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El Instituto Cordobés de la Poesía

Instituto Mexicano del Sonido / MANU BLANCO

Juan Velasco

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La catarsis como punto de partida. La de este año era una de las ediciones más importantes en la historia de Cosmopoética, el festival de poesía de Córdoba y una de las citas más interesantes del panorama de las letras en el sur de Europa. Era vital, nunca mejor dicho, que el festival superara sus miedos y llegara a todo el mundo. Era una deuda espontánea. Nadie la quiso porque surgió de repente, pero ha sido asumida por el festival y por quienes lo viven. La deuda tenía nombre y apellidos: José Ignacio Montoto.

Quizá por tacticismo o por puro azar se escogió a México como país invitado, el primero en un formato que también ha resultado una grata elección. México, un país en el que la muerte es color, rito y también una deuda hacia fuera. Un cliché, si cabe, al que canta sin problema Camilo Lara, el hombre detrás del proyecto Instituto Mexicano del Sonido, quien ha trazado una radiografía de su país y de Latinoamerica en su discografía y quien dio muerte este sábado a una de las ediciones más musicales de Cosmopoética en los Jardines de Orive.

En la memoria de todos quedarán las colas para entrar en algunos recitales o el esfuerzo de la organización por hacer llegar la poesía a quienes se quedaban fuera con pantallas gigantes. Algo inédito e inspirador y que ha tenido en la combinación de música y versos su mejor impulso. Ahí tiene la organización mucho donde rascar.

Quizá por ello para despedirse, y con la complicidad de Fernando Vacas, Cosmopoética escogió a Instituto Mexicano del Sonido, uno de los nombres más irreverentes del panorama musical del país invitado, capaz de hacer una fiesta de cualquier funeral. No defraudó. Su propuesta fue asimilada de inmediato por el público, que obvió el déficit de sonido y asumió como propia la guasa de Camilo Lara y la hizo carne. La cumbia tuvo quien la bailara ayer en Orive.

Como detalle, un Fernando Vacas convertido en miembro honorario de la banda -formada por Camilo a los aparatos, un baterista y un bajista-, y un repertorio vibrante en el que no faltaron clásicos de Piñata, el disco con el que Instituto Mexicano del Sonido deslumbró al mundo hace justo 10 años. Especialmente saludados fueron Para no vivir desesperado, La Kebradita y sobretodo Escríbeme pronto, un clásico de su repertorio y que bien podría ser perfecto epitafio para Cosmopoética, un festival que ha abierto una senda a partir de la catarsis pero de la que parece que, por suerte, no hay marcha atrás.

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