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El todo por el todo

Celebración de la victoria | MADERO CUBERO

Paco Merino

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Ahí sigue. Hizo lo que debía con una dosis de angustia superior. El Córdoba sacó adelante su partido y seguirá haciendo cuentas para la salvación. Los marcadores ajenos en la jornada no le vinieron bien y el juego que despachó tampoco fue excesivamente lucido. Nadie le va a pedir exquisiteces a estas alturas. Lo pasó francamente mal en el segundo tiempo, cuando defendió como buenamente pudo ese 1-0 que Sandoval dijo en la vísperas que les valía. Al final, después de resistir a un Almería valiente, salió incluso mejor parado: se impuso por 2-0 y se quedó con el golaverage frente a los rojiblancos. El mejor de la noche fue el público. La afición, mejor dicho. “En un campo así suceden cosas”, dijo, con un tono pretendidamente enigmático -se refería, obviamente, a las decisiones arbitrales-, el entrenador del Almería, Fran Fernández, que acudió con el rostro demudado a la sala de prensa. El 2-0 para el Córdoba, que lo celebró con todo el exceso que la ocasión merecía, deja el panorama tan confuso como lo estaba antes a falta de dos jornadas. El Córdoba tendrá que seguir remando. Y lo hará de la mano de su mejor activo a día de hoy: una hinchada enloquecida y con fe ciega en que el milagro puede hacerse real. Si acaba sucediendo, todos recordarán este mayo del 2018 para el resto de sus días.

El latido de El Arcángel sonaba a tambores de guerra. No podía ser de otro modo. Los hinchas cantaron el himno sobrecogidos por las noticias que llegaron desde el Santo Domingo de Alcorcón. Los alfareros ganaban -con una soberana paliza, además- al Rayo Vallecano, por lo que todo el mundo tenía ya una dolorosa certeza: pasara lo que pasara, el equipo seguiría en puesto de descenso. Así es la vida de este Córdoba, que un mal día se metió en un embrollo de tal consideración que ni siquiera una reacción como la presente le sirve para compensar los desastres del pasado.

Parece mentira que el cordobesismo -con su bagaje de experiencias al filo de imposible- llevara tantos meses alimentando su ilusión sobre supuestos insostenibles para cualquiera que sepa lo que es la Segunda División. Y el Córdoba la conoce a fondo. Teorías de cartón piedra como que un equipo que está ascendido y no se juega nada es un adversario vencido, o que la combinación de marcadores normales llevan a un final positivo si uno cumple con su deber como Dios manda. Pero esto es Segunda División y no hay dios que la entienda. Así que lo único que uno puede hacer es buscarse la vida como pueda y que apenquen los demás. No es crueldad. Es sentido de la supervivencia. Y lo de poner el destino en manos de terceros es una ruleta rusa que no aguantan los corazones, por muy encallecidos que estén. Y el de los cordobesistas, acostumbrado a sufrir muy por encima de sus posibilidades, sigue bombeando esperanza.

El Córdoba se plantó en el campo como es debido. Entre la trascendencia de los puntos y lo apasionado del escenario -con la mejor entrada de la temporada- hubiera sido una herejía comportarse con pachorra. Los de Sandoval apretaron, metieron la pierna hasta el límite -y más allá-, fueron solidarios y no dejaron al Almería ni pensar en qué hacer con la pelota. El público chifló a todos -en especial a Fidel, un ex que tuvo que soportar los comentarios hirientes de la grada- y el Córdoba gobernó el partido. A los cinco minutos, René tuvo que rechazar con apuros un latigazo de Edu Ramos. El malagueño, por cierto, volvió a despachar una actuación de lo más solvente. Antes del cuarto de hora, el joven Álvaro Aguado ensayó dos veces el disparo. Uno le salió flojo y alto, pero en el otro obligó a René a hacer un paradón fantástico. Los locales hacían su partido ante un Almería reservón, que trató de explotar las bandas para hacer daño sin demasiada fortuna.

