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José María Manjavacas: “La mejor oferta turística de Córdoba es que la ciudad siga siendo como es”

José María Manjavacas | MADERO CUBERO

Manuel J. Albert

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José María Manjavacas no es de Córdoba pero empieza a conocer esta ciudad mejor que muchos de sus vecinos autóctonos. Profesor de Antropología en la Facultad de Filosofía y Letras, este gaditano imparte clase en un centro enclavado en pleno epicentro de uno de los debates que con más fuerza se están dando: cómo gestionar el turismo. La Plaza del cardenal Salazar -donde se levanta el antiguo hospital del siglo XVIII que desde hace hace casi cuatro décadas es centro universitario- sufre, como el resto del entorno de la Mezquita, los cambios de una ciudad que ha visto en el aumento del flujo de turistas una oportunidad para salir de lo más hondo de las estadísticas económicas y de empleo.

Impulsor del grupo de investigación de la Universidad de Córdoba Etnocórdoba, Manjavacas recibió hace unos meses el encargo del grupo municipal Ganemos para hacer un estudio sobre el sector turístico en la ciudad. Con el resto de integrante de Etnocórdoba, se sumergió de lleno en los vaivenes que zozobran a esta realidad económica y social. Pero sus conclusiones no fueron halagüeñas.

Los investigadores se toparon con lo que sospechaban. Un ecosistema de precariedad laboral en los estamentos base de la cadena y un andamiaje global muy endeble y sujeto a factores externos de tan difícil control como la geopolítica o la climatología. Y de telón de fondo, una ciudad que vive el debate de manera polarizada y que trata de encontrar términos medios de encuentro que permitan recuperar las calles para los vecinos, sin que dejen de ser atractivas para los visitantes de fuera.

PREGUNTA. ¿Te da la impresión de que das clase en un entorno que parece un parque temático?

RESPUESTA. En gran medida sí, claro. La evolución de gran parte del casco histórico de Córdoba -y particularmente de la Judería- va hacia su acelerada parquetematización (sic).

El turismo es bastante más que una industria

P. Cuando viajas, ¿te consideras turista?

R. Sí, indudablemente sí. No ocurre en todas las circunstancias en las que viajo, pero está claro que todos somos turistas en un momento u otro. Es un fenómeno social y cultural de nuestro tiempo de primer orden. Y en un momento u otro de nuestras vidas, todos participamos de él.

P. Si el turismo es una industria, ¿es una industria contaminante?

R. El turismo es bastante más que una industria. Pero si lo tomamos como tal, el turismo tiene numerosos impactos negativos. Sin duda, los tiene también positivos desde el punto de vista económico, pero son negativos si los vinculamos a la sostenibilidad medioambiental y urbana. Lo mismo ocurre si los ligamos a la calidad del empleo. Y vuelven a ser negativos si tenemos en cuenta calidad de vida de aquellos ciudadanos residentes en entornos urbanos que tienen que soportar una presión turística enorme. El casco histórico y el centro de la ciudad de Córdoba comienzan a ser un ejemplo de ello.

P. ¿La turismofobia es un invento de los medios para vender más periódicos?

R. No lo sé con precisión pero sí creo rotundamente que es injusto calificar de turismofobia las reacciones ciudadanas que están impugnando los modelos turísticos que invaden nuestras ciudades. Reducirlo a un problema de turismofobia es presentarlo como una especie de desequilibrio psicosocial cuando, realmente, en la inmensa mayoría de casos se trata de protestas bien fundamentadas. Sin ir más lejos, el caso de Córdoba es un buen ejemplo de ello. Por eso creo que si las respuestas críticas hacia el modelo de desarrollo turístico de nuestras ciudades se denomina turismofobia, lo que hacen otros actores, lobbies y oportunistas vinculados a la industria turística debería ser llamado turismofilia.

P. ¿Podemos aplicar a Córdoba aquello de que España se va a convertir en una ciudad de camareros?

R. Córdoba se ha convertido, en gran medida, en una ciudad de servicios. Parte del empleo está vinculado de manera notoria a las actividades turísticas. En Córdoba también hay un relevante retroceso industrial y, por tanto, gran parte del empleo -y llamarlo así ya es una concesión- se concentra alrededor de la hostelería. De esta forma, Córdoba se está convirtiendo en una ciudad de servicios, de camareros y camareras que muchas veces viven en situación de precariedad laboral y de gente empobrecida y desahuciada.

