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Rosa María Calaf: “La famosa posverdad no es más que la mentira”

Rosa María Calaf | MADERO CUBERO

Marta Jiménez

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Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje, canta Jorge Drexler. Si este verso hubiera que aplicárselo a una de nuestras contemporáneas, esa sería Rosa María Calaf. Pionera del periodismo cuya voz nos ha hablado desde los confines del mundo durante media vida. Ella nos ha abierto los ojos desde el rigor, realizando una labor sobria y fiable, como la describe su colega Enric González. Una mujer que el único periodismo que conoce es el comprometido.

Calaf ha sido la corresponsal más veterana y con más experiencia de los corresponsales de TVE. Abrió la corresponsalía de Moscú para la Unión Soviética, la corresponsalía de Viena para los países del Este-Balcanes y reestructuró la corresponsalía de Buenos Aires para América del Sur. Además, ha sido corresponsal en Nueva York para Estados Unidos y Canadá, de Roma para Italia y Vaticano y de Asia Pacífico. A estas alturas confirma que le quedan algo más de una docena de países por conocer para completar el planeta.

La periodista barcelonesa, que en la actualidad se dedica a la docencia y la divulgación en colegios, universidades o asociaciones, colaborando con diversas Instituciones y ONGs, pasó el martes pasado por Córdoba para apoyar y leer el manifiesto del Día Mundial de la Salud Mental en el acto organizado por Asaenec en la Magdalena. Y ella, que ha atravesado

desiertos, glaciares y continentes, que carga en su retina con guerras, migraciones y hambrunas, tenía aquella tarde un ojo y su corazón preocupado puesto en el Parlament de su tierra.

PREGUNTA. El martes apoyabas un acto en Córdoba organizado por Asaenec mientras Puigdemont comparecía en el Parlament de Catalunya. ¿Qué tiene de patológico el conflicto catalán?

RESPUESTA. Creo que el uso de las emociones, fundamentalmente. El que haya una realidad que se exagera, se manipula a conveniencia, se agrandan los agravios, las exageraciones, todo en aras de conseguir una reacción emocional. Eso se está haciendo por parte del gobierno de Cataluña y por parte del gobierno de España. Realmente creo que esa es la clave, no es nuevo. Lo que está pasando es de manual. Ha habido otros casos similares en la historia de la Humanidad y en la propia historia de España, más o menos. Son unos pasos que se repiten una y otra vez y que tienen lamentablemente los mismos efectos. Este uso de la emoción y de la búsqueda de la reacción inmediata, de la reacción y de la contra reacción, es decir, de tratar de eliminar el tiempo de razonamiento y la intervención de la razón y la de los argumentos y de los hechos plurales e independientes, de las cosas tal como son, esto lo que provoca es esta incertidumbre tremenda. Hay una masa de gente que de buena fe, sin querer hacer daño y pensando que tiene la razón, en realidad está basando su opinión en hechos tergiversados y falsos, en muchos casos erróneos. Y eso es tremendamente peligroso.

P. Un conflicto que te pilla tan de cerca, ¿lo estás pudiendo mirar con ojos de reportera?   ¿Eres capaz de mantener tus emociones a raya?

R. Sí, porque eso también creo que es una técnica y sobre todo lo que creo es que he visto muchas situaciones muy parecidas en el mundo, en países muy diversos además, en donde realmente ha habido procesos en donde se ha querido convertir las emociones en ideologías, algo muy peligroso. Lugares donde los conflictos se presentan como conflictos religiosos o conflictos nacionalistas, cuando realmente el conflicto es de lucha de poder y por qué, pues porque el nacionalismo y la religión son elementos emocionales y por tanto, son mucho más fáciles de manejar. Eso es más fácil que dar conocimiento en función de razonar. Lo he visto en tantos sitios que creo que ahora, pues por eso, soy capaz de separar lo sentimental de lo que es lo conveniente para el bien común.

"Hay una masa de gente que de buena fe está basando su opinión en hechos tergiversados y falsos Y eso es tremendamente peligroso"

P. En muchos países esta polarización y crispación han acabado muy mal.

R. En general siempre que intervienen las emociones y se confunden las emociones con lo que se querría que fuera suele acabar muy mal. Y a mí es algo que me preocupa, me entristece y me enfada muchísimo. Como me dijo Amin Maalouf cuando le dieron el Príncipe de Asturias, un escritor libanés muy conocedor de los problemas de respetar la diversidad, al mismo tiempo que se combina y se equilibra con los estados de derecho, me dijo, hay un puñado de políticos que están dispuestos a avivar los incendios que provocan en lugar de apagarlos y que utilizan el rechazo a lo distinto para beneficiarse, con una voluntad cortoplacista, absolutamente partidista e interesada, y creo que esa es la definición de lo que está pasando.

P. ¿La democracia está desapareciendo de nuestro mundo?

R. Está muy tocada porque se está confundiendo. La democracia es una palabra que en este momento, si nos damos cuenta, se ha convertido en instrumental, es maleable, o sea, todo el mundo habla de democracia pero parece como si hubiera diferentes democracias. Y es una y consiste en proteger al que piensa distinto y, precisamente, a las minorías. Esto es lo que se está olvidando y se está vaciando de contenido la palabra democracia. No me refiero solo al proceso español con Cataluña, sino que me refiero a la elección del señor Trump, me refiero a alternativa por Alemania ocupando escaños en el Bundestag o al Brexit o a otras muchas situaciones más lejanas, en Asia o África, donde realmente todo el mundo habla de democracia y existe algo llamado régimen democrático de partido único. ¿Pero de qué estamos hablando? De la perversión del lenguaje y el lenguaje juega un rol importantísimo a la hora de conformar opinión. El uso de las palabras no es inocente y el uso de las palabras cambiando su significado para favorecer determinadas causas está ahora a la orden del día. La famosa posverdad no es más que la mentira.

