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El cielo sobre Viana

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Marta Jiménez

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En aquella aclamada película de Win Wenders llamada El cielo sobre Berlín (1987), dos ángeles sobrevolaban la ciudad alemana aún dividida por un muro. No podían cambiar el mundo, pero sí darle a sus habitantes ganas de vivir e intentar reconfortarlos en sus momentos de dolor. A un mundo de no ficción, polarizado en lo político, lo estético y en lo que le echen, lleno de muros invisibles y visibles, han venido la cantante Rosalía y el músico Raül Refree a encender su luz con un trabajo, oh casualidad, llamado Los Ángeles.

Anoche lo pusieron en escena en el Patio de las columnas del Palacio de Viana, dentro del ciclo Noches Eclécticas y ante un aforo de todo vendido desde hace más de un mes. Ella es una de las artistas del momento. Un purista del flamenco me dijo a la entrada: “ella canta muy bien, pero no es flamenco. Si miras a tu alrededor, no hay ningún flamenco por aquí”. La primera de la noche, Si tú supieras compañero, desdijo tanto purismo. Quizás ese sea el milagro obrado por esta artista de 23 años que “canta como una vieja”, como una vez le dijo Pepe Habichuela: arrimar a la mixtura del cante a los que siempre ha repelido tanta ortodoxia férrea. Otro muro.

Con un repertorio de flamenco clásico y contemporáneo, el de Rosalía y Refree fue un concierto tan hipnótico como intenso y emocionante. La personalidad en escena de esta cantante que sabe sostener una nota como pocas, vestida como una hija colorista de Bernarda Alba y con la espadaña de San Agustín iluminada tras ella, coincide con su cuidada identidad estética. Su cante estuvo mejor que la guitarra de Refree y el sonido del concierto, logrando momentos llenos de magia en los que parecía que un hilo invisible salía de su garganta para conectar, entre el silencio respetuoso del patio, con el rumor del agua del fondo. “Yo reivindico la emoción como lo principal, lo primario”. Y lo cumplió.

Aunque Es De Noche (San Juan De La Cruz), Día 14 de abril, Catalina o La hija de Juan Simón se entonaron en una noche minimalista en la que la muerte estuvo en su voz. Cada cante tuvo un color, temas muy profundos y alejados de la banalización imperante. Sus ays recordaban a los de Teresa Salgueiro (Madredeus) ribeteados por quejíos y por esa sobria pero moderna aproximación a cantes y palos flamencos tradicionales.

No es sospechosa Rosalía de no amar profundamente el flamenco. Su empoderamiento en un género tan patriarcal está en llevarlo a su terreno y darle su punto de vista personal. No en vano La Niña De Los Peines es una de sus grandes referencias y no hay puertas para un campo tan infinito como cantar el flamenco que la representa. Como a aquellos ángeles de Wenders, lo mismo es que solo pueden verla, y sentirla, los niños y los hombres de corazón puro.

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