P. ¿En tu grupo de investigación ya trabajabais en el tema del turismo con anterioridad o la temática llegó con el encargo que os hizo Ganemos?

R. Pertenezco al Grupo Geisa, un centro interuniversiatrio y muy relevante en ciencias sociales en Andalucía. Geisa impulsó, dentro de la Universidad de Córdoba, a Etnocórdoba Estudios Socioculturales como una unidad de investigación específica de la UCO. En Gesia hace ya mucho tiempo que se viene estudiando las derivaciones sociales y culturales del turismo. Asimismo, para Etnocórdoba siempre ha sido un objeto de preocupación la evolución de la ciudad, los estudios urbanos, tanto sociales como culturales. Varios miembros del grupo, de hecho, también damos clase en la titulación de Turismo o en el Grado de Gestión Cultural.

El turismo crea, sobre todo, precariedad y tiene limitaciones en su crecimiento

P. Es decir, que ya veníais trabajando.

R. Sí, de hecho, en Etnocórdoba tenemos un estudio específico sobre actividades turísticas en el que cumple un papel muy destacado Fernando Lara, profesor de Economía Aplicada adscrito a su facultad y que también es vicedecano de Ordenación Académica. Ya tenemos publicados algunos trabajos relacionados con patrimonio cultural inmaterial y su relación, a veces conflictiva, con las actividades turísticas. Es en ese contexto cuando el Grupo Municipal de Ganemos nos propuso desarrollar un trabajo que, para nosotros, era muy necesario hacer en Córdoba.

P. ¿Por qué?

R. Porque había que empezar a aplicar metodologías rigurosas para estudiar el fenómeno. Hacerlo, además, de una forma distanciada pero también desde dentro, tal y como hacemos en la antropología social, a través de trabajo de campo etnográfico. Es decir, investigar desde la independencia pero no desde la neutralidad. Por todo eso veíamos muy necesario emprender este encargo y por eso lo tomamos con muchísimo interés. Además, nos sentimos muy satisfechos de que alguien contase con el potencial investigador de una universidad pública para acometer este estudio, en el que nos volcamos.

P. ¿Hubo sorpresas con la evaluación de los resultados del estudio?

R. Una investigación, aunque sea sobre un tema ya trabajado, siempre sorprende. Eso es precisamente lo que convierte la investigación en algo realmente apasionante. En este caso, no dejó de sorprendernos algo que ya esperábamos: la extraordinaria complejidad del fenómeno turístico. El turismo no es un sector, es un sistema con muchas entradas, salidas e implicaciones económicas, sociales, culturales e infinidad de contradicciones. También nos llamó la atención el constatar que, en algunos momentos, estábamos haciendo un acto de osadía. En una ciudad como Córdoba, en la que hay mucha precaución para enunciar según qué críticas en según qué entornos, constatamos que no poca gente -y no poca gente del propio sector o del sistema turístico local- nos dijo algo así como que “ya era hora”. Estaban satisfechos de que alguien de entornos como el académico pusiera sobre la mesa temas que son de preocupación general. Me sorprendió también que hubiese gente que nos pidiera mantener el anonimato, incluidos actores clave del sector y con posiciones relevantes tanto en el sistema turístico como en la vida social y política de la ciudad. Y así fue, en todo el informe no se dan nombres, excepto de los dirigentes y representantes políticos.

P. ¿Ya era hora de qué? ¿De poner orden? ¿De hacer autocrítica dentro del sector?

R. Creo que hay un tratamiento del fenómeno turístico que sorprende. Por un lado, tenemos el tratamiento dominante por parte de las dirigencias políticas y de gran parte de los medios de comunicación, que van en una misma línea. Y se constata, a poco que uno lea la prensa local de diferentes lugares, que a pesar de las diferencias geográficas, el tratamiento es siempre el mismo: una euforia que roza casi la turismofilia. Eso no se corresponde con la realidad. Pero comprobamos cómo cada campaña anual o de temporada se cierra diciendo que ha aumentado el número de visitas y turistas. El discurso se mantiene aunque después vengan los datos del desempleo y se compruebe que no solo no han descendido, sino que han aumentado. Y es que existe una visión mítica de que el turismo es un gran creador de empleo. Es verdad que genera puestos de trabajo pero lo hace en peores condiciones que otros sectores y subsectores. El turismo crea, sobre todo, precariedad. Además, tiene limitaciones de crecimiento. Entonces, ¿por qué ese tratamiento por parte de dirigentes políticos, de medios de comunicación, de círculos oportunistas al socaire de la existencia fondos y programas vinculados al turismo? ¿Por qué?

