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La vida tras las jaulas del CECA

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Juan Velasco

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A las 10:00 horas de la mañana, la megafonía del Centro de Control Animal de Sadeco, conocido como CECA, escupe música clásica. Bellos acordes y armonías que debieron ser compuestas en el siglo XVIII para entretener a las clases altas y que, aquí y ahora, cumplen otra función. En el CECA, la música calma pero no silencia los ladridos.

Algunos son de felicidad, llamadas de atención, y otros son llantos, llamadas de atención, también. Es el sonido habitual de este lugar. El CECA es un espacio que esconde lo mejor y lo peor que pueden ofrecer y recibir los animales de compañía: el rechazo y el abandono, o el comienzo de una amistad que, al menos por la parte del animal, será incondicional en la mayoría de los casos.

Como todo lo relacionado con los animales en una sociedad que está constantemente cuestionándose qué es verdaderamente lo que les separa de ellos, el CECA de Sadeco está siempre en el ojo del huracán. Lleva así desde que Rosa Aguilar lo inauguró cuando era alcaldesa. Esta misma semana, sin ir más lejos, ha sido testigo de una adopción masiva de once galgos y de una denuncia por falta de vigilancia y robo de animales para uso en peleas de perros. Entre ambos sucesos se enmarca esta visita a las instalaciones que comenzó con música clásica.

Lo primero que llama la atención cuando uno penetra en las instalaciones es el gran número de jaulas. Da igual si uno tiene mascota o no. Siempre impacta ese pensamiento, por leve que sea, del animal enjaulado. Se tiende a pensar en términos de libertad también para los animales. Por eso, antes de llegar al CECA, no es raro ver en los alrededores merodear a perros de parcela, animales que suelen vivir en libertad, que van y vienen a su aire y que se dejan caer allí donde haya un cuenco con comida y agua.

Por eso choca conocer los datos fríos. Javier Quijada, gerente de Sadeco los aporta: el CECA amanece este día concreto con unos 300 perros, cuatro caballos, una treintena de gatos y una cabra. La ley obliga a los centros como éste a darse un plazo de cinco días para que lo reclame un propietario, y otros cinco días más para que alguien lo adopte.

Sin embargo, en el CECA, la media que pasa un animal antes de ser adoptado es de 75 días. Según Quijada, el 75% de los animales, perros en su mayoría, acaban encontrando familia. El 25%, corre la peor de las suertes y, pasado ese tiempo, acabará siendo sacrificado.

Crecen las adopciones en 2018

En el lado bueno, está que el número de adopciones está creciendo. La media este año está en cuatro o cinco animales al día. Eso quiere decir que, para cuando acabe abril, más de 110 animales habrán sido recuperados y tendrán su segunda oportunidad en condiciones mejores que las que los llevaron a la jaula del CECA.

En este ámbito, Quijada se esfuerza en explicarme cómo es el día de los animales en sus habitáculos. Lo cierto es que las condiciones de higiene y limpieza de las jaulas es muy alta a esa hora del día. No obstante, para cualquier amante de los animales siempre es duro ver algo así. La jaula es un estorbo mental que te impide ver la realidad de los animales callejeros o abandonados.

“Los animales suelen llegar mal. Aunque un perro o un gato parezca que está sano, normalmente ni han sido vacunados ni han sido desparasitados, y eso lo convierte en una bomba de relojería, porque no se sabe si está incubando algún tipo de enfermedad”, explica Elena Jiménez, veterinaria del centro. Jiménez nos atiende tras comprobar el estado de la pata de una perra que llegó al centro con una fractura antigua, y a la que hubo que romper el hueso para recuperarla. Hoy, la perra ya apoya la pata y se pega una carrera por la zona de recuperación en cuanto ve a Elena.

Lo más común, según explica, es que los animales lleguen con parásitos, enfermedades gastrointestinales, y susceptibles de estar incubando alguna enfermedad de tipo vírico, como el parvo o el moquillo. Los que llegan accidentados o atropellados son menos comunes, pero también llegan. Entre ellos, nos cuentan que esta semana han tenido que practicar la eutanasia a un zorro doméstico que apareció atropellado y que no consiguió superar la lesión.