"El nacionalismo y la religión son elementos emocionales"

P. La información que se ha dado en televisión del conflicto catalán también ha estado polarizada, con medios que lo han cubierto todo y otros que apenas han retransmitido nada.

R. Me ha llamado la atención pero no me ha sorprendido nada porque llevamos ya bastante tiempo con este alineamiento de los medios de comunicación con un pensamiento único en cuanto a la construcción del modelo social y, en particular, respondiendo a intereses. El año pasado se hizo un estudio sobre la prensa, sobre el comportamiento de los medios en Europa en 12 países y España era la peor, donde realmente estaban alineados con un determinado mensaje. Hay que pensar que esa idea de que los medios en el mundo democrático son libres no es verdad, están sujetos a determinados intereses. Lo que ocurre es que según el nivel de consolidación democrática del país, de su cultura política, pues es obvio que esos medios pueden campar por sus respetos, más o menos, porque tienen una ciudadanía más consciente y unos mecanismos institucionales de control que funcionan mejor. Nosotros en España somos todavía jóvenes en experiencia democrática, tenemos una idiosincrasia de blancos y negros, de conmigo o contra mí, tenemos una cultura de la confrontación, no del consenso. No tenemos nada que ver con Italia o con otros países con los que se nos compara. Entonces eso complica todavía más el hecho de que podamos tener unos medios que funcionen.

Independientemente tenemos que saber que los medios o están subvencionados o financiados por los grandes poderes económicos, en España concretamente los bancos, o tienen una gran dependencia de la publicidad. Entonces todo eso significa que marca los contenidos a lo que no todos los medios responden igual. Unos son mucho más dependientes o sumisos y otros, por lo menos, intentan mantener una cierta normalidad democrática. Pero la realidad es que ojalá tuviéramos unos medios libres de intereses y de presiones y eso no es así. En el conflicto catalán se ha dado la oportunidad de que los medios muestren su independencia y lo que han demostrado es su falta de independencia.

P. Sin embargo, cada vez existen más medios digitales que abren otro modelo: que no dependen de los bancos y que han sido creados por gente que realmente cree en el periodismo. ¿Hay esperanza, se abre alguna ventana?

R. Por supuesto, generalizar es arriesgado y es injusto. Pero como tendencia general creo que los medios convencionals son muy difíciles de recuperar para un periodismo riguroso, comprometido, plural, honesto, etcétera. El futuro está en la red. Pero la red es un instrumento. Como ciudadanos tenemos que aprender a utilizar la red. Porque como instrumento si se utiliza bien es una herramienta magnífica de conocimiento y acceso a prácticamente todo, y de acercamiento a lo distinto para que podamos tener una buena información. Hay medios y gente haciendo extraordinarios trabajos periodísticos de investigación e información. Pero este instrumento puede servir para esto, pero con la misma fuerza para todo lo contrario. O sea, si no se sabe usar bien puedes caer en aquellos que utilizan el instrumento para el desconocimiento, la propagación de los errores, para la instalación de la mentira… Es decir, el papel del ciudadano tiene que ser muy activo y eso hay que enseñárselo. Una trampa terrible es la gratuidad. ¿Para qué lo voy a pagar si ya lo tengo gratis con un tuit? Un momento, siempre alguien paga eso que tú supuestamente tienes gratis. Hay veces, afortunadamente muchas, que detrás existe una verdadera voluntad de hacer un periodismo comprometido y con responsabilidad social.

Así, detrás hay fundaciones, personas, etcétera que realmente trabajan en positivo. Pero otras muchas no. Por tanto, esa actitud de preguntarse siempre: ¿esta noticia, este mensaje que yo recibo, quién me lo manda? ¿Quién está realmente detrás de eso? Para saber realmente a quién beneficia, a esa persona, grupo, empresa, lo que sea, que me lo haya proporcionado o a mí como ciudadano y como persona. Es un trabajo y un esfuerzo considerable, que requiere conocimiento y práctica, y luego generarte una pequeña antena. Yo lo comparo muchas veces cuando bajo la Dictadura había una complicidad entre el emisor de noticias y el receptor. Es decir, el receptor de la noticia sabía que el emisor tenía unos condicionantes, y que hacía la información bajo unas determinadas condiciones. El emisor ponía claves, leía entre líneas, buscaba la forma de tensar la cuerda al máximo. Pero el ciudadano, el lector, está en esa misma clave, con lo cual existía esa posibilidad de entendimiento. Con lo cual si tienes un lector totalmente desprovisto de esas claves es extraordinariamente vulnerable. Si cree que todo lo que le llega es independiente, libre, etcétera, se está equivocando y no pone las defensas necesarias. Y el periodista lo mismo. Sobre todo los periodistas más jóvenes, nadie ha nacido enseñado, muchas veces creen que están haciendo lo que quieren hacer. Pero muchas veces están hablando de lo que quieren que se hable, y no hablan de lo que no quieren que se hable. Y no lo hacen de mala fe. No lo hacen voluntariamente. Entran en una rutina del trabajo en la que no se cuestiona por qué estoy hablando de esto y no estoy hablando de esto otro.