Cuando se habla de turismo de calidad me asusta porque no sabemos muy bien lo que significa

P. El empleo precario vinculado al turismo me recuerda al de los tradicionales trabajadores pobres del campo pero en un entorno urbano: temporales, con malas condiciones de trabajo, sujetos incluso a la climatología.

R. Pues... podría valer la comparación, sí. Nosotros hemos detectado cosas muy llamativas. Por ejemplo, hay una proporción muy relevante de gente que trabaja en el sector en condiciones irregulares: contratos a tiempo parcial cuando, en realidad, cumplen jornadas completas. Eso es una realidad, aunque no es fácil de cuantificar porque habría que ir establecimiento por establecimiento y ni aún así. Pero también hemos detectado que hay una buena parte de pequeños industriales y autónomos, vinculados a la hostelería, que tienen unas condiciones de trabajo similares a las de los empleados en condiciones de precariedad.

P. Autónomos que se precarizan a sí mismos. Lo conozco…

R. Efectivamente. Hablamos de matrimonios en los que un miembro de la pareja puede estar al frente del bar, el otro en la cocina y contratan como malamente pueden a quien sea. Lo peor es que si no fuera por esa situación de autoprecarización, posiblemente el bar fuera inviable. Hay que recordar que solo una parte de la hostelería está claramente vinculada al turismo. Hay otra parte que es mixta y una tercera, la más grande, que no tiene nada que ver con los visitantes foráneos, aunque se cuente como una actividad vinculada al turismo. Me estoy refiriendo a todos los bares y restaurantes del cinturón de barrios de Córdoba. Eso nos lleva a otra conclusión importante: el turismo es un sector que estructuralmente tiene muchas dificultades para dar más de sí. Por ejemplo, en un hotel se funciona con una plantilla de equis personas, tenga menos o más clientes alojados. Puede que aumente circunstancialmente la plantilla, pero el personal fijo siempre va a ser el mismo y difícilmente va a crearse empleo estable y de calidad. Es cierto que hay otras actividades vinculadas directamente o inducidas que pueden generar algo de ocupación digna pero hoy en día, en Córdoba, lo que más encontramos son jóvenes muy cualificados y con titulaciones universitarias que están haciendo circuitos turísticos cobrando la voluntad.

P. …

R. Posiblemente, si lo hicieran de otra forma, no podrían sostener sus microempresas o su régimen de autónomos, es cierto. Pero también los es que esa es la apuesta estratégica económica en la ciudad de Córdoba.

P. El panorama que dibujas de trabajadores y autónomos precarizados es un fenómeno generalizado en muchos más sectores. Se da en el turismo pero en el periodismo, por ejemplo, es una verdadera locura.

R. Y también se da en la universidad o en la educación. Ocurre a todos los niveles, es cierto.

La ciudad tiene que seguir siendo una cuidad y no un parque temático

P. Parece que el sistema público quiera incluso adoptarlo en algunos aspectos. Ya se comprobó con el recorte brutal que supuso la tasa de reposición de los funcionarios.

R. Mira, yo he trabajado con 14 años y he hecho casi de todo. Toda mi vida he estado trabajando y estudiando, ademas de vincularme como trabajador a la acción sindical. He trabajado en la hostelería, en una lavandería industrial o en la sanidad desde los niveles subalternos hasta los puestos técnicos. Y nunca pude imaginar que las condiciones laborales fuesen a bajar hasta el nivel actual. Uno siempre puede intuir el retroceso que ya comenzó a mediados los años ochenta pero no esto. Y eso que yo, además, soy originario de un barrio industrial ligado a los astilleros de Cádiz. Allí conocí aquellas industrias que todavía contaban con varios miles de trabajadores. Vi cómo con cada plan de ajuste, las plantillas se iban reduciendo y como las condiciones de trabajo de las contratas se endurecían. Pero a pesar de eso, insisto, no me imaginaba enfrentarme con 80 estudiantes a estas alturas para tratar cómo, reforma laboral tras reforma laboral, ha caído a plomo la calidad de las relaciones laborales; cómo han disminuido los derechos y ha aumentado el miedo de los trabajadores dentro de un empeoramiento critico de las condiciones. Se lo estoy contando a unas generaciones que son las mas instruidas que nunca hemos tenido en nuestra historia y que están teniendo como salida refugio la emigración -como sus abuelos y bisabuelos- o el empleo, subempleo y precarización en sectores como los que estamos hablando.

