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Amor propio, dolor ajeno

Equipo inicial en el Valladolid-Córdoba (4-1) en el José Zorrilla | LOF

Paco Merino

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“Nos ha dicho en el descanso que aún quedaba una parte y que tuviéramos amor propio”. Caro desveló en la zona mixta el núcleo central de la arenga que Carlos González dio en el vestuario a los jugadores del Córdoba. Digamos que funcionó en parte. Los cordobesistas empataron 1-1 en el marcador en los segundos 45 minutos. El problema es que entraron perdiendo por un rotundo 3-0 y, claro está, el adversario ya tenía el trabajo hecho. Así es este Córdoba, resucitador de muertos -el Granada llevaba más de medio año sin ganar un partido oficial- y animador de candidatos, como este Valladolid de Luis César que abusó de un Córdoba ingenuo y facilón, que regala lo que no tiene y anda huérfano de empaque para resolver los problemas en los que se mete por su propio pie.

A Valladolid fue el Córdoba a redimirse, pero volvió a pecar. Encajó, como viene siendo habitual, en el primer tercio del partido. El Valladolid lo tenía ya todo hecho antes de la media hora. Es realmente doloroso ver la vulnerabilidad de equipo, que afecta ya hasta a quienes no hace mucho eran auténticos seguros, como el meta polaco Pawel Kieszek. Perder y encajar goleadas no solo hunde en la clasificación, sino que merma el caché de los futbolistas -un asunto de primer orden en plantillas, como la del Córdoba, en renovación permanente- y, principalmente, destroza las ilusiones de los aficionados. Estos se quedan, porque lo llevan en la sangre, pero el nivel de hastío se ha cubierto pronto. El Córdoba es el equipo que más pierde y al que más goles le marcan en Segunda División. Un balance descorazonador para un plantel que apuntaba en pretemporada hacia otras miras. El final del verano ha resultado frustrante. El globo se ha pinchado y ahora no hay manera de volver a inflarlo.

Carrión seguirá una semana más. El cónclave de la cúpula del club en el José Zorrilla, a la vista de todo el mundo, quedará como una de las imágenes emblemáticas de este turbulento curso. Allí estaban el dueño, Carlos González, y su hijo y presidente, Alejandro González, junto con el director deportivo, Álex Gómez, y el asesor del consejo para asuntos deportivos, Cándido Cardoso, además de consejeros como Sergio Medina. Hablaron entre ellos y con Carrión, que fue en Pucela de trago en trago. Primero, el partido y su pésimo resultado; después, el siempre agrio paso por la sala de prensa después de una derrota y las incómodas preguntas; y, finalmente, cita en el palco para escuchar el veredicto de sus jefes ante la situación. Le dijeron que se queda. ¿Por cuánto tiempo más? Eso nadie puede saberlo, pero se intuye que los límites de la paciencia -especialmente los del cordobesismo- están rebasando, si no lo han hecho ya, la línea roja.

“Al final esto es de todos. En las situaciones difíciles todos queremos lo mejor para el Córdoba y es momento de estar unidos y de ser hombres. Aunque sea una frase típica, no conozco otra solución que no sea trabajar”, dijo Javi Lara, uno de los nombres de referencia en el campo y en el vestuario. Él, como la mayoría, sabe bien los códigos del fútbol y cuáles son los rituales clásicos en situaciones de crisis. El amor propio es fundamental, pero para salir de este hoyo se necesitan otros ingredientes. Si el Córdoba los tiene es algo que habrá que descubrir y demostrar. El domingo, en El Arcángel, se avecina una tarde de alto voltaje ante el Alcorcón. Será una prueba de aguante para el que sigue siendo el Córdoba de Carrión.

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