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El arte y el cielo en las manos de un cordobés

Rafael de Rueda ante el paso de palio de la Virgen de la Caridad | ÁLEX GALLEGOS

Redacción Cordópolis

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De Córdoba al cielo de las cofradías. Rafael de Rueda Burrezo, a sus 54 años, sigue siendo uno de los referentes del diseño en las hermandades, en las que ha hecho de todo y no solo en su ciudad natal o la cofradía que lo acoge desde niño: el Buen Suceso de San Andrés, sino en grandes corporaciones que no dejan su patrimonio en manos de cualquiera como la Esperanza Macarena, Pasión, a cuyo titular ha diseñado una túnica siguiendo un grabado antiguo, o las Cigarreras de Sevilla.

Aunque es en el bordado donde se siente más cómodo a la hora de hacer composiciones, este hombre que se siente creyente y cofrade, dibuja orfebrería, de la que dice que es “más sufrida pero muy bonita”; carteles, orlas de cultos, logotipos y retablos cerámicos como el del Resucitado en Santa Marina. Y tiene cientos de diseños. Su maestría no se puede poner en duda aunque él le reste mérito a lo que hace porque, como dice, es solo una parte de un gran proceso, de un engranaje formado por muchos profesionales que hace que los pasos salgan lo más dignos que sea posible a la calle. Es lo que está haciendo ahora con hermandades cordobesas como la Santa Faz (a la que dibujó el bacalao) o el Resucitado, cuyos palios ha diseñado, aunque ha trabajado para decenas de corporaciones en Córdoba y fuera. Suyos son también los últimos trabajos de bordado de saya para la Paz o de túnicas para los Señores de la Humildad y Paciencia y de las Penas de la Esperanza de Córdoba.

Autodidacta, lo cierto es que, aunque no haya tenido formación para diseñar para las cofradías, en su casa el arte se respiraba pues su padre era orfebre, aunque su “vocación” podría decirse que despertó en él al llegar a Sevilla con 14 años y conocer un mundo nuevo que le fascinó. Con esa edad ya hizo un cartel de cultos para su hermandad del Buen Suceso, de la que ha sido nombrado recientemente asesor artístico, pero en aquella época todo era en plan “aficionado”, dice, y no salían las cosas con la calidad que con los años ha adquirido.

Para su cofradía de San Andrés siempre ha hecho cosas. Por ejemplo, la saya de la Virgen de la Caridad en 1992. En 1999 diseñó las bambalinas de la Virgen de la Candelaria de Córdoba pero no fue hasta el año 2000, cuando conoció al bordador ecijano Jesús Rosado, con quien ha formado un tándem perfecto, cuando empezó a meterse más profundamente en la vida artística de las cofradías. Su primera gran obra fue el diseño de todos los bordados del palio de la Virgen del Desconsuelo de Córdoba, como también fue importante la terminación del diseño del palio de Gracia y Amparo al morir su diseñador, Antonio Garduño, en cuyo trabajo se basó De Rueda. Para la hermandad de la Sentencia diseñó hace más de un año la túnica de los dragones del Señor y también el manto que la hermandad estrenará para su Virgen en 2020, todo bordado por Francisco Pérez Artés. Entre los palios de Sepulcro y Sentencia vio bordar la bambalina delantera de su Virgen de la Caridad, para la que tiene todo el palio diseñado esperando que algún día se haga realidad en hilo de oro. Y ha trabajado con exquisito gusto para la Soledad de Santiago. Pero sus grandes éxitos, y también los que en parte le han abierto nuevos caminos en Córdoba, hay que buscarlos en Sevilla por lo que esta ciudad y sus hermandades significan y por la envergadura y valor de las piezas antiquísimas con las que ha trabajado.

Allí ha realizado las labores necesarias para la recuperación y reestructuración de grandes piezas. De la mano de Jesús Rosado le llegó la restauración y recomposición original del manto de la Virgen de las Lágrimas de la hermandad de la Exaltación que se culminó en 2010. Un minucioso trabajo que fue un gran logro y un éxito por todo el mundo celebrado. “Yo no había hecho algo así en mi vida, pero los conocimientos de diseño gráfico del mundo publicitario -estudió Publicidad en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba- me dieron armas para meterme en ello”, señala De Rueda a EL CIRINEO.

A raíz de ese proyecto salieron otros. El más reciente, la restauración del manto de la Virgen del Dulce Nombre de Sevilla y hace ya años la del manto de la Virgen del Desconsuelo de Jerez, que era el que había llevado la Amargura de Sevilla en otros tiempos y el de tisú de la Esperanza Macarena, sobre lo que asegura que ha sido “el reto más importante de mi trayectoria como diseñador y una de las experiencias más gratificantes de mi vida”. Ambos mantos son el primero y último de Rodríguez Ojeda, respectivamente, a quien este cordobés admira profundamente llegando a decir que él es de escuela juanmanuelina, aunque tiene  también una gran admiración por Joaquín Castilla (autor del palio de los Estudiantes de Sevilla) y especialmente por Pedro Domínguez (de quien es el palio y manto de la Victoria cigarrera o el paso de la Quinta Angustia también hispalense). Pero, aunque se dice juanmanuelino, él se adapta a cualquier estilo y etapa histórico-artística.