"Hay un puñado de políticos que están dispuestos a avivar los incendios que provocan en lugar de apagarlos"

P. ¿Es un buen síntoma de la salud de la ciudadanía que los programas informativos tengan cada vez más audiencia?

R. Claro. Creo que el hecho de que se pretenda hacer creer que a la gente solo le interesa ver lo más banal, lo más morboso, lo más gritón, etcétera, no es cierto. Es decir, la mayoría de la gente a la que sí se le da un producto informativo bien hecho y que cuando termina de verlo está realmente informado, ha aprendido algo y de que eso que ha visto le va a servir para formarse su opinión pero sustentada en argumentos cabales e independientes, está claro que la gente lo ve. Por esto también hay que tener mucho cuidado con aquellos programas y aquellos formatos que pretenden hacer creer que son informativos cuando lo que son es entretenimiento. Hay mucha gente que de buena fe cree que está informada cuando lo que realmente está es entretenida. Muchas veces entretenida con una exclusiva voluntad mercantilista: hacer audiencia para hacer dinero y tener más publicidad. Pero otras veces está entretenida porque lo que se le está haciendo no es informarla, sino movilizarla. Y movilizarla solo en un sentido. Eso es algo que hay que valorar. Cuando hablamos de programas informativos que tienen mucho seguimiento, pues estupendo que lo tengan aquellos que tengan una calidad, de compromiso de servicio, que es lo que tiene que hacer un programa de un informador, de un periodista. Aquellos de cuyo servicio no es con el bien común sino que es de servicio a determinados intereses de grupo… ahí ya tenemos que tener cuidado.

P. También está el hecho de que muchos busquemos reafirmar en lo que leemos y escuchamos lo que pensamos. Pienso que eso está matando el espíritu crítico de mucha gente que siente que está muy informada, pero que en realidad busca que el columnista de turno reafirme lo que ya piensa.

R. Claro, esta es una tendencia en todas partes, no solo en España. Lo que pasa es que luego cada país lo adapta a su idiosincracia. Dado que nosotros somos un país donde prima siempre el blanco y negro y los mensajes puramente de impacto y de eslogan hay que tener cuidado. Ocurre eso, es más fácil como persona leer aquello que uno cree para verse reflejado, que decir, vamos a ver, yo creo esto pero resulta que a lo mejor no tengo la razón absoluta. Nadie la tenemos. Verdaderamente hay que contrastar y ver qué me dicen los otros. Tengo que formarme en mi opinión, no que me la den ya formada. El sentido crítico hay que inculcarlo desde que naces y hay que verlo en la familia. No es algo que flote en el aire. Es algo que hay que aprender. Por eso estoy haciendo estos programas con la Fundación La Caixa en los colegios para que los niños y los adolescentes entiendan la importancia de decidir uno mismo su propia vida, y no dejarse arrastrar por lo que piensen los demás o por lo que les dicen que hay que hacer. O sea, hay que considerar aquello que les dicen y luego pasarlo por ti mismo. Luego ya decides, sí estoy de acuerdo y quiero hacer esto. Ahí no hay ningún problema. Tus opiniones son libres. Siempre que se respeten los derechos de los demás y no se incorporen elementos violentos. Pero claro, eso no lo puedes decidir sin saber. Hay algo que no se puede olvidar nunca: el no dejar saber siempre ha sido un arma para dominar. Aquel que sabe es muy difícil que se deje manipular. El que no sabe sí que es fácil de manipular.

"Hay que pensar que esa idea de que los medios en el mundo democrático son libres no es verdad"

P. Maruja Torres decía que dejó de escribir columnas porque quería tener lectores y no creyentes.

R. Bueno, Maruja es algo fuera de serie. Y realmente me parece que siempre ha tenido las ideas extraordinariamente claras y ha sido una persona muy consecuente, cosa que no se puede decir de todo el mundo, ni aquí ni en ninguna parte. Eso es lo que ocurre. Por eso te decía antes que el periodismo, la información no trata de movilizar en un sentido solo. Trata de movilizar como ciudadano demócrata. Pero con un concepto de la democracia auténtica, no de las pseudemocracias que en este momento se está aplicando. Por tanto, esa movilización por una ciudadanía informada, comprometida, sensata y que realmente es capaz de saber que todos tenemos que ceder algo para conseguir un bien que beneficie a la mayoría. Ese sería el único objetivo movilizador. Pero lo que no puede ser es que tú te conviertas en un columnista y que te venga un montón de gente que no se cuestione lo que dices. Se lo tiene que cuestionar por mucho que esté de acuerdo contigo. Creo que una de las cosas que nos ocurre es que somos grandes dudadores, al menos los periodistas que yo conozco. Estás permanentemente cuestionándote lo que crees. Ahora, en este momento, que creo que es la mejor etapa de mi vida, por experiencia, tras haber conocido a tantísima gente tan diversa que te ha aportado tantísimas visiones diferentes de un mismo problema, etcétera, y que eres capaz de construirte tu discurso. Pero sé perfectamente que puedo equivocarme. Y estoy dispuesta a cambiar mi discurso. Esa es la idea. Cuando Maruja dice eso es exactamente así. Yo no quiero que me sigan a ciegas. Quiero dar pautas, ver pensamiento. Es decir, en las crónicas de televisión que cada vez eran más cortas, ¿qué es lo que pretendías? Bueno, pues era dar unas pinceladas de lo que estaba sucediendo para que el ciudadano se hiciera preguntas. Yo me doy por satisfecha con eso. Es decir, que el ciudadano después de ver eso se haga preguntas. A partir de esas preguntas busque las respuestas. Esa es la cuestión. No que te crea.

P. ¿Entre esas pautas está mostrar imágenes duras de una guerra o tras un atentado? Te pregunto por la polémica que se generó tras el atentado de Las Ramblas de Barcelona.