El problema de la precarización laboral y de las limitaciones estructurales del turismo es que nuestras administraciones -estatal, autonómica, provincial y local- están apostando estratégicamente por el desarrollo turístico. Ante esto, lo que nosotros decimos es algo que nos parece elemental: dadas las debilidades estructurales del sector, centrar todos los esfuerzos en un área -en el fondo, tan débil- asusta y es, sin ambages, una irresponsabilidad. Lo es porque al mismo tiempo se están abandonando otras posibilidades económicas.

P. Se os responderá que el turismo no ha dejado de crecer en los últimos años.

R. Si, pero lo hace en gran medida por la demanda prestada a causa de los conflictos en otros lugares. Esa inestabilidad hace que muchos viajeros vengan hacia acá. Eso nos demuestra que el desarrollo turístico es muy coyuntural y está sujeto a múltiples condicionantes y variables que pueden hacerlo cambiar en muy corto espacio de tiempo. Miremos lo que está pasando en Cataluña, aunque con otras connotaciones, sin duda interesadas.

P. Está claro que hay condicionantes políticos. ¿Puede haberlos también climatológicos?

R. Hubo sectores hoteleros de Córdoba que en junio nos decían que habían sufrido muchas cancelaciones por el aumento tremendo de las temperaturas.

P. En el periódico hemos recibidos algunos mensajes críticos del sector turístico por informar del tiempo y, sobre todo, de los picos de calor.

R. Ahí encontramos otro debate. Tenemos que decidir si queremos trabajar en un modelo de ciudad multilateral, democrática y que avance hacia una mayor sostenibilidad para ser más habitable e integrar en su desarrollo urbano al turismo. O, tal vez queremos optar por una solución del problema a la inversa: permitir el desarrollo libre del turismo mientras nos limitamos a acoplar todos los elementos de la ciudad en función de las preferencias del sector.

P. ¿Cuál creéis en tu grupo que es la explicación de que Córdoba y el conjunto del país apueste desde sus capas dirigentes por un sector que tiene un andamiaje tan endeble y que está sujeto a factores tan inestables?

R. Podemos encontrar razones geoeconómicas globales como el papel asignado a la periferia de Europa -y nosotros estaríamos en la periferia de la periferia- donde básicamente se desarrolla una producción intensiva de alimentos económicos, con el poniente almeriense como caso paradigmático de sobreexploitacion ambiental y laboral. En esta periferia también hay una apuesta por configurar un gran terreno de ocio. Ese es un problema que contempla la desindustriualización y las consecuencias -usando términos economistas- del coste de oportunidad. Es decir, hemos derivado preocupaciones, esfuerzos e inversiones de otros sectores -en los que sí podríamos ser punteros- hacia áreas que, en un momento de crisis económica aguda, pueden generarnos algunos datos que puedan hacerse pasar como positivos.

Las ciudades no deben amoldarse en función de los gustos de los operadores turísticos

P. ¿Por ejemplo?

R. El número de afiliaciones a la seguridad social aumenta en las actividades vinculadas al turismo. El problema es que una persona puede ser contratada varias veces, incluso en un mismo puesto de trabajo. Contratos que, además, pueden tener una duración de días o semanas. Eso ya supone varias afiliaciones a la seguridad social que no equivalen a más puestos de trabajo. También es cierto que el turismo actúa como fenómeno de arrastre en sectores como el transporte, la distribución, o la alimentación. Para esos sectores el turismo es, al menos, un balón de oxígeno.

P. En definitiva, el turismo puede generar efectos aparentemente positivos a un menor coste y más rápidamente. Y encima se amolda mejor a los tiempos electorales de cuatro años que marcan los calendarios políticos.

