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Entre gol y gol, ¿has visto a Koki?

Los jugadores, al final del partido | MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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El muchacho lo duda al entrar en el estadio. Quizá igual que hiciera minutos antes al salir de su casa. Posiblemente como la inmensa mayoría de quienes como él acuden a su cita. Son menos que en otras ocasiones, pero los hay que no saben faltar. Aunque el calor apriete. Todavía. Pues sí, es octubre, y avanza con la intención de perpetuar un verano que en realidad ya terminara. Caminar por la calle es una heroicidad, tanto como soportar el castigo del sol en la grada. No importa, hay que estar ahí. El joven va hasta su asiento tras comprar una botella de agua. Se acomoda y resopla. Dirige su mirada al verde, donde aún calientan los jugadores de uno y otro equipo. Bebe con tal deseo que en cualquier instante pudiera sufrir un atragantamiento. La sed le agota. Piensa de repente en lo necesaria que es la victoria esta vez. Como siempre pero mucho más que nunca. De no ganar, el equipo va a habitar en descenso una semana más. Y eso no puede ser.

Suspira el chaval. Lo hace también el señor que está sentado tras él. Una vez suena el himno, los silbidos suenan con fuerza. Sigue la desaprobación a Luis Miguel Carrión por parte de la afición. El técnico trata de aislarse en la banda, junto al césped. El tipo que pita tras el joven protesta en silencio. Se lleva la mano a la frente. Al menos, el balón ya rueda en el terreno de juego. Comienza el partido y parece que la osadía del entrenador funciona. El Córdoba, sin ostentación alguna, controla y busca el área rival. La meta de un Alcorcón que aparece frágil y sólo en pie mientras no reciba un golpe. Pero los madrileños logran permanecer ilesos después de cada embestida local. El gol que debiera llegar, se esconde. Y quizá la desesperación gana espacio ente las sillas de El Arcángel. Pero apenas se deja sentir. El calor mantiene su presencia totalmente falta de compasión y eso es más complicado de superar.

Al descanso la música surge. En un cambio de rumbo definitivo por parte de quien se encarga de manejar los hits, suena Entre dos tierras de Héroes del silencio. Después de que antes del partido lo hiciera El Imperio contraataca de Los Nikis. Unas cuantas banderas de España visten algunos emplazamientos del estadio. ¿Quizá quieren decir algo desde la megafonía en estos días de…? Ya saben. La broma termina cuando un chiquillo -es lo que uno puede pensar- descubre que falta alguien. Resulta notable la ausencia, pero por el momento nadie parece percatarse excepto ese niño -sigan con la imaginación-. El caimán de los ojos extraños y color blanco además de verde anda desaparecido. No, no habla uno del sempiterno reptil de La Fuensanta. “Atención, con todos ustedes, ¡nuestra mascota, Koki!”, es lo que anuncian, con esas palabras aproximadamente, cada día de fútbol en El Arcángel antes de que el balón ruede. Esta vez no.

Nadie echa cuentas. Como a la cortina de humo que se levanta a lo lejos por un fuego que todos esperan no alcance El Arcángel. Es necesario sofocar las llamas de duelos anteriores. Y lo hace el Córdoba, que en un inicio vertiginoso de segunda parte marca y sentencia. Un tanto, y otro. Y otro más. Tres dianas en menos de diez minutos para espantar a los fantasmas. De repente, las nubes negras se disuelven sobre el estadio y la gente disfruta. De nuevo, como debiera haber sido desde el principio de curso. Al final del choque, la afición goza con un contundente triunfo. Pero, ¿dónde está la mascota? El caimán sigue sin aparecer. Su presencia está negada incluso en la grada. Según la versión del club, la baja del reptil de mirada difusa se debe al reglamento. Es el dato que ofrece, tras pregunta curiosa, la entidad califal. La normativa no permite que esté ahí el animalejo. Ni en el césped ni entre los seguidores. La contienda acaba de manera festiva, con todos felices. Pero cabe preguntarse. Entre gol y gol, ¿has visto a Koki? Si te quedaste hasta el final, sí. Allí apareció para saludar desde el centro al lado de los futbolistas.

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