R. Yo soy de la teoría de ser muy cauta con lo que se muestra. Y solo mostrar aquello que aporta algo a la información y no al morbo. Insisto mucho en una frase: no hay que buscar lo que impacta sino lo que importa. Realmente, creo que cada vez en esto se hace peor. Si muestras imágenes muy duras, cada vez el listón del ciudadano que lo recibe va subiendo. Cada vez tienen que ser más duras. Entonces, si me das a elegir entre cuando he entrado en un pueblo en el que la gente ha huido en cuanto ha podido, estoy pensando en Timor Oriental por ejemplo, prefiero no dar un muerto en mitad de la calle o un brazo colgado en un árbol, sino que prefiero dar una casa vacía con una taza de café con la cucharilla en la mesa y un cuaderno del colegio del niño tirado en el suelo, o una bicicleta en mitad del camino. Eso te está explicando lo mismo. Y sin embargo, no estás apelando solo a los más bajos instintos de las personas que todos tenemos. Y estás provocando una atención mucho más humana sobre eso que está pasando. Pero ya sabes que hay muchas opiniones y es muy polémico. Yo soy muy contraria, pero muy contraria, a las imágenes duras. Y soy totalmente contraria en el yihadismo al uso de esas imágenes de esas compañías entrenando, las previas de las decapitaciones… Todo eso es hacerles el juego y darles espacio gratuito para su mensaje. Eso no es en absoluto necesario para dar información a una ciudadanía que reclame saber qué está pasando. Además, lo que está pasando es el síntoma, pero lo que hay que explicar es la causa para llegar a los responsables.

"Hay que tener la actitud de preguntarse siempre: ¿esta noticia, este mensaje que yo recibo, quién me lo manda? ¿Quién está realmente detrás de eso?"

P. ¿Cómo te has fortificado ante los horrores? A lo largo de tu carrera habrás visto cosas difíciles de olvidar.

R. Muchas veces me dicen que estoy acostumbrada. No, a esto jamás te acostumbras. Y no solo eso, sino que yo creo que cada uno es cada uno, y yo doy mis opiniones, pero creo que cada vez es peor. Cada vez sabes lo que te vas a encontrar y esperas no encontrártelo. Esperas que a lo mejor habremos avanzado un poco más. Es cierto que se ha avanzado mucho. Ahora hay menos conflictos de los que había hace doscientos años. Vale, de acuerdo. Pero en cuanto al sufrimiento humano, estamos avanzando mucho menos de lo que deberíamos dados los conocimientos tecnológicos que ya tenemos. Entonces, es una sensación de dolor por una parte y de frustración terrible por la otra. Te dices, es que llevo contando esto… Eso vale para los conflictos, para las catástrofes, para la pobreza… Siempre hablamos de las grandes tragedias que son eso, violencia en conflicto, desgracias en los terremotos, etcétera. Pero, ¿qué ocurre con los millones de personas en el mundo que viven permanentemente en la miseria? Eso es una tragedia brutal que tiene responsables. Y esos responsables tienen nombres y apellidos. O sea, esa tragedia tendría que estar ocupando los debates y titulares, como lo hace un terremoto durante cinco días o un atentado durante tres días. Entonces, todo ese juego informativo que obvia una parte de la realidad, deberíamos tenerlo a diario en el debate ciudadano.

P. Volviendo al periodismo español, esta semana ha habido un nombre propio que ha quedado eclipsado por el tema catalán: Juan Luis Cebrián. Se ha anunciado su relevo al frente del grupo Prisa como presidente y todo ha estallado. ¿Es el fin de una era?

R. La verdad es que no he tenido mucho tiempo de reflexionarlo. Soy bastante escéptica. Creo que es una consecuencia más de un dominio de los medios de comunicación por parte de los grandes poderes económicos, etcétera. Por alguna razón ese ha sido un movimiento táctico probablemente que no tiene mucho que ver con un cambio de estrategia.

P. ¿En los medios qué pesa más: lo político o lo económico?

R. Lo económico. Pero no en los medios. Realmente el poder económico ha fagocitado al poder político y al mediático en el sistema social que tenemos. Es decir, los poderes que tenían que estar totalmente separados para ejercer un control de los unos sobre los otros, para que funcionaran al servicio del ciudadano, están en la promiscuidad absoluta que lo que lleva como consecuencia es una indefensión total de la ciudadanía, de las personas. Se ha quitado a la persona con mayúsculas del centro de la atención. Realmente hay grandes movimientos que favorecen otros intereses que no son los de la mayoría. Cuando dices esto enseguida saltan los que te critican con que eres una antisistema. No, no, eres la que quiere cambiar del sistema aquello que se ha desviado, aquello que se está haciendo mal y que está perjudicando a las personas. A las personas más vulnerables, que es para los que en realidad se debería trabajar.

"Hay que tener mucho cuidado con aquellos programas que pretenden hacer creer que son informativos cuando lo que son es entretenimiento"

P. La precariedad laboral campa a sus anchas en las redacciones. ¿Se trata de una consecuencia de la crisis o es un mecanismo de control?

R. También creo que es un pretexto. La crisis en el periodismo viene de antes. Todo el tsunami que hubo en las redacciones, en la forma de hacer el periodismo, me cuesta creer que sea simplemente una consecuencia de lo que pasa. Lo que ocurre en el periodismo es que tiene una paradoja: efectivamente, sufre la consecuencia del momento de incertidumbre que hay por los cambios tecnológicos, etcétera, pero al mismo tiempo está en el origen. El periodismo es una de las patas que construye ese modelo social. Por tanto, que divulga ese mensaje, que hace construir esa sociedad, en la que realmente las personas no cuentan y el trabajo de las personas ya no importa. Es muy complejo, como una pescadilla que se muerde la cola. Pero creo que realmente a la hora de hablar en lo práctico la precariedad es una manera de interferir en la calidad periodística. Si tienes una redacción en la que antes había 40 periodistas y ahora hay diez, nunca van a poder hacer el mismo trabajo aunque sean genios. Nunca va a ser igual. Además, si se busca una redacción muy joven… ¿Quiere decir que los jóvenes sean tontos? Por supuesto que no, quiere decir que se aprende haciendo las cosas, la experiencia y los referentes son muy importantes. Todos hemos aprendido de quien sabía más que nosotros.