Sobre esto señala que “hoy en día todos los diseñadores se tienen que adaptar porque sí te piden una línea o que se parezca a algo un diseño tienes que hacerlo”. Y dice que es relativamente fácil. “En esto hay un error tremendo y es pensar que existe algo que es el arte cofrade y que uno se puede inspirar en eso. Es como otras palabrejas que se inventan hoy en día, conceptos que no existen. El arte cofrade no existe, existe el arte en general y con mayúsculas. Las cofradías se basan en la historia del arte, diseñar es dotar de belleza a un objeto útil. En el mundo de las cofradías un paso tiene una utilidad para trasladar a una imagen y nosotros dotamos a eso de la mayor belleza posible”, argumenta. Para ello, él hace una labor de investigación y siempre, siempre, acude a la fuente que “está ya en el Renacimiento, Barroco, o los griegos y romanos. Existe el arte y eso se aplica a las cofradías”. Además, en su caso, le suelen dar poco margen de maniobra. En el palio de la Virgen de la Trinidad de Córdoba cuenta que ha tenido mucha libertad para diseñar pero lo normal es que las hermandades le pidan cosas muy concretas.

Una hermandad en la que se siente muy a gusto, que considera como suya, y para la que ha trabajado mucho es las Cigarreras de Sevilla. Allí se ha encargado de la restauración del palio y los faldones y ha diseñado un manto para cultos para la Virgen de la Victoria siguiendo la línea del manto de salida. Rafael de Rueda explica que “trabajar para hermandades grandes de Sevilla me ha supuesto lo mismo que trabajar para la de mi barrio. Cada ciudad es diferente, Sevilla es muy grande para unas cosas pero también tiene sus defectos como todas las ciudades. Lo que aprendes es a entender al cofrade de cada ciudad. Sevilla tiene una gran historia detrás y magníficas obras de arte y es maestra en muchas cosas”. Por eso, lo mismo que dice que para él todas las hermandades son iguales porque ante todo trabaja para el Señor y su Madre tengan la advocación que tengan, también reconoce que “cuando entras en una hermandad como la Macarena, por historia, arte y devoción te tiemblan hasta las piernas. Impresiona entrar allí y dices cuando llegas: ¿Yo quién soy? No sé si me va a venir grande”. Porque aquello “no son cuatro amigos que le tienen devoción a la Virgen y hacen lo que pueden. Tú tienes que saber dónde estás”, opina.

Sobre su forma de trabajar, sabe que se le critica por el uso de técnicas digitales en su proceso de diseño. “Siempre se me ha criticado ”que lo hago con el ordenador“. ¿Eso qué significa? El ordenador sin la mano humana no hace nada. Es solo una herramienta más como el cincel o la aguja. Tienes que dibujar todo a mano y escanearlo y el ordenador me sirve para colorear y pulir pero al final lo tienes que hacer a mano. En la vida, quien critica lo que no conoce es por falta de cultura”, se defiende. Así, él cuando se enfrenta a un dibujo primero hace el boceto de lo que quiere, “vas dibujando pieza por pieza a mano y luego las escaneo y compongo para finalmente colorear el boceto. El boceto intento que se aproxime lo máximo a cómo será luego el objeto real. Un diseñador debería mostrar lo más fielmente posible cual será el resultado final de la obra”, comenta. Además, él trabaja a tamaño real para darle facilidades al taller que va a bordar el manto, el palio o que va a cincelar la orfebrería.

Tampoco pretende dejar su sello. Asegura que “vivimos una época terrible, no se le da culto a Dios sino a la persona. Tenemos una obsesión de protagonismo personal que tiene poco que ver con lo cristiano, en el que las enseñanzas de Jesús de Nazaret se han olvidado. Antiguamente el diseñador era una parte del proceso nada más y hoy en día algunos diseñadores piensan que son Rodríguez Ojeda o Cayetano González reencarnados”. Y dice más: “Ser profesional es adaptarte a lo que la cofradía necesita a excepción de que te digan de hacer una barbaridad artística”.

Y pese a su trayectoria, él no se siente importante. “Me siento contento cuando una hermandad queda satisfecha con el resultado. Y no me siento ni más ni menos reconocido sino contento con la cantidad de amistades que he hecho en todos estos años, porque dentro de cien años nadie recordará mi nombre. Esto es para disfrutarlo y no sufrirlo”. Y disfrutar ha disfrutado mucho gracias a las experiencias inolvidables que ha tenido la oportunidad de vivir como ver esculpir a su Virgen de la Caridad por Miguel Ángel González Jurado o ayudar a subir a sus pasos a la Virgen de la Victoria de las Cigarreras y a la Esperanza Macarena, o quedarse solo sentado en la peana de la Amargura de Sevilla “hablando con ella” en su camarín y con la iglesia oscura y vacía. Cuenta que “son momentos que te han regalado esas hermandades en agradecimiento por las cosas que haces, aunque no es necesario, uno está aquí para trabajar y aportar y es imposible que me pague nadie más que como me han pagado esta gente con esas experiencias vividas que jamás imaginé cuando fui por primera vez, casi un niño, a conocer la Semana Santa de Sevilla”.

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