Reyes sigue en su línea. Cada vez que agarra la pelota provoca descomposición intestinal en los rivales. Antes de la media hora había provocado un par de tarjetas del Almería, que no fue más original que otros equipos a la hora de frenar al internacional de Utrera. El exsevillista pudo marcar a los veinte minutos, pero su disparo tocó en Suyayman y salió a córner. Y El Arcángel estalló a los 25 minutos cuando el de siempre, Sergi Guardiola, elevó su cuenta goleadora -el 22 en Liga- y su caché con un tanto de cabeza tras una combinación en el área. El Almería no había encajado ningún gol desde que se marchó, dimisión mediante, el granadino Lucas Alcaraz de su banquillo tres jornadas atrás.

Los de Fran Fernández se estiraron un poquito, no demasiado, ante un Córdoba que se sentía fuerte. Atrás, Aythami estuvo imperial en labores de corte y contención. Los rojiblancos tuvieron, sin embargo, una oportunidad a falta de cinco minutos. Tino Costa recibió un balón largo y tuvo tiempo para hacer cualquier cosa con él. Escogió rematarlo de cabeza y le salió un tiro blando y a la altura justa para que Kieszek atrapara la pelota sin ninguna dificultad. Los compañeros se echaron las manos a la cabeza. Luego no hubo más.

Después del intermedio, el Córdoba estuvo irreconocible. Muy acogotado, se dejó hacer por un Almería que dio un paso adelante. No fue acoso, pero sí un control del juego que favoreció las llegadas al área de Pawel. De medio campo para arriba, los de Sandoval apenas dieron testimonio. Los almerienses protestaron un posible penalti a Pozo -que vio tarjeta por simulación- y vieron cómo Pulido Santana les anulaba un gol de Juan Muñoz por fuera de juego. En el 72, el Almería se quedó con diez por expulsión -segunda amarilla- de Sulayman. Para entonces, Sandoval ya había metido a Araujo y Vallejo por Reyes y Aguado. Más fardos para la trinchera.

Un trallazo de Aguza que desvió René a córner fue la mejor ocasión cordobesista antes de que se entrara en un último cuarto de hora angustioso. Juanjo Narvaéz salió a falta de diez minutos por Aguza para atosigar a un Almería que ya andaba muy desconcertado por la inferioridad y el poco rédito que habia conseguido de sus fogosos primeros veinte minutos. El Córdoba achicaba balones y la hinchada se dejaba hasta el último resuello. El aroma del miedo no se disipó por completo hasta que en una contra, con el Almería ya volcado, Quim Araujo remachó el resultado con un tiro cruzado. El árbitro pitó el final en ese momento. Y se desató la fiesta por un trabajo bien terminado, pero incompleto. Faltan todavía dos episodios más.

FICHA TÉCNICA

CÓRDOBA CF, 2: Pawel Kieszek, Fernández, Álex Quintanilla, Aythami, Jesús Valentín, Javi Galán, Edu Ramos, Aguza (Juanjo Narváez, 79'), Aguado (Vallejo, 69'), Reyes (Quim Araujo, 60') y Sergi Guardiola.

UD ALMERÍA, 0: René, Marco Motta, Joaquín, Trujillo, Pervis Estupiñán, Sulayman, Tino Costa (Pozo, 60'), Fidel, Rubén Alcaraz, Nano (Hicham, 69') y Juan Muñoz (Verza, 74').

ÁRBITRO: Pulido Santana (Comité Canario). Amonestó con tarjeta amarilla a los cordobesistas Vallejo y Edu Ramos y a los rojiblancos Pozo, Rubén Alcaraz y Marco Motta. Sulayman fue expulsado por doble amarilla en el minuto 72.

GOLES: 1-0 (25') Sergi Guardiola. 2-0 (90') Quim Araujo.

INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la cuadragésima jornada del campeonato nacional de Liga 1|2|3, disputado en el Estadio Municipal El Arcángel ante 18.867 espectadores, con unos 300 seguidores del Almería. Antes del partido se guardó un minuto de silencio en memoria del exfutbolista blanquiverde Pepe Urbano, que falleció el 20 de mayo de 2016.

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