Entonces, esa frivolización del saber, del conocimiento, de la necesidad, todas esas características que tiene la precariedad, que no da tiempo para la formación, no da tiempo para el análisis, no da tiempo en absoluto para la reflexión. Todo eso, ¿hace una mejor información? Es evidente que no. Por tanto, el objetivo no es crear esa precariedad para hacer mejor información sino para hacerla peor. Hacer peor información significa una voluntad de apartarse del objetivo del periodismo, que es servirle a la ciudadanía aquellos argumentos que va a necesitar para formarse una opinión y tomar decisiones. Entonces, sinceramente, lo veo mucho más como un pretexto y como un elemento de interferencia en la calidad del periodismo, que como simplemente una consecuencia de crisis económica. Es un problema de modelo social. A partir de ahí, todo se está resintiendo. El periodismo se resiente de la crisis del modelo, pero al mismo tiempo contribuye a la crisis del modelo.

"No hay que buscar lo que impacta sino lo que importa"

P. ¿Y eso no te indigna? A ti que has tenido tantos compañeros que se juegan la vida por el periodismo?

R. Claro, por supuesto que sí. Pero el que se juega la vida físicamente en campos de batalla o donde puede haber realmente un conflicto… No solo el peligro está en las balas y en las bombas de un conflicto abierto. Está en las calles de México y en las calles de Filipinas o los campos, para todos aquellos que resisten la imposición de los unos sobre los otros, por el mero hecho de que unos se creen superiores a los otros. Entonces, esa violencia… Es tremendamente injusto. Cuando las mujeres protestamos por la igualdad de género, es otra violencia exactamente igual la que sufrimos. O sea, que una violencia en un conflicto o en una sociedad que no admite el disenso y que lo resuelve eliminando físicamente al que disiente… Entonces, realmente con mis compañeras mexicanas te dicen vosotras peleáis por la igualdad en el sentido de los derechos, de ocupar espacios, los que merecéis por el número de personas en función de ser la mitad de la población, que no queréis discriminación por cuestión de género… Pero es que a nosotras además por ser mujeres nos pegan un tiro. Hay grados que hay que tener muy en cuenta. Me parece de una injusticia absoluta. Por supuesto, deberíamos tener un homenaje continuo no solo a los periodistas que se están jugando la vida física y profesional. En otros entornos no te matan físicamente pero te pueden desacreditar y matar profesionalmente si no quieres expresar lo que realmente quieren decir.

P. Quizás deberíamos hacer un poco de autocrítica, ¿no? La responsabilidad que los periodistas también tenemos en esa degradación.

R. Por supuesto. No hemos sabido defender esos principios básicos del periodismo. Creo que en muchos casos al principio tal vez había desorientación, que esto es anecdótico y que se refería a determinados casos… La idea que teníamos en los años sesenta y setenta de que habíamos encarrilado la senda de los derechos y de las libertades. Que eso que se había ganado ya estaba ahí y que no iba a ir nada más que a mejor. Fuimos unos ingenuos. Es obvio que no. Ha habido un corte y se ha pegado un hachazo a los inmensos avances en derechos y en todos los ámbitos que se lograron. Pecamos de ingenuidad, de creer que ya estaba encarrilado, y que bastaba tratar de hacerlo lo mejor que podías. Obviamente, en el ámbito del periodismo igual que en tantos de la sociedad como en la educación, que es el otro pilar de construcción social, ha habido una serie de personas que por la razón que sea, por creencias personales o por enriquecimiento personal o voluntad mercantilista, han aceptado estar en ese lado. Claro que tenemos una responsabilidad. Sin ninguna duda.

"Hay algo que no se puede olvidar nunca: el no dejar saber siempre ha sido un arma para dominar"

P. Cuando ves Televisión Española hoy, ¿te dan ganas de llorar?

R. Me da mucha pena, porque siempre digo lo mismo. Televisión Española siempre ha estado intervenida. Igual que todas las televisiones públicas de este país. Siempre, los gobiernos, sean del signo que sean, han pensado que cuando ganaban La Moncloa se llevaban de regalo la televisión pública.

P. ¿Pero tanto como ahora?

R. Lo que ocurre es que ahora ya es una exageración absoluta. Ahora el tema está en que es una interferencia transversal, en todo, y de la forma más descarada, con la más absoluta falta de respeto hacia el consumidor final de la información y también hacia las profesionales que hay dentro de esa casa. Hay gente extraordinariamente valiosa que está peleando todo lo que puede, como me consta que ocurre en otras televisiones públicas de este país. Es decir, cuando pensamos en la televisión pública, que debería ser de todos, en este momento está claro que no solo no es de todos sino que es de un pequeño grupo. En otras etapas, ha ocurrido que siempre ha habido interferencias pero mucho menores a las actuales, pero por lo menos había una cierta capacidad de discusión y de no pasar ciertas líneas rojas. Ahora creo que se han saltado todas las líneas rojas.

"Yo soy muy contraria, pero muy contraria, a las imágenes duras"

P. Háblame de tus comienzos en Televisión Española. 

R. Bueno, hice Derecho primero, porque lo que quería hacer era la carrera diplomática. Pero siempre me gustó mucho escribir, en el colegio hacía los discursos. Estamos hablando del año 1962 cuando empecé Derecho. En esa época estaba muy metida en la contestación, no era de las que más, pero sí que era muy activa en la vida universitaria de aquel momento. Una de las cosas que hice fue un programa en Radio Barcelona que se llamaba Antena Universitaria. Iba con unos problemas tremendos. Y allí estaba. Me empezó a entrar el gusanillo y dije, bueno voy a probar en el periodismo. Y abrió la escuela en Barcelona, que hasta entonces no la había. Tras terminar Derecho me di cuenta de que lo que realmente quería hacer lo iba a hacer mucho mejor. Siempre fui muy internacionalista, había viajado al exterior por suerte desde muy pequeña, pensé que aquello que quería hacer iba a poder hacerlo más como periodista que como diplomática. Pude probar en la radio y en seguida para televisión. Empezaron a llegar las unidades móviles. Entonces en Barcelona estaba José Joaquín Marroquí, una persona con una visión muy americana de los medios de comunicación y quería a una mujer reportera en la calle, no locutora, sino periodista más o menos de opinión. Me hicieron una prueba donde me preguntaron por qué quería hacer televisión. Y dije que la televisión conforma los modelos sociales y creo que hay que trabajar desde los medios. Y creo que la televisión tiene que trabajar en la igualdad de género, y no puede haber programas de hombres y mujeres, sino que las mujeres tienen que estar de manera transversal en todo tipo de problemas. Esto era el año setenta.