R. En efecto.

P. Y es más económico que apostar por estrategias a medio y largo plazo basadas en el conocimiento o la investigación.

R. Fijémonos en Córdoba, que tiene un potencial tecnológico -que tampoco es ajeno a su Universidad- muy relevante en diversos campos, desde el agro al biomédico. En cambio, la apuesta estratégica es el turismo. Y lo es hasta límites insospechados. Hace poco leí cómo el PP había presentado una moción en la Diputación que venía a ser una invitación a meter en la cárcel a todo lo que sonase a turismofobia -usando esta palabra- al tiempo que parecía invitar a la población a darle abrazos

P. El componente político del que hablábamos antes.

R. Sí, en determinados eventos hay autoridades y profesionales de la política que consideran que dentro de su labor de promoción y de marketing político está el ponerse encima de la ola. Solo hace falta ver el paseo de políticos de uno y otro signo cuando se celebra el Festival de los Patios. Los periódicos, las televisiones y las grandes concentraciones de gente siempre aparecen vinculados a este tipo de actividades... Todo eso es algo que atrae a más gente como ya se vio claramente con el exceso de promoción de los patios a finales de 2013, tras ser declarado Patrimonio Inmaterial por la Unesco. Así que, por un lado, tenemos causas económicas, causas políticas y una mezcla de ambas con el telón de fondo del dinero público que circula en el sector para intentar incidir en él o promocionarlo. Un dinero que se usa mucho menos para investigar con rigor sobre lo que está pasando en el turismo. Y no olvidemos que ahí donde hay dinero público, siempre hay gente que ve una oportunidad.

P. Desde lo público siempre se dice que se quiere promocionar un turismo de calidad. ¿Existe eso?

R. A mí me asusta. Se habla con mucha ligereza de algo que no sabemos muy bien lo que significa. ¿Turismo de calidad es apostar por que venga a Córdoba gente con un nivel de renta alto? Pues mire usted, la ciudad de Córdoba es universal y un nivel de renta alto lo tiene poca gente. Toda la gente del mundo tiene derecho a conocer nuestra ciudad y pasear por ella. ¿Queremos entrar en una dinámica discriminatoria de quién puede venir o no a la ciudad en función de sus ingresos?

P. Porque paradójicamente se dice que el turismo de masas también es muy democrático. Las compañías low cost han permitido que gente que antes no podía, ahora viaje.

R. Sin duda es un fenómeno de democratización. Pero otra cosa es que las ciudades no tengan sus límites. Los tienen y por eso es necesario sentarse a hablar sobre ellos. No lo decimos nosotros, sino las propias asociaciones vecinales del casco histórico y muchos creadores de opinión y periodistas que escriben en medios. Es un ejercicio de sensatez. Estamos de acuerdo en que el turismo es una actividad económica y cultural interesante pero vamos a ordenarlo. Primero, porque la ciudad tiene que seguir siendo una ciudad y no un parque temático para atraer turistas. Y segundo, porque si el turismo tiene ahora mismo alguna oportunidad de sostenibilidad económica a medio y largo plazo es porque antes se ha cuidado y presentado en términos razonables. Si no se reflexiona, pueden darse situaciones en las que haya gente que sencillamente no quiera venir porque la oferta turística de Córdoba esté excesivamente condicionada por demandas compulsivas y no por lo que en realidad es.

Córdoba puede convertirse en un lugar idéntico a cualquier zona turística de cualquier ciudad

Córdoba es una ciudad hermosísima y deliciosa para pasearla y conocerla. La mejor oferta turística que puede tener es seguir siendo como es, sin amoldarse a las medidas de unas demandas que transforman las ciudades en función de los gustos de los operadores turísticos y en contra de las dinámicas propias de la sociedad, con unas consecuencias que a veces son graves. Ahí tenemos los procesos de gentrificación [vaciamiento de habitantes de las zonas residenciales de los centros urbanos] o de subidas de rentas de los alquileres derivados de la aparición de los alquileres turísticos que empiezan a sentirse ya en Córdoba. Tenemos que decidir si en la planificación de la ciudad, en su diseño y gestión, incorporamos el turismo como una pieza más o lo hacemos al revés y lo ponemos todo en función de él.

