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Vivir sin alternativa a la luz “robada”

Sofía y José Ramón, un matrimonio de parcelistas que viven en Rosal del Rubio

Juan Velasco

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Cuando llega el frío, Sofía y José Ramón visten a sus tres hijos, de 4, 7 y 9 años, con abrigos en el salón de su casa y les dicen que van a a jugar “a los esquimales”. Así explican cómo se las apaña esta familia numerosa para vivir en su hogar, ubicado en una parcelación ilegal en la urbanización Rosal del Rubio, sin la posibilidad de contratar un suministro legal de electricidad con el que poder poner “más de una lavadora al día”.

La vivienda es un casa de una sola planta a la que se accede por un camino de tierra. El clima es árido, seco, aunque el ambiente -por la cercanía del Guadalquivir, que está apenas a un centenar de metros- es bastante húmedo. Sus efectos saltan a la vista: el salón, las habitaciones, la cocina e incluso algunos de sus electrodomésticos están llenos de humedades. Hongos que crecen cada invierno debido a que a Sofía y José Ramón la energía que les aportan las placas solares no es suficiente para enchufar una estufa. De aire acondicionado en verano, ni hablar.

Antes de que lleguen las críticas, ellos mismos se adelantan. Sofía era delineante y ahora está en paro. José Ramón es pianista y tiene trabajo cuando le surge, casi siempre en verano. Nada fijo. Ambos aclaran, no obstante, que su problema no es económico, sino moral: se niegan a usar el suministro energético del que se valen la mayoría de sus vecinos y que consiste, según ha atestiguado la Junta de Andalucía, en un enganche “irregular desde el punto de vista de la normativa del sector eléctrico”, dado que “cualquier instalación que dé suministro a más de un abonado tiene que ser de titularidad de una empresa distribuidora”.

“Esa situación no se da en este caso”, aclaran fuentes de la Junta de Andalucía a este periódico. La compañía eléctrica Endesa lo confirma también. “Las instalaciones que están dentro de esa urbanización no son nuestras. Nosotros no damos servicio allí”, señalan desde su gabinete de comunicación. Ambas instituciones no son capaces de explicar cómo es posible que en la urbanización haya una rejilla rectangular de Endesa que esconde una toma de corriente de baja tensión.

“Luz cedida” para toda una comunidad

La situación no es nueva. Sofía y José Ramón llevan así varios años. Lo único que ha cambiado es que se han hartado de esperar. De esperar respuesta por parte de las administraciones, que les han prometido que tendrán una solución que no termina nunca de llegar. Y de oír que su única alternativa es precisamente la de “seguir la corriente” que impera en su urbanización, una conglomerado de parcelas ilegales ubicado junto a Majaneque, a unos 6 kilómetros del Aeropuerto.

La mayor parte de esta urbanización, que es vieja conocida de la lucha parcelista desde hace ya décadas por su situación irregular, está en terreno inundable. Por tanto, no podrían siquiera acogerse a la nueva modificación de la Ley de Ordenación Urbana de Andalucía (LOUA) aprobada hace unas semanas en el Parlamento Andaluz. El caso de José Ramón y Sofía es distinto. Ellos, según aseguran “con papeles” sacados de la Oficina Municipal de Vivienda, viven en una edificación “urbano-residencial” que no está en zona inundable y allí establecieron su residencia habitual y la de sus tres hijos.

Sin embargo, esta situación administrativa de presunta normalidad para la familia esconde otra trampa. “En el Ayuntamiento, en la Junta, en Vimcorsa... En todas las administraciones a las que hemos ido nos han dicho que no vamos a tener luz legal y nos sugieren dos opciones, que ninguna nos vale”. Las dos opciones son: que se declaren como una familia en riesgo de vulnerabilidad y soliciten una vivienda -a la cual en realidad no pueden acceder pues en los papeles aparece que Sofía ya tiene un inmueble “urbano-residencial”- o que se conecten a luz tal y como lo hacen sus vecinos. “Luz cedida”, han llegado a escuchar, sin querer desvelar más.

Ellos, sin embargo, se niegan. “Nosotros no queremos que le quiten la luz a nadie, pero es que tampoco queremos conectarnos a una luz que es ilegal”, tercia José Ramón, que, ante una respuesta vecinal negativa, aclara que lo primero son sus hijos, aunque lo extiende a otras familias que viven en la zona y que también están en idéntica situación. Ellos han dado el paso por “una cuestión de humanidad”, señala.

“Nosotros queremos pagar nuestra luz mes a mes, como todo el mundo”, remarca Sofía, que recuerda que la gota que colmó el vaso de su paciencia tuvo lugar el pasado verano cuando, en plena ola de temperaturas extremas y en una vivienda sin aire acondicionado, tuvieron que llevar a su hijo pequeño a Urgencias porque le dio un golpe de calor. “Es que aquí viven mayores y niños que son los más vulnerables”, remarca la madre. “Y nosotros, que también somos personas”, añade José Ramón.

La Junta no descarta una sanción y la suspensión del suministro

Desde la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio explican que en estos momentos se está estudiando el expediente de la instalación de alta tensión en la zona, de la que a su vez se suministra en baja tensión. El técnico de la consejería que acudió in situ a Rosal del Rubio explicaba al matrimonio que, si bien la instalación eléctrica que hay “no supone ningún peligro para las personas”, se está intentando averiguar de quién es el centro de transformación del que se alimentan los vecinos.

“A nosotros nos ha dicho que es un centro de transformación ilegal, que no puede servir energía a particulares”, señala José Ramón. Poco antes, reconocía que más de una vez ha pensado en tirar la toalla y “engancharse” al mismo. Las dudas desaparecen cuando desde la Junta les confirman lo que ya sabían: la luz de Rosal del Rubio no es cedida, ni aparentemente tiene procedencia legítima.

Frente a ello, desde la Consejería señalan que las medidas a tomar pueden ir desde una sanción a la suspensión del suministro, así como también cabe la “adecuación de instalaciones” y su cesión a una compañía eléctrica para que preste el servicio. Sofía y José Ramón vuelven a insistir en que su deseo no es que se sancione a nadie y ponen todas sus esperanzas en que su llamada de atención sirva para cambiar una situación que viene de largo y que, según relatan, nadie parece querer cambiar.

El paso adelante lo han dado a oscuras. Sin saber qué vendrá después, pero “dispuestos a hablar con quien sea”, como advierte José Ramón. El tiempo corre. El verano, como cada año, está a punto de aparecer sin aviso previo y tanto él como Sofía se han propuesto que este año no haya que jugar “a los esquimales” cuando llegue el invierno.

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