P. ¿Fue fácil convertirte en corresponsal?

R. Que va, me llevó 13 años. Mucha gente te pregunta en los talleres y demás que quieren ser corresponsal. Ahora la información internacional la están salvando los freelance, porque los medios no mandan corresponsales ya que no hay ninguna voluntad informativa. Entonces, bueno, realmente me costó tiempo. Pero eso nunca lo he considerado negativo. Siempre he pensado que toda esa etapa fue de gran aprendizaje. Pasé por todo tipo de programas. Siempre cuento la anécdota de que hice mi casting con mi voluntad de igualdad y todo esto, y una de las primeras cosas que me mandaron a cubrir fue un desfile de modas (risas). Entonces, era un poco eso de no parar de dar la lata. Pero nunca tuve a nadie enfrente que quisiera cerrarme el paso, me refiero en la jerarquía. Tuve problemas a la hora de convencer de que quería hacer determinadas cosas. En eso creo que tuve mucha suerte. Podía haberme encontrado una dirección que me dijese que a donde iba y que me quedaba haciendo desfiles de moda. La cuestión es que no fue fácil. Y éramos tres gatas en ese momento. Pero era complicado en el sentido de que era una permanente demostración de que eras capaz de hacerlo y de que tenías una disponibilidad plena, de que eras mejor que los demás en muchos sentidos. Un fallo no se te hubiera perdonado. Pero insisto, nadie me trató de frenar el paso de una forma tajante. Podía haber pequeñas escaramuzas, pero no.

"Hay grandes movimientos que favorecen otros intereses que no son los de la mayoría"

P. ¿Fue dolorosa tu salida de Televisión Española en aquel ERE de hace una década?

R. Pues la verdad, fue dolorosa pero no tanto por mí, porque me trataron bien al final. Pero lo fue por lo que significa el ERE, siempre dije lo mismo, me parece una descapitalización de la empresa y una malversación de fondos públicos porque has estado preparando y formando a una serie de personas que cuando están dando lo mejor prescindes de ellas… Una falta de respeto profesional por esas personas y por la ciudadanía. No le estás ofreciendo una alternativa de mejor información. Todo eso digamos que me producía gran dolor y una profunda indignación. Luego el maltrato personal de todo el mundo que salió con el ERE, de que recibieras simplemente un papel diciéndote que después de 35 años en la empresa se acoge usted al ERE sí o no, en unas casillas, y abajo si ha marcado la casilla sí preséntese en su oficina del INEM en 15 días. Realmente es muy fuerte. Entonces, eso sí fue doloroso. Le escribí una carta a la directora general diciéndole que no tenía prisa en irme y no me contestó ni siquiera. Decidí que una empresa en la que llevas 35 años y ni siquiera se molesta en contestarte, pues me voy. Más que dolor en el sentido personal era indignación, porque me parecía francamente un ejemplo de la falta de respeto total a todos los compañeros.

Pero ya digo, a mí me rescataron. Vino Luis Fernández, el siguiente director general, y regresé para los Juegos Olímpicos e irme a China y estar un año y medio más. E incluso me dio la oportunidad, me faltaba poco para jubilarme, tenía ya 62 años entonces, de quedarme hasta los 65. No me puedo quejar del trato que me dieron en esta segunda fase. No me quedé porque me fui a los Juegos Olímpicos, porque me parecía coherente pues había estado haciendo toda la preparación y demás, pero después me parecía… Toda mi protesta no es tanto por mí sino por todos mis compañeros de 52 años y luego quedarme yo hasta los 65. Me fui y pedí la jubilación anticipada. Estuve en el ERE unos meses en los que salí y pedí la jubilación anticipada, perdiendo dinero de la jubilación porque no estaba dispuesta a estar dentro. Pero a mí me faltaba muy poco. Fue algo más simbólico. Pero ya te digo, fue una mezcla de cierto dolor pero una profunda indignación de cómo se produjo, pero fue una falta de respeto total por los profesionales y por los ciudadanos.

P. Hablabas antes de que los periodistas hemos sido ingenuos dando por hecho muchas cosas. ¿Nos ha ocurrido lo mismo a las mujeres? Quiero decir, si a ti te cuentan en aquellos principios tuyos en lo que tanto tuviste que luchar que ahora las mujeres íbamos a seguir luchando por el aborto, por que no nos acosen, por tener igualdad de derechos y salarial...

R. Sí, sí.

P.¿Es más conservadora la sociedad de ahora?

R. Realmente sí. En el tema de la igualdad de género, efectivamente lo vimos en ese salto hacia adelante, que fue la revolución más importante que ha habido en el siglo XX sin ninguna duda en cuanto a transformación social. Pero es evidente que ha habido un frenazo también porque ha habido unas voluntades claras de que no se quería que se siguiera avanzando en esa línea. Eso ocurre siempre con las reformas y con las luchas. Volvemos a lo mismo: son luchas de poder y de no querer ceder en privilegios. A lo largo de la historia de la humanidad ha sido igual. Los que descubrieron el fuego no querían dárselo a los de la tribu de al lado porque les daba poder. Eso siempre es así. Pero sí que es verdad que creímos que habíamos hecho ese salto enorme y que eso ya iba a ir hacia adelante, y que estaba consolidado. Y no lo estaba. No solo es que vaya lento, o más lento de lo que pensábamos, sino que hay claramente un retroceso. ¿Por qué? Voy a hablar de nuestros entornos, los de países democráticos y de estado de derecho. Se le ha hecho creer a la mujer que ya no hay que hacer nada, que ya está todo conseguido, qué más quieres. Acceso a la universidad, al trabajo, tal… Si la víctima de una violencia no se considera víctima no pelea contra esa violencia.