P. ¿Y cómo crees que lo estamos haciendo?

R. Creo que estamos avanzando hacia ciudades turístico-céntricas. Pero en Córdoba, al menos, hay posiciones discursivas -y me consta que hay incencionalidades políticas también- de intentar incidir y controlar el fenómeno. Pero los resultados son débiles y difíciles de aplicar porque la acción política para tratar de incidir en la ordenación urbana encuentra oposiciones muy fuertes. Por ejemplo, me parece impresentable el hecho de que haya personas que se lleven las manos a la cabeza por haberse propuesto que representantes vecinales -en una ciudad con una larguísima tradición de participación ciudadana- tuviesen un puesto en el Imtur, el organismo llamado a incidir políticamente en el turismo local. Para mí es una medida política muy interesante porque en la ciudad viven ciudadanos no solo señores que tienen terrazas. Esos señores tienen unos intereses que pueden ser legítimos pero no tienen una legitimidad democrática que solo corresponde a los representantes políticos elegidos por los ciudadanos. Y en este caso, esos representantes han estimado conveniente -y creo que muy acertadamente- que la sociedad civil organizada participe en este debate.

Gran parte de lo que genera el turismo no se queda en la ciudad

P. Pero la respuesta ha sido virulenta en algunos momentos. Aunque luego se ha reconducido.

R. Mucho. Como también lo ha sido tratar de poner coto a la expansión de los veladores, que es un tema peliagudo, complejo y que no solo tiene que ver con el turismo, sino con las tradiciones culturales: a todos nos gusta acudir a las terrazas con el clima que tenemos. Pero es un tema que hay que acotar. Como también lo es el de la contaminación visual que inunda muchas fachadas, por ejemplo, del casco antiguo. No debemos pasar por alto que Córdoba puede llegar a convertirse en un lugar idéntico a cualquier otra zona turística de cualquier otra ciudad. Eso no es bueno para el turismo porque entraríamos en una paradoja: las ciudades que compiten para atraer al turista en el mercado global usan imágenes de marca muy pulidas y originales para tratar de parecer productos muy singulares pero, al final, son muy parecidas unas a otras. En ese sentido, la presencia de calles emblemáticas con un alto nivel de contaminación visual invita a poner cotos razonables y dialogados pero teniendo en cuenta que nos jugamos el desarrollo de la ciudad, sus valores cívicos y un recurso económico importante.

P. Antes citaste la gentrificación. ¿Puede que lo esté buscando el mismo sector turístico? Vaciar de vecinos zonas enteras garantiza que haya menos voces críticas potenciales.

R. Seguramente habrá de todo, incluso la conspiración (risas)

P. No hablo de conspiración, tampoco.

R. Hablas de consecuencias.

P. Consecuencias que puede aprovechar el sector para desarrollar con más tranquilidad su actividad.

R. Indudablemente. Por ejemplo, el que desaparezcan determinados comercios tradicionales que puedan ser reconvertidos en negocios orientados al turismo tiene intereses detrás. El que inquilinos de renta antigua abandonen determinados inmuebles permite que, con unos arreglos, se puedan convertir en apartamentos turísticos legales o ilegales. Y engrosarán la oferta en el mercado de las plataformas, reportando más beneficios al propietario. Pero con ello, los pisos para estudiantes, familias o trabajadores suben de precio impidiendo su acceso a la población local. Ahora empezamos a vivir una gerintifricación del casco antiguos de segunda generación, después de aquella de los años ochenta y noventa protagonizada por clases medias que desplazaban a los vecinos de toda la vida para ocupar y rehabilitar sus viviendas.

La clave es tener claro que una ciudad es de sus ciudadanos

P. Pero la diferencia es que aquellos nuevos habitantes de hace 30 y 40 años sí se convertían en vecinos porque se quedaban a vivir. Pero ahora no, encontramos solo fachadas de casas. Y en vez de residentes, tenemos pisos turísticos, restaurantes u hoteles dentro. Pero nadie viviendo permanentemente.

R. Cierto, ahora solo hay trasiego a comercios y de personas llevando maletas; trasiego a los hoteles; trasiego de esos excursionistas tan típicos de Córdoba. Sí, el problema de fondo es que se modifica la vida urbana. El hecho de que estamos avanzando hacia ciudades secuestradas de vida. No hablo de un tipo de vida tradicional, hablo de que empezamos a tener ciudades secuestradas de una sociabilidad urbana que permita tanto una buena vecindad como que el espacio urbano sea público, sea cuidado, sentido y vivido por la ciudadanía. La clave es que la ciudad es de los ciudadanos y que el espacio de vida de la gente es la calle como prolongación de la casa. Dentro de ese marco tenemos que desarrollar actividades sin perder de vista que la calle es el espacio natural de la vida social. En cambio, asistimos a un proceso de privatización de las calles, a pesar de que Córdoba conserva algunas particularidades positivas con respecto a otras ciudades: numerosas papeleras -que no es habitual- y bancos donde sentarse y que tan útiles son para descansar cuando se pasea una ciudad.

