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Una clase de historia entre nichos, mausoleos y tumbas

Visita al Cementerio de la Salud | TONI BLANCO

Manuel J. Albert

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Hay muchas formas de conocer el pasado de una ciudad y su sociedad. Una es hundirse en los libros y leer la voz de los estudiosos o de los propios protagonistas. Otra es pasear por sus calles y parar en sus monumentos. ¿Y por qué no escuchar lo que nos dicen los muertos en su última voluntad, a través de cementerios como el de la Salud, en Córdoba? Eso es lo que se ha hecho este miércoles, día de Todos los Santos, gracias a las visitas guiadas por la empresa pública Cecosam.

A lo largo de la mañana y de la tarde, mientras muchos familiares visitaban a sus difuntos y adecentaban sus nichos de mármol o granito, grupos de visitantes, orientados por expertos, iban aprendiendo historias, nombres propios y conceptos de la trayectoria reciente de Córdoba. Apellidos tan comunes en el callejero como Alfaros o esquinas míticas como LA de la casa señorial de la Plaza de las Doblas, adquirían un significado distinto: sus protagonistas estaban justo allí, a apenas dos metros bajo tierra.

Durante siglos, la humanidad ha dado especial importancia al modo en que las personas serán recordadas. Por eso, sus mausoleos y nichos pueden ofrecer mucha información no solo de personalidades concretas, sino de grupos sociales y poblaciones enteras. El último hogar de estos hombres y mujeres ilustres guarda una simbología propia, tanto en los motivos escultóricos y arquitectónicos como en los materiales utilizados. En el cementerio de la Salud existen tres tumbas realizadas con el mejor mármol italiano importado directamente desde Carrara. Ello da muestra del nivel y capacidad económica de una familia.

Las técnicas de cincel usadas en la tumba de los marqueses de Valdeflores, en el panteón de los Alfaros o en el de los condes de Padilla, sirven para conocer de un vistazo la clase social de sus residentes e incluso de su origen. Como la cruz de carácter arbóreo que culmina el panteón de los condes de Padilla y que denota su origen norteño (procedían de Asturias) o el de la pudiente familia de Barbudo y Cuevas -con mármol de Carrara- y constante simbología de poder: patas de león -que denota linaje nobiliario y control político- y hojas de laurel trepando por sus flancos, como símbolo de eternidad.

Los visitantes han tenido también paradas obligadas ante figuras del mundo del toreo presentes en el cementerio de la Salud. Uno de los hitos es el panteón levantado en 1951 sobre la tumba de Manolete, obra del escultor Amadeo Ruiz Olmos.

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