patio es una pieza fundamental. Es una maravilla, la verdad. Es un patrimonio importantísimo.

P. ¿Y entiende entonces esta fiesta, con el millón de visitas a 60 recintos?

R. Claro que sí. Es que es único. Es algo único. Ahora ya el patio se mantiene de una forma un poco artificial porque el turismo lo reclama. Antes era una forma natural, que se mantenía porque la gente vivía ahí, en el patio. Antes la gente hacía la vida en el patio, cocinaban juntos, lavaban la ropa, se sentaban a hablar... había una vida comunal fantástica, que se ha perdido por eso que decíamos de que los cascos antiguos se están muriendo un poco. Y se ha encontrado la fórmula ésta de promocionarlo como un espectáculo digamos un poco artificial. Pero indudablemente tiene un interés por lo que ha sido más que por lo que es.

El patio ahora se mantiene de una forma un poco artificial porque el turismo lo reclama

P. El segundo edificio del que quiero hablar es del Edificio Castelar, que siempre que lo veo en Madrid me impacta.

R. ¿Te gusta? Rafael de la Hoz decía que era un edificio con gafas. Ése es un edificio que abrió un camino, por su estructura peculiar, al ser un edificio que va colgado. Es una especie de farol que va colgado y acristalado, con una doble pared. Esto desde el punto de vista climatológico fue un avance. Fue un paso.

P. Sé que no le gusta hablar mal de los compañeros, pero me gustaría saber si cuando arrecian las críticas a un tipo de obras como las que hacen arquitectos como Calatrava, le afectan a toda la profesión.

R. Bueno, yo creo que Calatrava ha hecho grandes obras. Se ha equivocado, como todos nos hemos equivocado. La que ha hecho en la Zona Cero de Nueva York, la estación de intercambio, es “la estación”. Una obra de hierro, como dos alas enormes, que el 11 de septiembre se abre y todo el vestíbulo se queda iluminado y luego se vuelve a cerrar. Eso es una maravilla y no se puede negar. Que hay gente que dice que eso son alardes, pues por supuesto. El acueducto de Segovia es un alarde. La Mezquita de Córdoba es un alarde. ¿Y alguien protesta? Calatrava ha hecho cosas magníficas y yo siento que Calatrava iba a hacer un puente en Córdoba, pro los políticos dijeron que no, que Córdoba era una ciudad que tenía una tradición y que no podía haber un puente de Calatrava. Calatrava pasará a la historia de una arquitecto discutible y discutido, pero el hombre ha hecho obras impresionantes. Es como si me hablas del Guggenheim de Bilbao. Son de esas cosas que sí se pueden criticar, pero...

La Mezquita de Córdoba es un alarde. ¿Y alguien protesta?

P. ¿Ha visto usted el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía?

R. ¿El?

P. El edificio que han puesto en la Ribera, en frente de la Mezquita.

R. Ah, sí. Lo he visto, pero vamos... En general en Córdoba se está haciendo ahora una arquitectura impresionante.

P. ¿Hay alguna obra que le haya gustado particularmente?

R. Hay uno que me parece espléndido que es la nueva Cruz Roja. De Paco Daroca. Y hay edificios muy buenos. Lo que ocurre es que estoy un poco desconectado. Pero de vez en cuando me junto con los jóvenes y me hablan de estos edificios y voy a verlos. Ahora es que ya no se habla de arquitectura moderna. Se habla de arquitectura, que responde a los materiales de esta época. Cosa que en nuestra época no ocurría. Nosotros teníamos que hacer arquitectura moderna con materiales y tecnología antigua.

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