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“Me quito la tapa del cráneo ante ustedes”

Santiago Aguilar.

Marta Jiménez

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Cándido Acevedo sabe adonde va. El protagonista de El mundo es un Buñuelo, la reciente novela de Santiago Aguilar publicada por Bandaàparte, tiene claro su camino a pesar de pertenecer a una compañía de teatro itinerante muy similar a la de El viaje a ninguna parte de Fernán Gómez. Actores que ruedan por los caminos llevando el arte dramático y la cultura a los pueblos olvidados de nuestra patria pero, a diferencia de La Barraca, con el yugo y las flechas bordadas en el mono azul. Esos trabajadores del arte ante los que don José Isbert se quitaba “la tapa del cráneo”.

Pero Cándido no está solo. Lo acompañan un puñado de secundarios en esta novela que protagonizan otras tantas tramas, un caleidoscopio de historias de amor en la España profunda de la dictadura. Quien sí ha estado solo tras el teclado ha sido su autor, Santiago Aguilar, un hombre fogueado en los guiones audiovisuales y director, junto a Luis Guridi, de la trilogía cinematográfica España por la puerta de atrás: Justino un asesino de la tercera edad (1994 y Goya a la Mejor Dirección Novel ), Matías, juez de línea (1996) y Atilano presidente (1998), con la que se propusieron explorar la vida de “personajes españoles de segunda fila, esos que salen de escena sin aplausos ni pitos”.

Acevedo y compañía también parecen pertenecer a este universo. “Por un lado sí y por otro no”, precisa Aguilar al otro lado de su teléfono, que es fijo. El autor comenzó una investigación en 2002 sobre la mecánica de trabajo de los actores de reparto, la figuración y las labores subalternas de la interpretación. Al principio iba a convertirla en un ensayo pero el peso de conocer historias concretas de primera mano lo llevaron a la ficción y de ahí surgió esta novela. “Fue al tratar con actores que vivieron todo eso, a partir de Justino, que tuve conciencia de que querían trabajar y saber más de los actores clásicos de reparto que llevan en su biografía unas marcas que las estrellas no tienen, porque hacen otro tipo de trabajo. En el cine el protagonista es uno y a él te tienes que ceñir y los demás son comparsa. Pero la novela te permite sacar pequeñas historias de la trama, por eso existen tantos personajes que pululan en torno a Cándido Acevedo”.

Esta biografía imaginada llena de historias de proletarios de la interpretación y que sucede tanto en Madrid como en los viajes a las ciudades de provincias recupera la memoria del entretenimiento en España en un casi presente histórico: las novelas de a duro, los tebeos, los cines de sesión continua, los argumentos de zarzuela o los teatros de carpa de variedades están presentes en sus páginas. Aguilar rescata la vida de estos autoconsiderados artistas, “pero que en realidad son trabajadores de la interpretación, que era lo que más me interesaba. Trabajé mucho la legislación laboral de la época, el sindicato vertical en el franquismo, cómo funcionaba la figuración, la censura, las compañías teatrales... todo eso aflora en la novela después de haber conocido a varios supervivientes”.

La novela también tiene mucho de cine de comedia ya que es marca de su autor el aproximarse a todo con humor e ironía, incluso a la búsqueda y a la pérdida como ocurre en El mundo es un buñuelo. “El esperpento es un terreno en el que me siento cómodo, al que le tengo afinidad y que me sale de forma natural”. Bajo esa capa la idea que pervive sigue siendo la misma que había en Justino, que fue hijo de los fastos de la España del 92. “No es un trabajo de nostalgia sino de antropología. De radiografiar lo que estamos siendo”, sentencia Aguilar.

El escritor, que ya publicó con Bandaàparte hace dos años Un bigote para dos, junto a Felipe Cabrerizo, sobre la película perdida que Tono y Mihura rodaron en los años 40, confiesa estar mejor en compañía de otros que solo. “Escribir solo es lo peor, estoy acostumbrado a trabajar en comandita y es mejor porque las ideas se diluyen un poco, no son tan tus cosas y aquí te ves muy en bolas, con muchas cosas tuyas que tienes que firmar con tu nombre. Y eso da pudor”.

Pero a pesar de todo eso, El mundo es un buñuelo no se convertirá en película. Al menos esa no ha sido la intención de su autor, quien conscientemente y al estar entrenado como guionista ha torpedeado cualquier posibilidad de llevar esta historia a la gran pantalla por el tipo de estructura planteada y lo que muchas escenas supondrían de imposible para una producción cinematográfica.

Así que por ahora todo quedará en negro sobre blanco:  una novela para entender la historia reciente del entretenimiento y la cultura en España. El espectáculo que sigue siendo la vida.

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