P. Pasear una ciudad. Me hablabas antes de los excursionistas y el papel que juegan en el turismo de Córdoba.

R. Sí, es por la estacionalidad que marca a esta ciudad. También hablo de ese debate eterno sobre el número de pernoctaciones. Algo obsesivo. Pero yo planteo una cosa: a lo mejor es que esta ciudad no puede ser de otra manera. La gente viene atraída por la Mezquita y es habitual que pase el día o solo unas horas. Lo mismo ocurre con la estacionalidad: estamos en el corazón de la Andalucía de interior, donde en verano hay unas temperaturas muy elevadas y no es fácil estar. Aún así, vemos que aumentan las visitas pero tenemos que ser consciente de lo que somos, de lo que tenemos y de lo que este conjunto de actividades puede dar de sí. Y ojalá me equivoque pero tal vez dedicamos excesivos esfuerzos a cuestiones que no tengan solución. Tal vez solo obtengamos unas mejoras puntuales y coyunturales e iría siendo mejor pensar en alternativas de desarrollo y no poner todos los huevos en la misma cesta.

P. Y aún así, seguimos obsesionados con dar cifras de crecimiento año tras años. Como cuando la burbuja del ladrillo.

R. ¿Y recuerdas lo que nos decían cuando advertíamos de que se estaba cociendo una burbuja inmobiliaria o cuando decíamos que aquello era una locura? Nadie nos hizo caso y ahora en Córdoba tenemos de 16.000 a 18.000 pisos vacíos. Y parece que no hemos sacado lecciones de todo aquello. ¿No estaremos caminando hacia una situación parecida? Hay un mito crecentista (sic) de ir siempre de menos a más, sin reparar en costes ni consecuencias. Eso a veces pasa factura y podríamos encontrarnos con que estamos engordando una nueva burbuja: la del turismo.

P. ¿Lo crees así?

R. Hay elementos que indican que se puede estar sobredimensionando la oferta. Entonces sí que estaríamos alimentando una burbuja que, por circunstancias, puede cambiar y explotarnos delante. Y ahí nos encontramos con otra sorpresa que nos ha deparado nuestro estudio: hay mucha gente del sector, incluida la parte empresarial, que está muy descontenta por cómo está siendo la evolución. Son personas que comparten gran parte de las críticas que hacemos. Hay especialistas que sostienen que del volumen total de la riqueza generada por la actividad turística de Córdoba, en la ciudad verdaderamente se queda una parte que no es la más relevante. Es cierto que el turismo tira de otras ramas de la economía pero hay grandes empresas, operadores y centrales de compra que son completamente ajenas a la ciudad. Y la que sí es de Córdoba suele tender a la subcontratación o al uso de intermediarios empresariales. Todo ello no hace más que presionan a la baja en las condiciones laborales y en los salarios. En resumen: personas muy vinculadas al sector sostienen que gran parte de lo que genera el turismo no se queda en la ciudad.

Podríamos encontrarnos con que estamos engordando una nueva burbuja: el turismo

P. Perdona que vuelva a havcer un paralelismo con el campo pero es que me suena de nuevo al discurso clásico de que en Andalucía se pone la materia prima pero el beneficio se lo quedan otros. Como con las aceitunas y el aceite.

R. El hecho de que en Andalucía tengamos una posición subalterna no es una invención. Viene desde el siglo XIX, cuando se trató de cortar los intentos de industrialización de la región. Tu símil me parece razonable. Hemos salido de la sobreexplotación de la Andalucía latifundista y estamos llegando a la sobreexplotación de la mano de actividades donde los operarios van con una app para encargar las comandas y que salgan directamente en la caja. Todo muy tecnificado y de la tercera modernización de Andalucía... Mientras, en Córdoba, el 43,7% de la población esta en riesgo de pobreza.

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