"A la hora de hablar de lo práctico, la precariedad es una manera de interferir en la calidad periodística"

En el mundo, a las mujeres de esos países donde hay una discriminación brutal donde les va la vida, donde hay esa opresión, esa represión tremenda, lo que se le instala a la población femenina es: resígnate porque las cosas son así y no van a ser de otra manera. Es decir, no hay nada que hacer. En nuestro mundo se instala el no hay que hacer nada porque ya está todo hecho. Ninguna de las dos cosas son ciertas. Eso es lo que hay que pelear. Hay una frase de Napoleón, que es muy aplicable a esto, que decía que el pueblo no tiene que ser libre, sino que hay que hacerle creer que lo es. O sea, en el momento en el que cree que lo es deja de pelear por la libertad. Ese es el gran logro de los antifeministas, el haber desacreditado la lucha feminista, de haber hecho una imagen totalmente distorsionada del feminismo, como si fuera contra los hombres, como si fuera contra nosotros y dentro nosotras. No es eso. El feminismo simplemente es defender los derechos de las mujeres que somos la mitad de la población. Y no hay ninguna razón para que una mitad esté por encima de la otra mitad solo por razón de género, por haber nacido hombre o mujer. Es algo tan sencillo como esto. Si cualquier persona a las que dicen que son antifemnistas no se atreverían a decir que son anti lucha contra la pobreza o contra el racismo. Claro, hay un segmento que sí. Pero estamos hablando de que hay mucha gente muy sensata y con ninguna voluntad de hacer daño ni radicalismo fanático, y entre las propias mujeres, que dicen que no son feministas. ¿Pero cómo no vas a ser feminista? ¿O es que tú no estás por defender los derechos de las mujeres? Es como si un negro dijera yo no soy integracionista. Es que es absurdo completamente.

P. ¿Qué importa la belleza en la información televisiva?

R. Claro, esa es la otra. Vuelve otra vez a primar la apariencia sobre el trabajo. Entonces, cuando dices esto enseguida los que quieren romper este mensaje es, o sea, si eres guapa eres tonta. No. Estamos diciendo que si eres guapa, trabajas bien, pero no estás ahí porque trabajes bien, sino porque eres guapa. En este momento, estamos viendo que grandes mujeres profesionales están haciendo unos trabajos fantásticos, pero que si no tuvieran la apariencia física que tienen haciendo su trabajo igual no estarían ahí. Lo cual quiere decir que se prima la apariencia física.

"Cuando pensamos en la televisión pública, que debería ser de todos, en este momento está claro que no solo no es de todos, sino que es de un pequeño grupo"

P. ¿Solo en las mujeres?

R. Claro, en los hombres hay mucha más diversidad. No es un requisito, lo es en determinado tipo a lo mejor de programas de entretenimiento, pero no es una condición absoluta. O sea, el planteamiento es absolutamente ese. Trabaja muy bien y no la miro. Es como si fuera el concurso ese de La Voz. Estoy de espaldas y la escucho. Entonces, luego me doy la vuelta y veo que es esa señora como ocurrió en Inglaterra. Bueno, y qué más da. Hay un artículo fantástico de hace años en The Independent sobre la música. La periodista entraba en un debate y se decía eso: en los grandes cantantes, los ídolos de la música pop, qué se busca, ¿que canten o que salgan en pelotas prácticamente? ¿No? ¿De qué estamos hablando? ¿Qué hacemos cuando vamos a un concierto, a escuchar a alguien que canta bien o qué? Esto es aplicable al periodismo.

P. En tu caso, en la trinchera, en la batalla, en la jungla en la que te has movido, ahí sí que se ha tenido que notar con más virulencia el hecho de ser mujer.

R. A ver, depende de los lugares. Evidentemente, en aquellos lugares en los que hay una sociedad fundamentalista religiosa, islámica o de otro tipo, porque no solo el islamismo es fundamentalista, eh, todas las religiones tienen ese ala. En esos lugares o en sociedades profundamente machistas, patriarcales, es obvio que tienes unas dificultades para el simple hecho de entrar en algunos lugares o de hablar con determinadas personas donde se te veta el acceso a ellas. He tenido que hacerle una entrevista al presidente del Parlamento iraní sin mirarle, comprometiéndome a estar a su lado, pero haciendo la pregunta al frente cuando lo tenía a mi derecha. Ahora, en las democracias eso no es posible que pase. No están a las claras, pero no hay esas prohibiciones tajantes, pero sí esas dificultades de no poder entrar o de que no se te considere un interlocutor válido.

Es una pelea doble, una dificultad añadida. Pero siempre digo lo mismo. Yo no me cambiaría. Porque siempre tienes la enorme ventaja de poder entrar en todos los ámbitos femeninos, en todo el mundo de la mujer en todas partes, que es donde realmente se construye la vida diaria. Si quieres saber cómo funciona una sociedad te tienes que ir al día a día, no a las declaraciones oficiales que te van a hacer en un despacho. El vivir cada día te lo van a contar las mujeres, no los hombres. Entonces, ahí tú puedes entrar y en cambio tu colega hombre va a tener más dificultades. Es una cuestión de equilibrio y de saber aprovechar las rendijas. A veces, ocurre y es una anécdota, que en esas sociedades patriarcales como te consideran un mueble o que eres tonta, te cuelas en sitios y te cuentan cosas o te dejan estar en lugares que no dejarían a un hombre. Tú te aprovechas de eso. ¿Crees que soy tonta? Pues vale, venga piénsalo y ya te vas a enterar (risas).

