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Juan Rufo, 19-B: la ilusión de un futuro cierto

Propietarios del patio Juan Rufo, 19-B | ÁLEX GALLEGOS

Rafael Ávalos

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El ruido del tráfico, el bullicio en la calle, el sonido de un teléfono móvil… La vida en la ciudad, cualquiera de dimensiones y población considerables, es reflejo de un tiempo distinto. El ritmo es acelerado, los intereses son otros y apenas existen segundos para observar y escuchar de verdad. Tiene el transcurso de los años precisamente que las tradiciones puedan perderse, más lenta o rápidamente. Más si cabe cuando varían las costumbres. Sólo el relevo generacional, la influencia en quienes vienen, concede una oportunidad de mantener lo que, en casos, es además una seña de identidad. Como lo es el Festival de Patios de Córdoba, que poco a poco es capaz de reinventarse sin condicionar el sello más propio. La ilusión de un futuro cierto surge gracias a jóvenes como los que habitan en el número 19-B de Juan Rufo, quienes otorgan nuevo sentido a una fiesta que requiere una atención permanente.

Tras la puerta de esta vivienda del barrio de Santa Marina, un zaguán conduce a uno de los espacios que por mayo llenan de color a la ciudad. Coqueto y de imagen muy renovada, es un patio abierto por una joven pareja apasionada por la forma de vida de estos inmuebles -por ende del Festival-. “Mi casa tenía un patio y de pequeño ayudaba a mi madre con las macetas, y siempre me ha gustado. Cuando vine a vivir a Córdoba por trabajo y conocí los patios, me enamoré de ellos. Desde entonces, unos 20 años, los visitaba y para mí era una ilusión tener una casa con patio. El destino quiso que con el tiempo pudiéramos hacernos con esta casa, remodelarla y poderla presentar al Concurso”, explica Miguel Ángel Palomares, nacido en un pueblo de Jaén. “Siempre nos hemos criado en una casa con patio. Podemos decir que lo tenemos inculcado y siempre ha sido nuestra ilusión”, comenta José Luis Arenas. Los dos comparten una misma pasión además de unir sus caminos.

Miguel Ángel y José Luis viven en su actual hogar desde hace tres años, momento en que apostaron por una tipología de vivienda cada vez menos habitual en las ciudades. Córdoba es excepción aún en este sentido. Y es grato para quien desea habitar una casa-patio. “Aparte de la experiencia de vivir en un patio, es la paz que te da vivir con plantas hoy en día con el ritmo de vida que llevamos en un piso, con los ordenadores. Yo me siento aquí, me pongo a regar las plantas y a sembrar esquejes y es como desconectar del mundo, de lo que hay de puertas para afuera. Creo que poco a poco vamos a ir echándolo de menos y lo vamos a recuperar, porque es lo más natural”, expresa Miguel Ángel. Como su pareja, considera el recinto como un inmejorable lugar de encuentro. “Aquí es donde se come con los amigos, donde charlamos. Además tenemos la puerta abierta y la gente se asoma, te comunica con las gente, lo vives con ella y lo disfrutas”, indica al respecto este jiennense pero cordobés de adopción.

En cuanto a la vivienda, antaño albergó a dos familias. Entonces tenía un aspecto muy distinto al actual, que trata de mostrar la imagen más cercana a una tradicional casa-patio. “Lo hemos remodelado y hemos intentado recuperar la esencia del patio, porque cuando llegamos nos lo encontramos con ventanas de aluminio y demás. Por medio de los antiguos dueños y fotos que hemos encontrado, hemos intentado recuperar lo que había”, expone José Luis. Así, esta joven pareja ha devuelto su lugar a lo que parecía desaparecido. “El pozo estaba tapado. Las piedras del brocal estaban dentro y eran del suelo antiguo”, continúa, que admite sentir “pena de que se pierdan las casas antiguas”. En el espacio abierto, también se descubren diversos elementos dignos de ser observados con detenimiento a la par de sus plantas y flores. Entre todo, recibe al visitante un cuidador muy peculiar: es un Playmobil de tamaño natural.

“Creo que es un patio de detalles. En el suelo nos gusta tener pocas cosas porque solemos tener muchos detalles”, destaca José Luis. Combinan así en esta casa la pasión por la vida en torno a un patio con la que tienen por el arte y la historia. Algún que otro cuadro o capiteles son parte de la decoración de un patio que cumple este año su segundo dentro del Festival, en la modalidad de arquitectura moderna. Y, ¿por qué se adentra una pareja joven en esta tradición? “La misma ilusión de tener un patio nos hacía participar en el Concurso. Yo soy cordobés, qué te voy a decir. Tener un patio venía estrechamente ligado a participar en el Concurso”, afirma el propio José Luis.

Por supuesto, el deseo de hacer de su vivienda la de cualquier viandante sólo durante unos minutos es otra razón de peso para formar parte del Festival. “Creo que también es el hecho de poder compartirlo con la gente”, comenta Miguel Ángel tras escuchar a José Luis, que asiente. “Que la gente lo vea y lo disfrute”, añade. Además hay una motivación más, la llamada al mantenimiento de la sempiterna vida en una casa-patio, tan propia de Córdoba. “La gente joven incluso debería ir viendo estas cosas para pensar que no se pierda, porque no debería perderse”, dice antes de aseverar que proteger y dar continuidad al Concurso “es muy importante”. “Cuando veo fotografías de patios antiguos que se han perdido, me da mucha pena. Me digo: esto no se debería perder”. Pues en su hogar, en Juan Rufo 19-B, se riega la ilusión de un futuro cierto.

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