A todos, lo primero que se les hace es desparasitarlos, interna y externamente, y vacunarlos. Para ello se ha habilitado una zona de bioseguridad en la que pasan un mínimo de cinco días antes de pasar a la zona de adopción. Esa zona es clave en un centro al que el 80% de los animales que llegan son abandonados y carecen de ningún tipo de control sanitario.

Quijada explica que la higiene y la sanidad es uno de los aspectos en los que más se trabaja en el centro. Una de las últimas mejoras en este aspecto ha sido la instalación de unas placas que evitan el contacto entre perros a través de las jaulas, lo cual previene contagios de enfermedades.

Más voluntarios y menos trámites para adoptar

“Es cierto que esto genera un problema desde el punto de vista de la socialización, pero este aspecto se está supliendo con el programa de voluntariado”, añade Quijada. Y los voluntarios aparecen poco después de la apertura del centro. Es fácil escuchar su llegada porque el bullicio entre las jaulas sube enormemente de decibelios.

Así, una veintena de voluntarios pasan por el CECA para ayudar desinteresadamente a los animales. Los sacan de sus jaulas, los pasean, los limpian y peinan e interaccionan con ellos. Los animales se vuelven locos al verlos. Son como padres de acogida que los preparan para la adopción.

La idea es ir progresivamente aumentando el número de voluntarios hasta cuadruplicar el número actual. La capacidad del CECA les permite asegurar a ese número. Los voluntarios y los alumnos de veterinaria en prácticas han insuflado de vida al CECA en los últimos tiempos, remarca el gerente de Sadeco, quien no esconde que el puntal básico para este espacio es su relación con las protectoras.

Son ellas quiénes demandaron que se aligeraran los trámites para la adopción de los animales, a lo que el centro ha dado respuesta con la contratación de un auxiliar administrativo y con la puesta en marcha de un servicio de cita previa. “La carga administrativa de una adopción es tremenda, no te lo puedes imaginar”, relata Quijada, mientras enseña una carpeta con un expediente de adopción que efectivamente abruma sólo con verla. Un tomo de papeles enorme que no se podría comer cualquier perro.

A este respecto, la veterinaria del centro tercia que también se trabaja en la concienciación. “Lo primero es hablar de una adopción responsable”, señala. A su juicio, todo el que se anime a adoptar ha de ser consciente de lo que va a suponer llevarse a un perro o un gato a su casa y todos los cambios que ello conlleva. “Hay que destinar tiempo y recursos, porque económicamente también tiene un coste”, recuerda Jiménez.

Acabar con la cría indiscriminada y un censo de mascotas para terminar con el abandono

Hay quien adopta para acabar abandonando. Esa es otra realidad. Y quien abandona no tiene más sanción que la tasa de modificación de datos del chip. Unos irrisorios cuatro euros. No obstante, Jiménez distingue entre los abandonos justificados, como por ejemplo por el desarrollo de una alergia, y los injustificados, producto de mudanzas o ventas de inmuebles y de gente a la que “le cuesta mucho calentarse la cabeza” con un animal.

Hay días en los que el CECA llega a acoger una treintena de animales, entre los que recogen los laceros, los que encuentran camadas de cachorros, o los que traen los particulares. Para evitar esta superpoblación, la veterinaria aboga por “dejar de criar camadas y camadas” de animales de los que uno no sabe con seguridad si él u otro se podrá hacer cargo. “Es muy bonito que los niños vean que la perra pare, pero para eso están los documentales o las visitas a las granjas”, remarca.

Y para evitar el abandono, sugiere llevar a cabo un gran censo de animales domésticos y ejercer presión a través de sanciones económicas. No obstante, reconoce que para eso se necesita un personal del que por el momento no se dispone.

A la hora de despedirnos, el CECA ya está recibiendo las primeras visitas de particulares que vienen a conocer a la que puede ser su futura mascota. Varias personas se pasearán por las instalaciones hasta que detrás de una jaula una vean a ese bicho al que le van a cambiar la vida y que, muy probablemente, le devuelva el favor cambiándosela a ellos.

Si, tal y como dijo Ghandi, “la grandeza y el progreso moral de una nación se mide por cómo esta trata a los animales”, esta ciudad, al menos, les ofrece segundas oportunidades a un buen número de ellos.

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