 "El gran logro de los antifeministas es el haber desacreditado la lucha feminista"

P. Hiciste público hace no mucho tiempo un intento de violación que sufriste en los Balcanes. ¿Fue liberador contarlo?

R. No, mira. La verdad es que todavía tengo la duda de si debería haberlo contado o no. El periodista nunca puede ser el protagonista de la noticia. En aquel momento y durante muchísimo tiempo no lo conté porque sabía que se iba a utilizar y se iba a instrumentalizar, y sobre todo porque me parecía una falta de respeto por las mujeres de allí, locales, a las que sí violaban constantemente, que fue una táctica de guerra aplicada un día tras otro. Hubo miles y miles, y miles. Ni siquiera lo consideré medio segundo. No de contarlo, sino de contárselo a los militares españoles que estaban allí que fueron los que me presentaron al tipo este. O sea, al coronel serbobosnio este y tal. Vamos a ver, esto es una cosa tan grave la que está sucediendo aquí que no tiene que distraerse. Los únicos que lo supieron fueron los de una ONG catalana que había allí, muy pequeña, porque me fui a vivir a su casa ante el miedo de seguir en el hotel. En ese momento, no tuve ninguna duda.

Cuando se lo conté a unos colegas hace un par de años fue para un libro que querían algo que nunca se hubiera contado. Lo hicieron muy bien. Me pidieron permiso para publicarlo en el periódico, y ellas me dijeron que era muy importante. Yo lo comenté con un par de personas a las que respeto mucho. Una lamentablemente ya no está, de Reporteros Sin Fronteras. Me recomendaron que sí, porque veníamos de todo lo que había pasado en Egipto en la plaza Tahrir, era importante para poner sobre la mesa el que realmente estas cosas suceden, y que hay que exigirle a los gobiernos que esto esté también sobre la mesa a la hora de proteger y negociar, etcétera, etcétera. La ONU hace mucho que consideró la violación un crimen de guerra. Entonces, me dijeron que sí. Soy una persona a estas alturas que no voy a contar una cosa porque sí. Y al final me convencieron. Pero todavía tengo la duda de si tenía que haberlo contado o no.

P. ¿Cuál es la cobertura que más te ha marcado?

R. Me cuesta mucho esto. He hecho tantas… Siempre tienen que ver con tragedias de gran dolor humano, lógicamente. Pero creo que para mí más que hechos puntuales de un conflicto, como Timor Oriental, que lo vivías muy de cerca porque estabas ahí con la gente, o Chechenia… Más que un conflicto armado o una catástrofe humanitaria, creo que lo que más me ha marcado es esa visión de cerca de personas que tienen cara, ojos, que te miran, que están delante de ti y que no tienen ninguna opción. Esa tragedia tremenda de nacer en un lugar, morir en ese mismo lugar, y en medio lo único que hacen es tratar de sobrevivir. No saben nunca si al día siguiente van a estar vivos. Si sus hijos algún día van a poder comer. Eso para mí es lo que siempre me ha causado más angustia y donde lo he pasado peor, donde me he sentido más frustrada y más enfadada con esa percepción que se quiere transmitir de que la miseria es inevitable y que tiene que ver con el devenir de las cosas, como si no hubiera responsables ahí detrás. Eso es lo que peor llevo. Me angustia muchísimo.

 "En esas sociedades patriarcales como te consideran un mueble o que eres tonta, te cuelas en sitios que no dejarían a un hombre"

P. ¿Asomarte al horror te ha hecho perder la esperanza en el ser humano?

R. Pues no, al contrario. Fíjate, creo que realmente lo que ves es la capacidad de superación de las personas, y la capacidad de ser lo peor, porque en el horror es donde saca lo peor de sí mismo, pero también saca lo mejor. Esas personas que ves que no solo que han perdido todo, que era lo poco que tenían, sino que no tienen ninguna esperanza de cómo va a ser su vida después, y sin embargo, te acogen, te ayudan, te ofrecen lo poco que tienen y sobre todo tienen voluntad de no tirar la toalla. Eso sobre todo lo he visto en las mujeres. Si el ser humano ha llegado hasta aquí y mejorando… En la historia siempre ha habido retrocesos. Espero que estemos ahora en uno de ellos y que después demos un paso hacia adelante.

P. ¿Cuál es tu forma de viajar ahora? No te imagino como turista.

R. No, no, para nada. Nunca he sido turista. Y ahora lo que más hago es viajar todo lo que puedo en coche, en un coche de expedición todoterreno, con depósitos de agua, dobles depósitos de gasolina, todo lo que uno entiende por un coche de expedición, y tratar de moverme por los sitios sin itinerarios. Con intenciones, ni siquiera planes. Bueno, ver a la gente, ver cómo viven y qué hacen. Ahora, como tengo más tiempo hago viajes largos. Ya te digo, en los últimos años me he ido desde aquí a Mongolia en coche y he vuelto. He estado un mes recorriendo Irán, todos sus rincones, la frontera con Irak…

P. ¿En plan mochilera?

R. A ver, si hay hotel mínimamente digno, dormimos en hotel. Si no, se puede dormir en el coche. Ahora hemos hecho viajes por Sudamérica, por Alaska, por el Norte de Canadá… Hacer viajes por esos lugares en los que a lo mejor había estado pero que no había tenido tiempo precisamente de profundizar más en el país y en lo que hay que ver. Esa es la manera de viajar que me gusta.

"Nunca he sido turista"

P. La última, Rosa. ¿Crees que estás viva porque estás en movimiento?

R. (Risas). Sí, por supuesto que sí. El otro día me dijo un amigo pintor: me encanta porque estás ocupada viviendo. Me parece una frase preciosa. Procuraré seguir ocupada viviendo hasta que me muera (risas).

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