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Así se gana uno la vida

Guardiola celebra su gol en el Córdoba - Real Valladolid (2-1) en El Arcángel | ÁLEX GALLEGOS

Paco Merino

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Cuando todo el mundo habla de milagros -desde el presidente al entrenador, pasando por los jugadores-, se tiende a pensar que el objetivo -la salvación, en este caso- será algo que caiga del cielo, como una lotería en la que se juegan pocos boletos. Cuando todo se tuerce se suele pedir fe, que es básicamente creer en lo que no se ve. Por ahí andaba el Córdoba, que después del cambio radical -de dueños, de técnicos, de jugadores, de césped...- había sumado cuatro derrotas consecutivas que le dejaron en una tesitura horrible. Todo el universo conspiraba en su contrato. Tenía que ocurrir algo. Y pasó este domingo en El Arcángel.

“Ha sido una victoria como las que nos hacían a nosotros. Es un golpe de moral, porque hemos remontado y se ha conseguido”, indicaba ante los micrófonos, en la zona mixta, un feliz Sergi Guardiola. Quince goles lleva ya el jumillano, que es el segundo de la categoría en esta faceta. El triunfo por 2-1 ante el Valladolid llevó su firma... y también la de Kieszek. “Pawel nos está dando la vida, no sólo hoy sino en muchos partidos. Está a un nivel muy alto y ojalá siga así para continuar ayudándonos”, dijo Guardiola a propósito del portero polaco. Él, San Pawel, empezó a obrar el milagro con una acción de lo más terrenal -paró un penalti- que se continuó con otra serie de episodios aún más viscerales: una tangana que duró cuatro minutos y acabó con un expulsado y un futbolista saliendo en camilla. En medio de ese caos saltó la chispa.

La jugada fue un paradigma del Córdoba que quiere Sandoval, ese técnico que “trajo energía”, según desveló el otro día Javi Galán. Con 0-1 en el marcador, el debutante Álex Quintanilla atropelló a Giannis Gianniotas, que rápidamente agarró la pelota para lanzar el penalti señalado por el árbitro navarro Prieto Iglesias. El Arcángel contenía el aliento. El latigazo del griego lo vio bien Pawel, que adivinó la trayectoria y despejó el balón. Con el estadio rugiendo se montó la contra, la agarró Fernández y Luismi se fue hacia él para abortar la salida por la tremenda. Le propinó una patada que terminó con el lateral lesionado -salió del campo con muletas-, con el pucelano expulsado y con una tangana en la que hubo de todo. Después de eso nada fue igual. “Ya nos tocaba tener un poco de la suerte que tantas veces no tuvimos. Creo que fue un refuerzo moral muy bueno tanto para nosotros como para la afición, que se lo merecía”, dijo Guardiola. El Córdoba, desde luego, supo buscar la suerte y merecerla. “Necesitábamos la victoria como el comer, un cambio de dinámica y qué mejor ganar que remontando. Toca ir a Alcorcón a por los tres puntos”, apuntó el goleador.

El Córdoba se sacó de encima un buen puñado de situaciones acomplejantes. Llevaba años sin ganar un partido que se disputara en horario matinal. Se acabó. También fue capaz de remontar un resultado adverso por primera vez esta temporada. Tuvo, además, el acierto de gestionar bien los últimos minutos del encuentro, esos en los que en ocasiones anteriores había cavado su propia fosa con pifias propias, ajenas de ambas partes. Le salieron bien los planes. Y se llevó a casa una certeza: no hay nada que una más que la desgracia compartida. Sandoval, que ganó su primer partido a la segunda -nunca había perdido en un estreno en un banquillo profesional hasta que llegó a El Arcángel-, ya tiene más argumentos estimulantes para activar a un equipo que necesita una mutación brutal de resultados para levantarse en Segunda. Está a once de la permanencia. “Todavía no hemos hecho nada”, dijo el entrenador madrileño en la sala de prensa.

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