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A Tinduf entre sonrisas tras un feliz verano

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Rafael Ávalos

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https://youtu. be/ZsaFlssHsFs

Los mayores suman esfuerzos para acomodar el equipaje en el gran contenedor. Al tiempo, los niños juegan entre ellos. El murmullo es cada vez mayor. Mientras, el calor aprieta. Aunque menor que en anteriores fechas, la temperatura resulta sofocante por momentos. Pero no importa. Llega el momento de la despedida. Minuto tras minuto se suceden los abrazos, las caricias, las palabras de cariño. Los autobuses ya aguardan y el adiós definitivo está muy próximo. Todos esperan, eso sí, que sólo sea un hasta luego más largo de lo habitual. La felicidad de los pequeños contrasta con la seriedad de no pocos rostros entre los adultos. Más de 160 chavales y chavalas empiezan este martes el regreso al Sahara. Lo hacen después de un intenso verano de diversión y, sobre todo, necesidades olvidadas. Inician el retorno al hogar entre sonrisas. Y sus familias de acogida, sin embargo, suspiran. El afecto es mutuo en el punto final a unas Vacaciones en Paz.

Ése es el título que recibe la iniciativa que cada año desde hace ya un buen puñado pone en marcha en verano la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños y Niñas Saharauis (ACANSA). Se trata de acoger a pequeños refugiados en los campamentos de Tinduf durante el verano. Dos meses de una experiencia diferente, gratificante y enriquecedora para todos. Para los chavales y chavalas, cuyas edades comprenden entre los diez y los catorce años, es una oportunidad de conocer otro entorno distinto al suyo, otras costumbres y, principalmente, otro tipo de vida. Porque en la referida región argelina de la que proceden carecen de muchos bienes que por encima del Mediterráneo, en España por ejemplo, forman parte de la cotidianeidad. Entre otras cuestiones, porque viven en un territorio estéril, sin productividad posible, e inhóspito por las condiciones climatológicas. Todo eso queda atrás y por unos días, a lo largo de dos meses, la realidad es otra. Sin ir más lejos, el agua no es un lujo.

Los pequeños sonríen mientras caminan de la mano de sus familiares de acogida. O corren junto a quienes este tiempo fueran sus hermanos. Los mayores muestran una serena alegría, quizá coartada por lo que significa el momento. Los niños vuelven ya a casa y, quiérase o no, uno siente un pellizco en el estómago. Es normal después de unas intensas semanas en las que 162 chavales y chavalas -siete más que en 2016- son parte de familias de más de una treintena de localidades de la provincia. “Ellos (por los pequeños) disfrutan enormemente. En los campamentos carecen casi de todo. Tienen las dos comidas diarias y últimamente están poniendo líneas eléctricas y están teniendo electricidad. El agua, incluso, está en depósitos metálicos y ahora en verano, que se alcanzan más de 50 grados, hay que imaginar cómo está allí”, explica el presidente de ACANSA, Tomás Pedregal, acerca de la situación en Tinduf.

De ahí que el verano en Córdoba provoque regocijo entre los chiquillos y las chiquillas. “Vienen, ven una piscina y se vuelven locos. Aquí no es que sobre, pero sí están más cubiertas las necesidades básicas”, añade Pedregal mientras el murmullo crece a su alrededor. Pero además de aportarles opciones de vida que les son ajenas, a los niños les permite esta experiencia un tiempo de convivencia -también a las familias-. En ese sentido, también se trata de mantener los lazos, para evitar extrañezas, entre los propios acogidos. “Durante el verano tenemos una serie de actividades, sobre todo en los pueblos, en las piscinas municipales, a las que nos invitan, para que ellos no pierdan el contacto en el paso de dejar los campamentos y el núcleo familiar a una sociedad más abierta. Organizamos unas 15 jornadas de convivencia en piscinas y luego algunos otros”, señala el presidente de ACANSA.

Las escenas de demostraciones afectivas se repiten durante los instantes previos a la despedida, antes de que los niños suban a los autobuses para poner rumbo a Málaga y después partir hasta Tinduf. Entre todas las familias con sus pequeños está la de Salud Pulgarín, quien asegura estar muy satisfecha con la decisión de participar de la iniciativa. “Para mí y para mi familia es muy gratificante, es lo mejor que he podido hacer”, afirma mientras la pequeña Sahara le agarra la mano. La niña es hermana de Naeem y Said, a quienes ya acogiera con anterioridad esta cordobesa. No en vano, ella acumula siete años de Vacaciones en Paz. “Surgió por una amiga que me avisó de que había niños que venían y no tenían familias y me preguntó si quería. Lo comenté con la familia y me dijeron que sí. Fue difícil al principio, por sus costumbres y por el idioma, pero cada vez es mejor”, expresa Salud sobre su experiencia. Ella también disfruta, a pesar de terminar cansada, porque ve hacerlo a los chicos y chicas. “Los niños lo pasan genial. No paramos, todo el verano reventados y hartos de piscina, porque de lo que se trata es de que los niños se diviertan al máximo, aunque tú acabes reventada. Yo lo doy todo. Mis hijos son mayores ya y vienen estos y para mí es una maravilla”, relata.

Y, ¿cómo es la experiencia para los niños? La pequeña Sahara apenas pronuncia palabra debido a su timidez. No se despega de Salud Pulgarín, su madre de acogida. Pero muestra una amplia sonrisa que deja al descubierto su satisfacción. Pero, ¿qué es lo mejor que se lleva de Córdoba? “Salud”, responde con rapidez y seguridad total. “¿Y de lo que has hecho, qué es lo mejor?”, le pregunta la mujer. “¡Tú!”, insiste la chiquilla antes de fundirse ambas en un entrañable abrazo. Las dos sonríen y avisan, con sus gestos, de lo buenas que son estas Vacaciones en Paz. “Como todos los años el balance creo que es positivo para ambas partes. Han sido dos meses de felicidad, de cambio de cultura para los niños. Para las familias es tener un miembro con una religión, una cultura y un modo de vida diferentes”, destaca Tomás Pedregal. Además, el presidente de ACANSA resalta que “Córdoba siempre ha sido una provincia solidaria, sobre todo con el tema saharaui”. El calor aprieta aún. Los niños y niñas ya están en los autobuses. Ahora regresan a casa, donde seguro van a abrazar tan fuerte como a quienes dejan atrás -quizá más, es lógico- a sus familiares. Pero las sonrisas no desaparecen, en 2018 van a volver.

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